CAPÍTULO 2

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Rachel

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Rachel. 

Londres.

El avión aterrizó a las diez de la mañana. Cuento con la dicha de encontrarme con los rayos del sol en el frío Londres en pleno marzo. Me abro paso entre los turistas que se toman fotos y compran en las tiendas de recuerdos. Hay más gente que el año anterior.

Desde lejos veo a Bratt en la sala de espera. Perfecto como siempre, vestido con una playera azul, vaqueros negros y zapatos deportivos. Una pareja de ancianos se le acerca, él les facilita la información que requieren y continúan caminando.

Lo eché tanto de menos. El corazón se me acelera y las manos me sudan a medida que me voy acercando, tropiezo con algunos turistas mientras corro ya que la ansiedad me está matando. Me lanzo a sus brazos, toma mi cintura y me alza en el aire juntando nuestros labios en un tierno beso.

—Te eché de menos, hermosa —me abraza.

Lo atraigo hacia mí volviéndolo a besar. Siento mariposas que revolotean en mi estómago cuando me sonríe.

—La próxima vez no te dejaré ir sola —me advierte.

Sigo aferrada a él mientras frota su nariz con la mía. Me encanta la idea de que vaya conmigo, así no tendré que durar tantos días sin verlo, aparte mis papás lo adoran. Serían las vacaciones perfectas.

—¿Quieres comer algo? —me quita la maleta en tanto toma mi mano.

—No, odio la comida de los aeropuertos.

Le doy un breve resumen de cómo está mi familia mientras caminamos hacia el estacionamiento. Ubica su Mercedes y me abre la puerta del copiloto. Enciendo el estéreo, en los parlantes suena música de Aerosmith.

Tarareo una de mis canciones favoritas «Crazy»

Come here, baby

You know you drive me up the wall

The way you make good on all the nasty tricks you pull

Seems like we're makin' up more than we're makin' love

And it always seems you got something' on your mind other than me

Girl, you got to change your crazy ways

You hear me?

—¡Que alegre estás! — me dice mientras se pone al volante saliendo del aeropuerto. 

—Tengo muchos motivos para estarlo —me suelto el cinturón acercándome en busca de su boca.

—¡Quieta cariño! —sonríe— Es peligroso y alguien puede vernos.

—¡Qué importa que nos vean! —digo contra su cuello— Es más excitante.

Aparta mi mano, ésta milagrosamente llega hasta su entrepierna.

Lascivia (Disponible en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora