VI

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"Luego de la primera sangría, le sigue la lluvia escarlata"

-No puedes quedarte toda la vida aquí, amor.

-Te entendemos.

-Estamos contigo Guille.

-Soy Dana, por favor... abre la puerta. Solo quiero hablar.

...

El funeral de Marcel había sido pequeño, con algunos de los policías llevando los ataúdes hacía el cementerio, en una triste caminata cargada de tragedia, y unos pocos amigos personales. Entre ellos el líder del Estado y su hijo.
Los cuerpos eran dejados ahí, en un cementerio oculto en las profundidades del bosque Locus dea, bajo capas y capas de gruesa tierra grisácea y las cientos de ofrendas que actuaban de intermedio entre los finados y los dioses. Un pago para llamar su atención y permitirles a sus almas un pacífico camino hacia la otra vida. Y un fructífero vivir al renacer.
A cada tumba la sellaba una lápida de piedra tallada a mano, con inscripciones en latín que narraban con brevedad sus logros en vida y el motivo de su muerte. La de Marcel había sido decorada con pequeños zafiros decorando su nombre, por elección de Edgar. Era una ofrenda más digna del hombre que le había servido fielmente como amigo y que también había cautivado el corazón de su hijo menor. Para un hombre que había entregado su vida al servicio.

Guillermo había mantenido toda la ceremonia un perfil bajo, con la cabeza gacha sobresaliendo muy poco desde la parte de atrás. No hubiese podido ser de otra forma. No con las crueles ganas de llorar que le enrojecian los ojos y el temblor estremecedor sobre su cuerpo que amenazaba con dejarlo caer vencido al suelo. Debía ser fuerte, pese a que el dolor en su pecho aumentaba a medida de que su mente se llenaba de aullidos. Era su llanto interno, su gutural sufrimiento causado por la muerte de su pareja, y el asco creciente en su estomago al estar entre tantos apestosos alfas. Puede sentir el ardor constante en su garganta producto de lo mismo.
Tenerlos mirándolo constantemente no ayuda a mantener ocultos sus síntomas, en especial la insistente mirada de cierto alfa, el cual está solo a pocos metros de él, finguiendo estar conpungido por la situación cuando apenas si lleva su vista a la ceremonia.
El omega Su vista se alzaba por momento y se encontraba con esos marrones ojos inspeccionándolo, en ciertos momentos casi sintiendo pena por él o incluso se había llevado el disgusto de notar que el hombre se había acercado unos pasos hacía su lugar. ¿Quería darle el pésame?, ¿Pensaba que Guillermo lo recibiría tan fácil? Pues al parecer sí, pero su hermana, quien miraba todo con extrema cautela, se había entre puesto entre ambos. Inmediatamente su olor se hizo potente y ácido, estaba amenazando a Samuel y este no tenía la menor duda de salir con un brazo menos si seguía acercándose.

- ¿Por qué están aquí? - Dijo el alto omega a su hermana, ésta comenzaba a encolerizarse por la presencia de los líderes ajenos al Estado y sus irritantes hijos.

- Han venido por cortesía, solo no los mires.

El momento de bajar los ataúdes se había vuelto más difícil de lo que el omega pensó, trataba de mantenerse firme, pero sus pies trastabillaban y sus piernas temblaban tanto que en cualquier momento caería. Sentía los gemidos lastimeros picar en su garganta y es que su parte omega sufría posiblemente el triple de lo que el fingía sufrir. Aunque lo estaba haciendo muy bien era lo más difícil que había hecho en su vida, incluso iba mucho más allá de comportarse como beta.
Todos guardando silencio, el zumbido de su omega en su pecho, los ojos penetrantes de un castaño al cuál quería soltarle a Diablo encima. Quizás lo devoraría tal y como esos lobos salvajes habían devorado a su querido alfa.

¿Qué es lo que llevaban en los ataúdes entonces? Pues su uniforme, el que usaba a diario cuando estaba en terreno, el que Guillermo muchas veces había arrancado a tirones insistentes.

ALPHA'S UNITED © [OMEGAVERSE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora