Enterrada bajo tierra.

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Guardé la guitarra en su funda y me la colgué en la espalda.

Salí de la casa a primera hora de la mañana, cuando empezaban a golpear los rayos de sol.

Llegué a la antigua carretera, de los pantanos y comencé a caminar por el arcén sin mirar atrás ni una sola vez.

Mientras caminaba, recordaba la noche en la que el padre de Harry me despertó a la madrugada y circulamos por aquella misma carretera con la escopeta de cañones recortados en el maletero.

Me detuve en el kilómetro 17; estaba exhausto. No llevaba agua, ni comida,  y sentía como si los pies estuvieran ardiendo dentro de los zapatos.

A mi alrededor no había nada, cientos de hectáreas de arena amarillenta y hierbajos secos que no parecían conducir a ningún  sitio.

Sin saber muy bien porqué, me puse a cavar. Comencé a hacer un agujero con mis propias manos en medio de aquel desértico paraje. El suelo estaba duro y me costaba avanzar. La tierra comenzó a meterse entre mis uñas hasta que una de ellas cedió y comenzó a separarse de la piel. Fue tan lento como doloroso. No podía verlo, tenía las manos cubiertas de tierra, y las lágrimas dejaban mi vista completamente borrosa, no podía ver mis dedos pero pude sentir como la piel se desgarraba y una a una, mis uñas pasaban a ser parte de aquel montón de arena amarillenta y seca.

Conseguí cavar un agujero lo suficientemente profundo como para enterrar la guitarra, pero para poder hacerlo tuve que sacarla de su funda. La coloqué con delicadeza, como si estuviera enterrando el cuerpo sin vida de un ser humano. Lo observé en silencio durante unos segundos y después la cubrí con lo restos de tierra que había a mi alrededor.

No paré de llorar ni un instante durante el tiempo que tardé en enterrarla.

Regresé a casa caminando con la funda vacia sobre los hombros y los dedos ensangrentados.

Mi madre y mi padrastro estaban esperándome. Los encontré en la cocina, sentados en los mismos taburetes en los que se sentaban siempre que tenían algo que esperar. Mi madre me limpió las heridas de las manos con alcohol y me las cubrió con yodo.

Cenamos en silencio. Yo no podía coger los cubiertos y tuvieron que alimentarme como si fuera un niño que no supiera valerse por sí mismo. Recordé que a Harry le gustaba hacerlo en ciertas ocasiones.

-He visto la funda de la guitarra –dijo mi padrastro- está vacía.

-Ya lo sé. –respondí.

Pasaron unos segundos en los que no habló nadie.

-Nunca me gustó su sonido. –dijo mi madre- Era muy molesto.

Nadie volvió a pronunciar una sola palabra durante toda la cena.

Al día siguiente la funda desapareció de mi cuarto. Nunca supe su paradero, ni tampoco quién fue la persona encargada de deshacerse de ella.

Nadie volvió a hablar de la guitarra después de aquella noche.

Needless Time |Larry Stylinson|Where stories live. Discover now