El auto del papá de Claudia.

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El padre de Claudia trabajaba en una nave insustrial embotellando suavizante para la ropa. Trabajaba hasta las siete de la noche. El padre de Claudia tenía un coche que no usaba y su hija y yo nos metíamos dentro para no pasar frio hasta que el regresaba.

El padre de Claudia no sabía que nos metíamos en su coche. Su madre tampoco. Su madre realmente no sabía casi nada. El cerebro le había dejado de funcionar y se pasaba las horas sentada en una gran silla de mimbre delante de la televisión. La televisión podía estar encendida, a ella le daba lo mismo, pero ellos preferían dejarla encendida; creo que lo hacían por si algún dia ella decidía volver al mundo de los vivos para que no se sorprendiera al descubrirse delante de un televisor apagado.

-Ayer ví a Anne Cox en televisión. –me dijo Claudia el día después de la emisión del programa.

-Ya, mucha gente la vió.

-No paró de llorar ni un momento durante toda la entrevista.

-Si, ya lo sé.

-Mi padre también la vió. Estabamos cenando cuando salío.

-¿Y dijo algo? –le pregunté.

-Me preguntó que si tu conocías a la mujer de la televisión.

-¿Y tu qué le dijiste?

-Le dije que no, que aquella mujer era la madre de un chico que habían atropellado y ya, que no tenía nada que ver contigo.

La miré, pero no dije nada.

-¿Te ha molestado que le haya dicho eso?  -me preguntó- ¿Estás enfadado?

-No –respondí

-El no habría entendido, tu no le conoces. El es demasiado homofóbico. Créeme, era mejor no decirle que era la madre de tu novio.

-Claro, no te preocupes, no pasa nada.

Miré el reloj del salpicadero, eran las seis y treinta minutos de la tarde.

-Tu padre puede venir en cualquier momento, creo que será mejor que salgamos del coche.

Claudia también miró el reloj del salpicadero. Seguía marcando las seis y treinta  y minutos de la tarde. Los dos sabíamos que su padre no salía del trabajo hasta las siete y nunca llegaba a su casa antes de las siete y media.

-Claro –se limitó a responder-

Y, tras sacar la llave del contacto, abrió la puerta.

Needless Time |Larry Stylinson|Where stories live. Discover now