98. Suhail

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Me dolía un poco la cabeza, pero acomodé mis gafas para poder seguir buscando más palabras de cuatro o más silabas.
No era una obsesiva de buscar palabras complicadas, aclaro... Bueno, tal vez un poco.

Escuché a Max escalar el árbol e intenté esconder algunos libros bajo mi cama para que no viera tantos.

—Hey —saludó con una pierna dentro y otra afuera. 

Lo ignoré.

—Que raro que estés de mal humor —dijo, sarcástico, y entró a mi habitación echando un vistazo burlón a la torres de libros a mi alrededor—. ¿Es en serio?

Lo miré por encima de mis gafas:

—Algunos tenemos cosas que hacer.

—Perdón —dijo, haciendo una mueca y cogió entre sus manos uno de los libros para intentar sacar de este uno de mis separadores.

—No. No. No —lo regañé—. Esa página tiene dos palabras, cada una con seis silabas.

Que me llevó mucho tiempo encontrar, por cierto.

Max bufó, regresó el libro a su lugar, se sacó sus zapatos y su chaqueta, tiró al piso una de mis torres de libros para estudiar y se recostó junto a mi.

Otra vez lo miré por encima de mis gafas:
—Te juro que si al caer eso —señalé los diez libros en el piso— se salió aunque sea una de mis notitas o separadores, te engraparé el pito al ombligo.

Él se echó a reír y colocó su mano entre su pito y su ombligo.
—Oye, creo que si llega —dijo—. ¿Quieres ver?


Sacudí mi cabello y devolví mi atención al libro en mis manos. «¡Idiota!» E intentaba concentrarme cuando escuché a Max decir:

—Tiene que ser una puta broma.

Miraba mi techo.

Me senté derecha sintiéndome incómoda por ser descubierta, lo admito; pero lo disimulé y también miré mi techo.

Esperanza. Libertad. Amor...

—¿Qué? —pregunté, fingiendo no ver nada extraño.

—¿También ahí pusiste palabras?

—Únicamente mis favoritas —aclaré e intenté concentrarme otra vez en mi lectura.

—Ajá. ¿Y dónde está "Max"? —preguntó, todavía mirando mi techo.

Rodé mis ojos. —En el piso, con las que menos me gustan.

Eso lo hizo reír.

—¡Y déjame concentrarme!

Volví mi atención a la lectura y justo encontré otra palabra complicada: Apercibimiento.
Suspiré y busqué debajo de mi libro el cuardeno amarillo para Palabras complicadas y la anoté dentro. Después coloqué un post-it amarillo en la esquina de la página donde encontré la palabra.

Me gustan las palabras. Cada una, por muy corta que sea, puede inspirarnos, atemorizarnos o, mejor aún, transformarnos.
Una letra por si sola no hace mucho, pero juntas, tanto vocales como consonantes, tienen el poder de trasladarte a lugares increíbles y provocar de esa manera tu imaginación y tus sentidos. Por ejemplo, al leer "Oh, esta sopa tiene demasiada sal", yo soy de ese tipo de personas que, lo juro, siento la sal en mi paladar. Y es increíble.
Porque las palabras, si las unes, hacen magia.

De pronto recordé que tenía visita y mi atención volvió a Max... Él me estaba mirando.
Le gustaba hacer eso: Venir de donde sea que hiciera sus estupideces, trepar el árbol, entrar por mi ventana y quedarse un rato en mi habitación para que Miranda no se diera cuenta de que estuvo fuera. Y mirarme... Le gustaba mirarme un largo rato como si se preguntara de qué estoy hecha.
A lo mejor de palabras.

Max & Suhail ©Where stories live. Discover now