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CAPITULO PARA EL FIN DE AÑO. QUE TODOS OS LO PASEIS GENIAL Y NO OS ATRAGANTEIS CON LAS UVAS :·3

- ¿Estarás bien aquí fuera?

- No. Te he dicho que no quería venir, no quiero venir nunca más. – Sé que sueno como una niña, pero ahora mismo me siento así. Como cuando mis padres me llevaron a ver un espectáculo y yo me asusté por los muñecos diabólicos que aparecían en él. No volví a dormir sola en mi cuarto hasta pasados por los menos dos meses. Pero teniendo en cuenta lo que ha pasado esta vez, digamos que el tiempo de espera se amplía hasta el infinito.

- Ava no seas cría. Teníamos que venir o dejarle a tu madre que descubra el pastel, ¿Qué prefieres?

- Ninguna de las dos.

- Eres consciente de que en algún momento tendrás, no solo que entrar en tu casa, sino que dormir en esa cama ¿verdad? – Achica los ojos mirándome, atento a mi reacción. Claramente yo ni había pensado en eso.

- No, Daniel en serio. – Resopla y se echa hacia atrás contra el respaldo, colocando las manos en el volante.

- Voy a entrar. No te muevas de aquí.

Dejo que salga del coche sin ninguna queja pues si tantas ganas tiene de entrar, yo no voy a impedírselo y suelto el cinturón para intentar relajarme en el asiento. Estoy a punto de sacar el móvil para borrar la imagen de mi memoria, pero recuerdo que lo tiene Daniel. Desgraciadamente tengo la escena perfectamente grabada en mi cabeza y no puedo evitar pensar por qué razón alguien ha podido hacer algo así.

Tú eres la siguiente.

¿A qué puede referirse eso? ¿Es que me van a destripar? ¿Quién ha sido capaz de hacerle eso a un pobre y moribundo gato?

De repente la imagen de quien tanto daño nos ha hecho aparece frente a mí. ¿Es posible que...? No, no se andaría con tantos rodeos. Una vez sabe dónde estamos, lo sabemos.

¿Pero entonces?

Sigo removiendo fichas en mi cabeza para intentar encajar alguna y encontrar una respuesta, pero no consigo nada. Daniel reaparece por la puerta principal, con una expresión seria, como siempre. Se ha quitado la chaqueta y tiene una pequeña mancha en la camiseta blanca. Sangre del animal. Se me revuelve el estómago de solo pensar que se ha puesto a recoger todo eso de mi cama.

Al recordar eso me siento mal. No tenía ninguna obligación de hacerlo y sin embargo ahí está frente a mí, cargando con una bolsa negra para tirarla en el contenedor de basura. El gato.

Sacude sus manos y después se seca el sudor de la frente. Camina hacia el coche e intento prepararme para lo que sea que vaya a decirme.

- ¿Tienes pintura?

- ¿Qué? – Murmuro fijando mis ojos en la mancha escarlata de su camiseta. Daniel se da cuenta y llama mi atención.

- Ey, pintura. ¿Dónde tienes?

- En la cocina, bajo el fregadero. – Respondo automáticamente esperando que no me obligue a entrar para buscársela. ¿Qué piensa hacer con ella?

- Espera aquí. – Repite.

- ¿A dónde vas?

- A pintar tu pared, necesitará varias capas. – Asiento y le dejo irse de nuevo.

No me doy cuenta de que estoy temblando hasta que intento recogerme el pelo en una coleta. Tengo las manos congeladas y una gota fría de sudor cae por mi sien, comienzo a encontrarme mal y por el bien de mi coche, abro la puerta y camino con rapidez hasta el cubo de basura más cercano. No el mío claro, ya lo que me faltaba. Ir a vomitar al mismo sitio que me ha producido el vómito.

SIN ALIENTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora