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-Toma un baño. Llamaré abajo, a la casa principal, e iré a buscarte ropa. ¾Él la sentó en medio del cuarto de baño sorprendentemente grande, al lado de una profunda bañera jacuzzi que ella sabía que sus músculos doloridos iban a adorar.

Las ásperas paredes de troncos eran gruesas, bien lijadas y pintadas de color secuoya oscura. El relleno blanco bordeaba cada tronco dándole un contraste atractivo. La bañera de porcelana blanca situada en la pared opuesta se hundía unos pies en ella. Un poco más lo ocupaban los servicios; en la pared de enfrente, un guardarropa del cual Harry sacó varias toallas y un paño. Él le dejó una bolsa de sales de baño Epsom en el lavabo a su lado.

¾Conseguiré algo para comer ¾siguió él¾. Entonces podemos descansar un rato antes de que tengas que hacer frente a algo más.

Su expresión era cerrada. No fría, sólo indiferente. Ella nunca había advertido la diferencia antes. Su padre y hermano tenían el hábito de parecer helados cuando estaban enfurecidos o durante confrontaciones políticas. Uno podía sentir el hielo salir de ellos. Pero no de Harry. Él estaba solo indiferente. Ni caliente ni frío, como si realmente no la acabase de follar.

Amanda se sentó en el pequeño taburete al lado de la bañera y comenzó a desatar sus botas. Ella les dio una patada con sus pies, entonces levantó la mirada cuando advirtió que él no se había marchado.

¾No soy un animal. ¾Su voz no había cambiado, ni siquiera tenía expresión. Él hacía una declaración, nada más.

Ella lo había llamado animal. Apartó la mirada, aguantando la ansiedad que crecía en su pecho mientras él seguía mirándola.

¾No quiero esto ¾dijo ella entonces, contemplando el suelo de madera oscura, la manta vistosa tirada delante de la bañera—. No pedí que me lo hicieras.

Incluso ahora el calor no se había desvanecido de su cuerpo. Ella podría haberlo tomado otra vez fácilmente. Su piel era sensible, sus pezones hinchados y de color rojo oscuro en vez del rosado suave que habían tenido días antes. Sus pechos estaban tensos, todavía hinchados, y ella estaba dolorida por el gusto de su beso. Su boca se hacía agua.

¾No siempre se quiere lo que la vida te da ¾dijo él entonces. Impasible. Dios, ella odiaba esto. Sólo entonces se dio cuenta de lo consoladora que podía ser la cortesía glacial de su padre y su hermano. Al menos sabía que indicaba un poco de sentimiento. Ahí no había ningún sentimiento.

Ella movió el elástico en lo alto de sus medias. Estas estaban rasgadas en varios sitios, la seda roja estaba arruinada. No se molestó en quitarlos con cuidado, sólo las quitó de sus piernas mientras ignoraba su declaración tranquila.

¾Pediré algunas ropas. ¾Él podría haber estado hablando del tiempo cuando le volvió la espalda¾. Tómate tu tiempo.

Tómate tu tiempo. Como si ella tuviera mucho.

¿Estaría preocupado su padre? Seguramente lo estaría; a él le habría sido notificado el minuto en el que su servicio de seguridad en el apartamento de al lado de ella no daba su conformidad. Tanto como ella odiaba pensar en ellos antes, estaría reconfortada por ello ahora. Al menos él sabría que ella estaba en problemas.

Él y su hermano Alexander vendrían por ella. Si, ellos podían encontrarla.

Ella tembló ante el pensamiento antes de entrar en el agua, ajustar la temperatura a tan caliente como podía soportarla y mirar la bañera llenarse despacio.

Esta situación era surrealista. Que el día antes ella no tuviera en su mente a los sujetos de Casta sino esperar que los niños no estuviesen demasiado empachados por el chocolate cuando volvieran a la escuela el lunes.

Alma profunda (H.S)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora