Capítulo Diez

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Volver a Alameda le trajo muchos recuerdos pues prácticamente se crio en las calles de esa ciudad, acompañando a su abuela quien se la pasaba —en ese entonces cuando Vivian tenía diez años y ella cinco— de casa en casa ofreciendo productos de catá...

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Volver a Alameda le trajo muchos recuerdos pues prácticamente se crio en las calles de esa ciudad, acompañando a su abuela quien se la pasaba —en ese entonces cuando Vivian tenía diez años y ella cinco— de casa en casa ofreciendo productos de catálogo. Aunque sus tíos paternos se ofrecieron a cuidarlas, la señora Katherine Boswell se negó a que las niñas se alejaran de ella. Fue, junto con Martin Boswell, todo lo que ambas necesitaron, un padre y una madre que las cuidaron hasta que fueron unas mujeres capaces de salir adelante por sí mismas.

Los demás familiares, incluyendo los abuelos maternos de las niñas, respetaron esa decisión, igual las veían cada semana ya que Katherine ofrecía sus servicios en gran parte de la ciudad...

Recorrer en especial los alrededores de la Universidad de Alameda donde se graduó junto con Alan, le pareció era nostálgico pues como ella, muchos amigos, los pocos que tenía, emprendieron caminos diferentes para realizar sus sueños, pues esa ciudad no les brindaba la posibilidad de expandirse y superarse.

Paseó alrededor del parque donde solían hacer reuniones el club de teatro de la universidad, tertulias que impartían al aire libre casi todos los fines de semana. Eso le gustaba porque los poetas a veces se reunían, como buena amante de las rimas y sentimientos profundos profesados en versos, se quedaba a escucharlos, incluso una vez se animó a participar pero por vergüenza no lo hizo.

Se acordó de la vez que Roger se presentó entre tantos poetas, ella junto con su entonces novio fueron a escucharlo. Esa vez le dedicó su poema y aunque le gustó demasiado, a su pareja no siendo el motivo por el que Roger se alejó tras recibir una reprimenda de Alan que por poco terminó en golpes; no es que fuera de esos que la celara al punto de que no tuviera amistades, pero tenía derecho a sentirse así pues en ese entonces ella era muy unida a Roger, tanto que a veces la gente creía que ellos eran los novios. Todas esas cosas la pusieron nostálgica pues, en ese entonces era una ingenua en el amor.

Siguió, tomándose su tiempo de apreciar los arboles otoñales que se mecían por el vaivén del viento. Aunque no hacía frio, se llevó un chaleco que había tomado de la casa de sus abuelos, uno de color aguamarina que su abuela usaba; cómo extrañaba a esa mujer.

Aquella mamá de avanzados sesenta años, había muerto cuando ella recién llevaba un año de casada; por fortuna estuvo en su matrimonio. Como era obvio, su abuelo Martin quedó devastado por lo que quiso mudarse con él, pero Vivian tomó esa responsabilidad pues ella estaba viviendo en la capital y aunque odiara a Alan, merecía ser feliz con él.

Cada que podía le pedía a Vivian que la comunicara con su abuelo por Skype y cuando tenía vacaciones o podía escaparse un fin de semana, iba a visitarlos. Pero esa vez fue diferente su llegada, tanto su hermana como su abuelo se sorprendieron de su llamada y con los brazos abiertos la recibieron. Agradecía al menos tener a su familia en esos momentos.

Se fue rumbo al restaurante de su tío, cumpliendo la cita que le propuso su abuelo pues, antes de marcharse esa noche de Alameda de vuelta a la capital, le pidió tener una conversación a solas.

Fragilidad [Estados del amor I] ©Where stories live. Discover now