Se sentía viva. Después de haber estado años muerta, al mirarlo a los ojos, al sentir sus labios o simplemente sentir como sus manos se rozaban sutilmente por descuido, hacia que se sintiera viva. Para ella eso era un sentimiento un tanto extraño ya que nunca antes lo había experimentado, nunca antes había sido amada o, por lo menos, nunca antes había sentido que lo era. Aquel, era un sentimiento plenamente hermoso que le inundaba el pecho como si necesitara salir de él al exterior y mostrarle al mundo lo que es amar, que ellos también lo supieran. Es cierto tal vez que el amar te hacia sufrir pero e aquí la pregunta definitiva: ¿Merece la pena aguantar ese sufrimiento? Sí, por estar a su lado hasta la más cruel tortura merecía la pena.
