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Dimitri

5 de enero del 2016

La primera vez que enfrentó su mirada le pareció como el humo,  era espesa, oscura y, de igual manera que pasa si mantienes los ojos abiertos al ver éste; lastimaba.

Pero lo quiso, su corazón supo a la primera que era él por quien había estado esperando todo aquel tiempo en soledad. El apuesto joven elevó los ojos hasta ella, le regaló una media sonrisa y al subir el mentón sacó el humo gris que tenía en la boca por su cigarrillo. Se encontraba sentado justo al otro lado de la habitación, y aunque parecía distraído, estaba perdido en la intensa mirada de Erika Peralta.

-No entiendo cómo te han dejado meter un cigarrillo aquí-Le dijo ella para no suspirar por él, ningún hombre merecería un suspiro de ella jamás.

-Bueno yo sólo lo he hecho-Se explicó antes de llevarse de nuevo el cigarrillo a aquellos labios tallados por los dioses.

-Que suerte la tuya, cuando yo cumplí 18 mi hermano quiso traer un poco de champaña para celebrar, pero no lo dejaron.

-¿Por qué?-Cuestionó él aunque ya sabía la respuesta.

-¿No lo sabes?-Preguntó ella burlona.

-Mi dulce dama estoy completamente perdido.

-Soy una amenaza, y estoy loca-Le respondió sin rodeos.

El muchacho rió desde su sillón, la criatura de piel blanca como la nieve le parecía tan adorable, peligrosa e irresistible, como una sirena asesina.

-Para mí sólo eres hermosa.

-Para todos lo soy-Le respondió ella con jactancia. 

-Pero te pudres en este manicomio, ¿Cómo puede ser eso posible?-Preguntó él para provocarla, quería saber que tan lista era la muñeca de porcelana.

-Bueno... La belleza auténtica supera todo-Fue la única explicación que encontró

-Es verdad, ¿Si no como te he descubierto yo aquí?

-No lo sé ni me importa.

-Tú a mí sí.

-Si así fuera no estarías hablándome desde las sombras-le respondió levantando el mentón de manera altanera, a ella le valía menos que la mierda estar hablando con un extraño, pero anhelaba más que nada en ese momento descubrir el rostro de aquel hombre.

-¿Quieres que vaya por ti?-preguntó el joven y después soltó una risa llena de secretos.

-Ven por mí.-Le instó ella con la voz apagada y sensual.

-Te tomaré completa, te haré mía.

-Sólo escucho-Recalcó ella fingiendo aburrimiento.

Entonces un hermoso joven se desprendió de las sombras y el sol baño cada una de sus virtudes: Sus ojos eran profundos como la noche eterna, su piel era lisa, blanca perla pero con un velo de pecas café sobre el rostro, su cuerpo era el de un gladiador esbelto y alto y sus labios eran las puertas sedientas del mismísimo pecado. Erika sintió miedo entonces. No sabía si temblar de horror o correr a él y besarlo, y es que el dilema radicaba en que el misterioso joven bien podría resultar un demonio como un ángel.

-Dime tu nombre bestia-Exclamó Erika embelesada, pero con la mirada aún más firme que cuando descubrió a su visitante.

-¿Bestia? Que término tan más horrible-Se quejó el chico haciendo un gesto, por cada paso que daba parecía más un dios que un hombre, era como el príncipe de las tinieblas.

-Lo has malinterpretado-Se excusó ella con el ceño fruncido.

-No, tú has acertado demasiado-Le respondió él mientras seguía su camino hacia ella.

-¿Qué quieres de...

-Me llamo Dimitri-Interrumpió el joven cuando por fin estuvo frente a Erika.

El muchacho fue listo, y en vez de echarle otra bocanada de humo en la cara, tiró su cigarrillo a sus pies y lo apago en un silencioso pisón, al hacerlo sonrió sin querer y al elevar su rostro fue la rosa que le regaló a Erika, su sonrisa hizo flaquear aquella fachada de diamante precioso e imprenetable.

-Pues, Dimitri, no me gusta que interrumpan cuando ha...

-Lástima.

Y entonces la besó, se abalanzó sobre ella, y en un arrebato salvaje la apretó contra la pared, donde ella gimió sin verlo venir, él chico era hábil con la lengua y mientras danzaba intensamente junto con la de Erika, acarició su espalda y su trasero una y otra vez. En tanto Erika, ella no sabía nada más que lo que su cuerpo quería hacerla creer, el sabor de la boca de Dimitri sabía a cigarro, pero no sólo a eso, había un intenso toque a menta presente, sin embargo su boca no era la única que había distraído a la hermosa chica, habían sido sus dedos fríos y ásperos al contacto de su piel. Ellos parecían saber donde tocarla, donde hacerla sentir fuego y donde perderse. 

Se separaron, Dimitri sonrió como un galán y Erika penetro su alma con la mirada más oscura y sensual que hubiera dedicado a alguien jamás.

-Me llamo Dimitri-Le repitió él antes de sacar otro cigarrillo de su saco y encenderlo.

-Ya lo has dicho idiota-Le informó ella con los labios hinchados.

-Lo sé, pero no quiero que lo olvides-Le dijo él en susurro cerca de su oreja.

Ella cerró los ojos y respiro tratando de controlarse, en verdad quería besarlo de nuevo.

Pero al abrirlos ya no había nadie, de repente sintió que sobre sus hombros había caído la soledad de una vida entera, pero no sólo era eso, ella también tenía sed.... ¿Pero sed de qué? De él tal vez.

Al caer la medianoche, ya era demasiado tarde, Erika ya había suspirado, y lo había hecho por él.

Lunático amorWhere stories live. Discover now