Narra Harry.
Día 362:
No soy consciente de qué día sea exactamente. Ni siquiera sé si es de día o de nombre.
Otra vez es claro aquí. La luz blanca aturde mi vista y me hace entrecerrar los ojos, ocultándome en una cueva, oscura y sin luz que pueda alumbrar mi camino. Pero, como todos los días, una luz tenue y llamativa atrae mi atención. El viento suave y tibio corre por mis mejillas, y gotas de lluvia caen sobre mis mejillas como pequeñas gotas de rocío.
Llego a la conclusión, una vez más, que el viento son caricias, y las gotas son lágrimas. Lágrimas de alguien que añora por mi regreso.Pero, ¿cómo estar seguro de que alguien espera por mí cuando despierte?
Y lo peor, ¿tengo alguien allí fuera...aún?Y de nuevo todo cambia repentinamente. El suave viento ahora se ha convertido en un torrentoso, y casi predecible, huracán. Me refugio en la misma cueva y agito mis manos para calentarlas con el poco calor que emanaba de mi cuerpo.
Tengo frío.
¿Qué día es hoy?
¿Tal vez mi cumpleaños o mi entierro?
Me siento solo una vez más en la oscuridad de la noche y siento las aves cantar melodías suaves y lentas cerca a mi oído. La luz de la luna se asoma y reflejaen él un rostro. Un rostro que no puedo descifrar.
'Buenas noches, Harry'—Buenas noches, conciencia—cojo una piedra y la lanzo al lago, pero no escucho que choque lo más profundo.
Tengo la hipótesis que es de noche en el mundo. Siento la voz de aquella chica entrar por mis oídos y permanecer ahí como resonancia. Era una voz muy cálida para mis oídos.
Tal vez la vida me había concedido guardar algo para mí: su voz.
'Eh, duerme'—Aún es tempr... —respondo, pero su voz me interrumpe.
—Duerme mi pequeña, que la noche se apaga y las estrellas cantan.
Narra Alba.
Busco la llaves del apartamento entre mi bolso con desesperación al no encontrarlas rápido. Miro el móvil y son las diez con veinticuatro minutos de la noche. Me había pasado veinticuatro minutos.
Encuentro las llaves y abro la puerta lo más rápido que puedo, esperando a que el crujido de la puerta al abrirse no despierte a nadie o sea ruidoso. Subo a la habitación de Handrea y los veo. Dormidos, mientras Jamie rodea el cuerpo de Handrea y ella se recuesta sobre su otro brazo.
El crujir de mi tacón hace que Jamie abra un ojo y me sonría. Se levanta de la cama y carga a Handrea para recostarla en su cuna, acercándose a mí para darme una beso en los labios.
— Demoraste mucho—susurra.—Lo lamento. Mi madre quería que le ayude con unas cosas—miento y sonrío para que este no se moleste más.
—No te preocupes—sonríe—. ¿Qué tal el trabajo?
—Agotador—río—, parecen unos alienígenas—tiro la mirada a Handrea y sonrío—. ¿Hace cuánto se durmió?
—No hace mucho. Estuvimos mirando pelis.
Me acerco a ella, frotando sus rizos para descender hasta sus mejillas. Deposito un beso en su frente y apago la lámpara del buro, activando el comunicador por si es que llora más tarde.
Handrea. Mi hija. Hija de Harry. Hija del amor de dos personas que por obra del destino no pueden estar juntas. Tiene apenas un año con casi un mes de nacida y era la mayor alegría que tenía en mi vida.
Jamie se posa atrás de mí y me rodea de la cintura, susurrándome que me había echado mucho de menos. Me besa el cuello y me hace retroceder con dirección a nuestra habitación, recostándome en la cama para hacerme suya un vez más frente a la Luna.
Hace más de un año que Harry no abre sus espesas pestañas y su cabello castaño luce más largo de lo normal. Aún conservo el collar que me dio en mi cumpleaños pasado. Siempre, luego del trabajo, paso a verle con la esperanza que algún día le encuentre sentando en la camilla esperando a por mí.
Pero esas cosas no pasan.
Mañana era su cumpleaños número veinte y sentía la necesidad de verle toda la tarde. Contándole las magnificas cosas que su hija ha hecho en este corto tiempo. Porque sé que puede escucharme a pesar de todo.Me recuesto en la cama y sollozo, pensando en cómo tomará que no aborté a su hija cuando él quería que fuera así.
—¿Pasa algo?—me pregunta, rodeándome con un brazo.—Nada—lamo mis labios y me giro para verle—. Que descanses.
—Te amo.
—También yo.
'¡Alba, Alba!, ¡ayúdame por favor!'
Abro los ojos entre la espesa noche y me siento, tirando las sábanas alescuchar, lo que con los segundos, se asemeja a un llanto. Me levanto y caminoa la habitación de Handrea, tomándola entre mis brazos para mecerla y sisearla.
— ¿También te despertó, verdad?—le susurro y ella empieza a cerrar sus ojoslentamente—. Estoy aquí. Tranquila mi amor.
Handrea se duerme y vuelvo a colocarla en la cuna.
Bajo las gradas hasta la cocina a por un vaso con agua. Veo el color del cieloy recuerdo la noche en que Harry me llamó una amenaza para sí.
Vivía en carne propia lo que alguna vez atormentaba a Harry por las noches, conla diferencia que él
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Lovesick
Teen FictionNo pensaba que habría relación alguna entre el dolor y el amor, ni que fuera complemento para la felicidad y mucho menos para poder amar a alguien tanto. ¿Es esto en verdad lo que esperaba de él? ¿Podré soportar no tenerlo junto a mí?