Sintió como su corazón se rompió en mil pedazos cuando aquel teléfono sonó, ella ya sabía lo que aquella llamada significaba. No quería responder, no podía creerlo todavía, aún no estaba preparada para aceptar la realidad de lo que estaba pasando. El hombre al cuál ella más había querido y por el cual más querida se había sentido. El hombre que estuvo con ella toda la vida: durante el primer embarazo, durante la niñez de sus hijas, su primer amor (el cual protagonizó); cada evento de su vida, tanto los buenos como los malos; tanto las risas, como fracasos. Cuando por fin se armó de valor suficiente como para contestar intentando auto convencerse de que no era lo que creía. Sintió las lágrimas saliendo como si de cascadas sus ojos se trataran al escuchar de la ronca voz del interlocutor el mensaje que tanto temía. Pues él, al que tanto admiraba, se había ido de su lado. Y, ese hombre, era su padre.
