Capítulo diecisiete.

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—Te escucho—le susurro para darle un poco más de valor, ya que estaba silencioso y un poco incómodo.

—Ella...—susurra—. Bueno, todo comienza con ella, con Valen.

(20 de Agosto. Año anterior)


Mi vida con Valentina era perfecta. Era la historia que quería continuar siempre, la que no tendría un final conocido ni mucho menos esperado. Me había enamorado de ella perdidamente, tanto que ni yo sabía en qué momento es que pensaba en mí mismo sin tenerla a ella en todos mis pensamientos.
Llegué a sentir que mi gran quizá era ella, porque, a pesar de haber salido con algunas chicas antes que ella, sabía que podía tener mi vida paralela con la de ella.
Pero las cosas paralelas nunca se llegan a unir, ¿verdad?
Me comprometí con ella con la esperanza de así poder obligarla a pasar una vida conmigo, a que sea mi esposa y madre de mis hijos. De hijos que sí o sí quería tener con ella.
Y así estaba por darse.
Ese mismo día me confirmó que tenía unos meses de embarazo, ¿sabes lo emocionado que estaba? No me aterraba en lo absoluto el tener que trabajar mientras estudiaba, o el de tener que ser padre a tan corta edad. Era perfecto. Era magnifico para ambos. Todo lo que había soñado y pensado durante esos meses junto a ella estaba por darse. No sabes cuánto anhelaba todo esto, y el simple hecho de siquiera pensarlo me encantaba.

Hasta que un día todo cambio.


(15 de Diciembre. Año anterior)

Puedo recordarlo como si fue ayer. Un quince de Diciembre, en vísperas de Navidad, recibí el... ¿regalo? Noticia, la peor noticia que, en toda mi vida, había recibido.
Me fue muy duro poder asimilarlo. No me sentía capaz de poder afrontarlo. Era lo más complicado que estaba pasando, y lo peor era que, la única persona con la que podía contar era la misma que me estaba apuñalando por la espalda.

¿Qué pasa?—le pregunté.

Estaba callada, distinta a como sabía estar todos los días.

Hoy fui al ginecólogo—me susurró luego de los largos segundos, que para mí fueron horas, que estaba callada.

Sentí pavor. ¿Algo le estaba pasando al bebé? No sabía qué hacer, no era aún médico y no tenía idea de cómo controlar todo lo que estaba pasando por mi cabeza.
Le pregunté por el bebé. Ella dijo que estaba bien.

¿Qué pasa?—volví a preguntar con temor. Estaba temblando y su voz, quebrada, no me era familiar. Algo estaba pasando.

Me hice una prueba de ADN—susurró al mismo momento que levanto la vista a mí—. Perdóname por favor.

En ese momento pensé: qué estupidez, ¿cómo se hizo una prueba de ADN? Ese bebé era mío, estaba completamente seguro de eso. Ambos lo estábamos.

¡Sé específica!—grité.

Me descontrolé. Lo último me había dejado atónito. ¿Qué estaba tratando de decir tras su balbuceo estúpido? No era divertido. Sea lo que sea, broma o no, me estaba molestando.

El bebé no es tuyo.

Era mentira. Pensé que era mentira. Pero estaba dispuesto a perdonar su mentira, su broma, su pillería. La amaba, no podía disgustarme con ella por más horrido que fue lo que me dijo.

Dime que es una broma—supliqué. No quería que esto sea cierto, pero cuando vi que se quedó callada y no dijo nada sabía que era verdad. Esa pequeña zorra me había engañado—. ¡Suéltame!—grité ante el intento que tuvo de sujetarme.

Comenzó a llorar. Ambos lo estábamos haciendo. No sabía qué hacer. ¿Cómo respondería ante eso?

¡Te di todo, Valentina! ¡TODO!—lloré. No podía contener las ganas de gritar y romper todo—. ¿Qué te hizo falta? ¡Dime! ¿No te satisfacía lo suficiente? ¿Es eso? ¡Respóndeme de una jodida vez!

Harry
—sollozaba.

Eres...—lo primero que hice fue quitarme el anillo que tenía y lanzarlo al suelo—. ¡Eres la peor persona en este mundo! ¡Te odio! Te odio con todo, todo mi ser.

Déjame explicarte.

Cuando escuché eso quise golpearla, golpearla hasta matarla y enjuagar mis manos en su sangre.

¿Explicarme qué? ¿Qué te revolcaste en la cama de otro mientras estabas comprometida conmigo?

Me mira nuevamente y se acerca.
Y todo se consume en segundos.

Grité, lloré, me desparramé en el piso y me consumí en el dolor de verla ensangrentada y con el calor saliendo de su cuerpo. Como la había imaginado en mi mente.

¿Algo en su defensa señor Holt?—escuché la voz firme del juez.

La amaba—presioné mis ojos y sabía que era el fin de todo.

Era inocente, pero para vista de todos los expertos era CULPABLE.

Se le condena a 10 años de prisión por homicidio contra la señorita Valentina Johson.

Mi cuerpo se había tensado y mi asma también regresó después de dos años. Mis manos me sudaban y las lágrimas corrían por mis mejillas sin control alguno. Miré a mi madre y esta agachó la mirada mientras lloraba en los brazos de mi padrastro. Quería gritar pero...sabía que no tendría el valor de hacerlo.
¿Por qué me hacía esto?

Harry—escuché la voz cálida de mi madre acercarse a mí—. No llores mi pequeño.

Juro que no la maté.

Tenía que moverme de lugar. Los oficiales me estaban empujando.

¿Por qué lo hiciste? —gritó Leyn, mi madrastra.

Confía en mí. ¡Yo no mataría a la mujer que amo!

Sentí como apresaban mis muñecas con los grilletes.
Caminé con la poca dignidad que me quedaba. Sabía que era inocente pero, simplemente no podía luchar contra mi pensamiento. Era culpable de su muerte en mi mente. Yo la había matado en mi mente.

La celda era fría. Espantosa sensación. Me hundí en un rincón, sintiéndome lo peor en el mundo. ¿Cómo es que había terminado aquí? Era un más del montón. Era un criminal.
Mi padre llegó luego de unas horas junto a un buffet de abogados y unos oficiales. Abrieron la celda donde estaba y me dijeron que salga.

Ve a casa—me tiró las llaves del auto y golpeó mi espalda.

¿Puedo ir a casa?—le pregunté. Tenía miedo, miedo de todo.

Por supuesto. Confío en ti Harry. No me defraudes de nuevo.

—Mis padres pagaron setenta mil euros por mi libertad. Leyn no volvió a ser la misma conmigo, pff, aunque siempre fue una mierda conmigo. La familia de ella me odia, y yo la odio a ella y a todo lo que esté relacionado con amor.

—Harry—me percato que Alba está llorando.

—Alba —tomo su mejilla y la froto para que no llore más—. Haces que todo sea complicado para mí.

—Déjame ayudarte—se acerca a mí y seca también las lágrimas que tengo en mis mejillas.

— ¿A qué?

—A olvidar eso y poder volver a amar.

Inténtalo.

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