Capítulo tres.

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De rato a rato tiraba la mirada a la carpeta de Harry, intentando descifrar que es lo que hacía cuando la gente estaba a su alrededor y era inevitable no pensar en tanta multitud. Estaba ahí, sentado mientras miraba al profesor con mucha atención dictar las clases.
Se miraba solo, frio, y la gente ignoraba su presencia como si él no estuviera ahí. O nunca lo estuvo.
Parecía un chico normal, uno que tenía amigos en otros salones y que, al tocar el cambio de hora, se encontraría con ellos y charlaría un poco sobre las nuevas chicas que hay en la Universidad.

Era apenas mi tercer año de Psicología, y el intercambio me había dado la oportunidad de conocer otro país y de aprovechar para conseguir un empleo, que por cierto es en la misma casa donde me estoy alojando este año.
Me alegraba mucho lo de coincidir clases con otros estudiantes de otras carreras, porque así podía ver cómo es que Harry se comportaba con el resto de sus amigos en su facultad de Medicina.

Suena el timbre del descanso y, al girarme para ver a Harry, me mira y sale rápido de clase. Carly, una chica con la cual platiqué hace unos minutos, tira de mi mano para sacarme rápidamente del salón.

—¡Eh, Alba, apura!—jala más mi mano y me obliga a aligerar el paso.

—¿A dónde vamos?—pregunto con un poco de molestia. Mis piernas están lo suficientemente cansadas después del min maratón que Harry me hizo dar a pie.

—A que conozcas el lugar, no lo conoces,¿verdad?

Niego con la cabeza y me mira afligidamente.

Toma mi mano y me señala cada lugar de la Universidad, desde las facultades hasta decirme los nombres de cada profesor y personal administrativo. No le tomo mucha atención, ya que trato de buscar a Harry entre la multitud y levanto mi cara a cada momento para reconocer su cabellera.

—¡Oye!—me grita, sacándome de mi concentración—. ¿Me estás prestando atención?—chasquea sus dedos frente a mi rostro y expande sus ojos.

—Lo siento—muerdo mi labio y vuelvo a mirar tras ella—. Es solo que...

—Da igual, solo ten cuidado.

—Ahm...vale—respondo sin recordar el porqué de mi cuidado.

Debo admitir que escuchar cada nombre, de cada chico churrísimo de la Universidad, me ha tocado demasiado la moral. ¿Cómo es que en España no hay tíos así? No digo que no estén a la altura, o que no existan chicos como ellos, pero, el simple hecho de que tengan en pelo rubio o los ojos azules los hace distintos a los españoles.

Aunque lo mío, sin duda alguna, son los castaños.

Era hora de salida, y Carly me lo recordó cuando se despidió de mí.
¿Cómo es que yo debía regresar a casa? Si ni siquiera he podido hallar a Harry en la Universidad.
De seguro tiene novia y está con ella.
Pero él no lo mencionó...bueno, tampoco tenía que mencionarlo.

Comienzo a caminar por el campus y veo al mismo chico de esta mañana con una campera gris. Formo una sonrisa en mi rostro y corro tras él.

—¡Harry!—exclamo lo suficientemente audible y cerca como para que escuche y se gire.

—No me llames en la Universidad—masculla molesto al darse cuenta que estoy a su lado.

—Lo siento, ¿Alguien nos vendrá a recoger?—acomodo el morral en mi hombro y veo en los lugares de aparcamiento, tratando de reconocer el auto de esta mañana.

—¿Nos?—susurra y se gira para ver si nadie nos ha oido—. Nadie puede saber que vienes conmigo.

—¿Nadie? Ahm...

—¿A quién se lo dijiste?—me pregunta molesto.

—A Carly.

—¿Quién es esa?—pregunta sin dignarse a verme a la cara.

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