Capítulo 20: No, definitivamente no es un juego

519K 32.6K 6.8K
                                    

Advertencia para no ser cancelada, gracias.

***

¿Realmente lo había dicho? Me estaba volviendo loco.

—¿Qué? —pregunté confundido procesando lo que hace segundos salió por su boca. No me lo creía, no me creía que esa chica fría y orgullosa estaba pidiéndome pasar la noche aquí, conmigo.

¿Se iba a acabar el mundo?

—¿Puedo? —alzó las cejas con una leve sonrisa.

—Sí —contesté de inmediato. Era real.

El corazón estaba latiéndome con fuerza.

Se abrió camino en mi habitación y se acostó a mi lado, pero sin tocarme y casi apegada a la pared, lo que me causó un poco de risa, ya habíamos dormido juntos, nos habíamos tocado y bueno... todo.

¿De verdad estaba ahí? No me lo podía creer...

Ya, te estás obsesionando con el tema, cálmate.

No hiperventiles.

¡Gracias conciencia!

—¿Y por qué decidiste que era buena idea pasar la noche junto a mí? —le pregunté girándome hacia ella, por supuesto que estaba dándome la espalda.

—Porque sí.

¿De verdad? ¿De verdad vino a pasar la noche conmigo para no darme ni bola? ¿Para hacerme hablar con su nuca? Dios dame paciencia...

—¿Viniste aquí para dormir mirando hacia la pared?

—No... —se giró lentamente, su voz tembló un poco.

Me observó a los ojos, tímida.

—Así está mucho mejor —le guiñé un ojo.

Casi como un reflejo coloqué un mechón detrás de su oreja.

Estúpido Bruno, hace un momento asumías que Mila estaba enamorada de Julián...

—¿Ahora si me darás una buena razón por la que estás aquí?

—Sólo quería estar contigo.

—¿Por?

—No lo sé —bajó la voz. —¿Te molesta que esté aquí?

—No.

—¿Por qué?

Mierda.

¿Qué le respondo? ¿Qué le digo? ¡¡¡AH!!!

Jehová, Alá, Zeus, Armagedón, Poseidón... ¡¡¡TODOS!!! Auxilio.

—Porque... —tragué duro, sus ojos verdes me hacían sentir más nervios que nunca y me hacían decir estupideces, más encima estupideces que eran ciertas —Porque me gusta estar contigo. Jamás me molestaría dormir contigo.

¿De verdad eso había salido de mi boca?

Ella sonrió y poco a poco se acercó a mí, abrazándome. Por un momento me tensé con su contacto físico, pero finalmente me relajé y la abracé apegándola más a mi cuerpo. Esta chica lograba que pasara por todos los estados de ánimo en quince minutos.

—Buenas noches —susurré cerca de su oreja.

Ella se estremeció.

—¿No apagarás la luz?

—Te da miedo la oscuridad —me burlé.

—No ahora, idiota —sonrió.

Extendí mi brazo hasta la lámpara y apreté el interruptor consiguiendo que toda la habitación quedase a oscuras.

¡Eres mio! ImbécilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora