CAPÍTULO XI

6.8K 356 214
                                    


Siento los latidos de mi corazón tan intensos que me sorprende la capacidad que tienen de acelerarse y golpetear con tanta fuerza bajo mis costillas.

Recuerdo que una vez me sentí así pero fue también la vez que mi corazón se rompió por latir de esa manera. Todo se rompió y ahora... Luego de cerrar lentamente aquellas cicatrices, vuelve a latir a ese compás...

Es mágico.

Ian me tiene entre sus brazos y me estoy aferrándo a él como si de eso dependiera no caer a un abismo.

¿Es posible que esto sea real?

¿Puedo entregarle mi corazón a él y confiar en que lo cuidará así como yo cuidaré del suyo?

—¿Tienes frío? — pregunta en un susurro y entonces despierto de la ensoňación.

Muevo la cabeza en negativa y me separo un poco de él. Sé que la noche está helada pero ahí, junto a él, eso no se nota.

—Creo que es mejor que vuelva a casa — digo mientras me coloco los mechones de cabello detrás de las orejas. Ian me está mirando con una sonrisa y eso hace que me avergüenze.

—Tienes razón.

Me toma de la mano y hace que camine junto a él. Llegamos a mi casa en diez minutos y siento que allí acaba mi burbujita de felicidad. Es hora de despedirse. Ian me acaricia los dedos para luego soltar mi mano. Lo miro con nervios aflorando por todos mis poros.

—Buenas noches — me susurra.

—Buenas noches — respondo y luego meto la llave a la cerradura de la puerta —, vé con cuidado.

—Siempre. — Me guiňa un ojo. Me quedo esperando que se vaya pero no lo hace. Ríe y vuelve a hablar —. Entra.

—Ve tú primero — me remuevo avergonzada sobre los talones. No quiero entrarme, necesito verlo mientras se va. Siento que no puedo cerrar la puerta mientras él está ahí. Soy tan ridícula, lo sé.

Vuelve a reír y se pasa una de las manos por el cabello. Un signo que indica que esta nervioso.

¿Yo lo pongo nervioso?

Algo se mueve dentro de mi pecho.

—¿Qué tal si tú te entras a la cuenta de tres y yo me voy al mismo tiempo? — pregunta.

Parecemos dos niňos pequeňos, pero por alguna extraňa razón me gusta.

Asiento divertida y con las mejillas ardiendo en calor y vergüenza.

—Uno, dos... — Me sonríe de lado y retrocede dos pasos, yo por mi lado muevo mis manos en seňal de despedida y paso dentro de la línea que me deja al interior de la casa —, Tres.

Se voltea para irse y yo cierro la puerta. Me atacan unas ganas de reír y apoyo mi frente sobre la madera para aguantar las carcajadas, no así la sonrisa que me cruza de lado a lado. Estoy apunto de brincar por toda la casa cuando la mirada de Bruce me hace sobresaltar y pegar un grito extremadamente chillón.

¿Pero qué carajos hace mirándome desde el sillón en medio de la oscuridad?

Esa escena me recuerda a los padres de las series de televisión y su afán por esperar a sus hijos a la entrada sin ninguna luz solo para espirutuarlos en castigo por llegar tarde.

Pero esta escena no es de película ni el es mi padre ni me está esperando como psicópata.

—Perdón — murmura con voz ronca. Parece haber salido de una película de terror.

Mis ganas de tiWhere stories live. Discover now