CAPÍTULO II

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—Busco a Bruce — dice.

Dios, es aquella voz. No hay duda, se trata de Ian.

Mis manos están sudando y me las paso rápidamente por la camiseta. Siento el rubor creciendo un poco más por cada segundo que paso frente a él, es como un mecanismo de defensa. Estoy tan nerviosa y estar casi segura de que es él lo empeora todo. Se que es imposible que me reconozca, tampoco creo que se acuerde de mi ni aunque aún luciera igual, yo no fui tan importante en su vida como él lo fue para mí. Estoy segura que nunca olvidaré aquel lindo gesto que tuvo al animarme.

Trago la saliva acumulada al interior de mi boca, incapaz de decir palabra alguna. Sus ojos despampanantes me observan en espera de una respuesta. La verdad es que no sé qué decirle, no tengo idea si Bruce aún está en casa.

—Bruce, ¿está? — Arquea la ceja del lado izquierdo de forma majestuosa.

Di algo, Annie. Di algo.

—No lo sé, yo... —Cambio el peso de mi cuerpo de un pies a otro y muevo la puerta levemente hacia delante y atrás — Iré a ver.

—No será necesario. — Una voz ronca interrumpe el incómodo momento. Bruce aparece. Viene vestido con vaqueros ajustados, zapatos negros algo entierrados y camisa negra. Me pregunto donde trabaja.

—¿Por qué me llamaste? — le pregunta Ian, parece molesto.

Bruce se para a mi lado e intento irme de allí para dejarlos a solas, pero su mano se fija sobre mi hombro para determe. Siento el deseo de quitarla de mi, de alejarme, pero triunfa mi autocontrol.

—Ella es Annie, la hija de Evelyn. — Me presenta. Me sorprende el tono frío que utiliza al dirigirse a él, me pregunto si siempre es así.

—Prefiero que hablemos a solas — habla el chico, sin mirarme ni como por impulso cuando me presentan frente a él.

—Entonces pasa.

El chico da un paso al interior y yo me corro para darle espacio, creo que es mejor que desaparezca de allí y me voy hacia la puerta más cercana, la cocina. Cierro la puerta detrás de mí y me apoyo en esta automáticamente, como si quisiera impedir la entrada de alguien más. Aún estoy nerviosa, no entiendo por qué, no es para tanto... ¿O sí?

Escucho el murmullo pero no se entiende lo que están hablando, luego todo queda nuevamente en silencio y me quedo pensativa. ¿De verdad se trata de Ian?

El aroma a goma, polvo, metal y plástico llega como un recuerdo, el cuarto donde lloré como si el mundo se acabara me envuelve en su ambiente húmedo y frío, escucho mis lamentos, mis gritos, mis manos azotandose contra la pared, el dolor en mis palmas, el ardor de mis ojos, la humedad de mis mejillas y mi corazón parece pesar más que lo que pesa mi cuerpo, me siento incapaz de sostenerlo por mucho más tiempo dentro de mi pecho. Me hundo más y más en aquel recuerdo, entonces llega él, llega su voz, llega su mano contra la pared, llegan sus palabras, recuerdo que me dijo ˝hermosa˝ solo para hacerme sentir mejor, se sentó a mi lado tratando de hacer parar mis lágrimas y entonces llegan sus ojos, de un azul nítido que hacen parecer que pueden ver atráves de cualquier persona. Es él, es Ian. Ian, Ian. Es el chico que hizo posible mi escapada a la oscuridad en la que en ese momento quería sucumbir.

Todo me da vueltas y decido caminar hasta el comedor, me siento sobre la silla más próxima y apoyo mi mejilla en la madera fría de la mesa. Cierro los ojos y golpeo con mis dedos por debajo para sentir el sonido molesto que viaja hasta mi oído.

Decido concentrarme en otra cosa porque eso me esta llevando a lo que más quiero olvidar y me levanto de un salto, voy hacia el mueble y descubro que mi madre aún guarda el pan en el mismo compartimiento. Saco la bolsa de pan integral y me preparo uno con mermelada, lo dejo sobre un plato y me sirvo un vaso de jugo de naranja para luego irme hacia los sillones en la sala principal. Me es imposible no analizar el lugar antes de internarme.

Mis ganas de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora