Capítulo 28: La última llamada

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MILA

Me quedé un momento observándola, pensando en todas las posibilidades de cómo mi madre y él pudieron haberse conocido, pero su mirada penetrante me hizo despertar de mis pensamientos. Desde que ella y papá se divorciaron, ella siempre se dedicó a trabajar y cuidar de mí, de ir a terapia por la pérdida que todavía sufre y, ahora, se veía radiante... se veía feliz. Y eso me infló un poco el corazón.

—No, no me molesta —respondí rápidamente. —Te ves... feliz.

—Lo estoy, pero me lo quiero tomar con calma. Se siente un poco abrumador sentir cosas por otra persona luego de... luego de tanto.

Asentí levemente.

—¿Es casado?

—No.

—¿Tiene hijos?

—No.

—¿Es normal?

Ella soltó una carcajada.

—Es estéril, no puede tener hijos. Y nunca se casó.

—¿Cuál es su nombre?

—Louis.

Sonreí al verla sonreír a ella.

—Pues que venga.

***


Esa noche se sintió extraña, como todas las primeras noches de vuelta de un campamento de verano. Mi cama parecía kilométrica y los metros cuadrados de mi habitación mucho más grandes que antes. Con sólo la lámpara del velador encendida miré las fotografías colgadas en la pared de mi costado, éramos Daniel y yo, mis amigos de la escuela y también algunas que tenía con Val y Emilia.

Cogí mi móvil un momento y no pude evitar pensar en si Bruno ya se había dado cuenta de que el campamento había finalizado y ya todos estábamos en casa. Tuve la esperanza de encontrarme con algún mensaje, pero claramente no fue así, sólo encontré uno de Valery que había enviado hace quince minutos.

Val: Mira lo que encontré, Renato y yo la sacamos a escondidas... Pensé que tal vez te gustaría tenerla.

Se me apretó el estómago cuando vi la fotografía.

Éramos Bruno y yo tendidos en el césped al costado de la piscina, yo acostada y él mirándome con su codo apoyado. De inmediato mi mente viajó a ese momento, Bruno estaba soplándome un ojo porque se me había metido una pestaña. Aparecíamos riendo.

Contemplé la fotografía por bastante rato, haciéndole zoom y luego alejándola. Tenía un nudo en la garganta, sobre todo porque quería regresar el tiempo atrás y haber disfrutado mucho más de él.

Mila: Gracias.

Fue lo único que contesté.

Y los días pasaron, y por supuesto no recibí ningún mensaje del pelinegro, aunque no estuve pensando mucho en él, no al menos como lo hacía encerrada en el campamento. Ahora estaba preocupada de comenzar un nuevo año escolar, de comprar cuadernos, una mochila e ir digna a mi último año. Había estado conversando con mis amigos por mensajes, los dos hablaban lo mismo: Ir a fiestas, tener su primera relación sexual, encontrar algún amor de último año... entre otras cosas.

Todo se me pasó tan rápido que ni siquiera me di cuenta cuando ya estaba desayunando junto a mis amigos en la escuela ese primer día: Gustavo y Bastián.

—Último año ¿Eh, Mila? —me sonrió Gustavo con su infaltable cámara en las manos, estaba grabándome.

—Si... —respondí intentando parecer la más emocionada del mundo.

¡Eres mio! ImbécilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora