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Alessandro

4 de julio del 2010

La fiesta había sido enorme y pretenciosa, y en opinión de la gente pobre, demasiado costosa. Sin embargo le realidad era que, en efecto, la fiesta de 15 años de la señorita Peralta había sido un escándalo monetario.

Pero no la malinterpreten, ella no quería un evento al que tendría que invitar a gente que había odiado desde el primer día de colegio. Su padre fue el que insistió en hacer una;

—Será genial Erika, tal vez y hasta haces algún que otro amigo.

  — ¿Quién quiere amigos?

— Tú mi amor, tú deberías querer, me preocupa que nunca vengas con nadie de la escuela, que jamás hayas tenido algún novio, o no sé, estoy nervioso Erika, no puedo parar de pensar que a tu madre le hubiera gustado verte con siquiera... una amiga.

La mamá, siempre la usaba para someterla a su gusto, y ella obedecía, no porque su corazón se enterneciera de amor, o porque el dolor y la pena la movieran, en realidad, lo hacía para no hacer a su padre preocupar más, pues, aunque no lo creyera, a ella no le conmovía ni un poco ser huérfana de madre, es decir, ¿Cómo amar a alguien que no conociste nunca? Además, la idea maternal no era muy tentadora, con Leonor ya le bastaba, y eso que no era su verdadera mamá, ella sólo era  la puta de recuerdo que se había conseguido su papá en un viaje de negocios a Irlanda.

—Bien, lo haremos.

  — Todo será fantástico, llenaremos todo de ros...

— Rojo, rojo vino, rojo sangre—Interrumpió ella con la mirada perdida en la nada y con los labios bailando en una sonrisa.

— Es un color inusual— Le respondió su padre sorprendido. Pero Erika, que casi no sonreía con aquella ternura y naturalidad, elevó los ojos hacia su padre y toco su hombro diciendo;

—Es elegante.

Entonces Erika fue, y dejó que Rita, la organizadora de fiestas, hiciera lo que se le antojara con el dinero de su padre.

La noche llegó tranquila y serena, parecía que su cumpleaños había sido por primera vez una fecha sin lluvia ni vientos fuertes, y eso, aunque ella no lo quisiera aceptar, la alegró infinitamente. En tanto a ella, el vestido que había elegido no era precisamente el de una cumpleañera tradicional. La prenda que había hecho lucir a una joven de 15 años como una mismísima princesa había sido de seda y sencilla, del color exacto entre el vino y la sangre, le descubría la espalda totalmente, protegía sus senos blancos con un hermoso escote strapless y cubría el resto de su cuerpo con sueltos montones de tela suave y  fina.

Para cuando la fiesta había empezado, ella, que en un principio pensó que saldría de esa habitación para tener una entrada en el gran salón, se encontraba todavía encerrada sin ánimos de nada. Lo había decidido después de verse dentro de aquel vestido ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Para quién? ¿Ellos? Los chicos que esperaban verla bajar de aquellas escaleras toda la vida se habían burlado de ella, ¿Por qué esta noche iba a ser diferente? Y si lo era... ¿Aquello iba a ser bueno? No quería formar parte de toda aquella basura, no iba cambiar por un bonito vestido, no iba a de repente sonreírle a todo mundo y ser cortés, no iba a ser lo que toda la vida había odiado.

Entonces la música empezó, de repente, fuera de la puerta ya no había más luz, sino que la oscuridad y rayos de colores eran los que inundaban el exterior acompañados del fuerte sonar de  I tamed de Miley Cyrus y los gritos de la población. Fue cuando Erika sintió curiosidad ¿En verdad su padre se había esforzado tanto en hacer una fiesta por ella? Pues afuera sonaba que estaban en presencia de la mejor fiesta del año.

Lunático amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora