En uno de sus momentos de fugaz lucidez donde conseguía escaparse de aquella enfermedad que a su recuerdo afectaba, le preguntaron que qué era lo que más le gustaba de ella. Le costó decidir, la verdad. Su sonrisa, decidió finalmente: aquella bella sonrisa que podía alegrar hasta el más triste de los días. Aquella, que raramente aparecía pero,cuando lo hacía, te hacía sentir totalmente abrumado al poder presentar aquel hermoso espectáculo. Cuando sonreía, sus redondos ojos se iluminaban y, en el lado izquierdo de su boca,se le formaba un diminuto, pero no por ello de menor belleza, hoyuelo; y sus pecas, aquellos puntitos perfectamente situados en su nariz respingona y en sus redondas mejillas como si de estrellas se tratara haciéndola ver mas infantil... al pensar en ello, al pensar de nuevo en aquella sonrisa que tantas veces le dio esperanza para seguir adelante, se acordó de lo mucho que la amaba.
