HOGAR DULCE HOGAR

901 39 0
                                    

Al llegar a casa, Liam salió disparado del coche y entró a buscar a su madre, pero como todos sabíamos menos él, no la encontró por ninguna parte, lo que le causó soberana decepción. Gritó su nombre en cada una de las habitaciones, pero estas solo le devolvieron su propio eco.
—Papá, ¿y mami? ¿Dónde está? Pensé que estaría esperándome...
—Grandullón, lo siento mucho y mamá también, pero ha tenido que salir a uno de esos viajes suyos. Ya sabes que tiene muchos por su trabajo, aunque le hubiera encantado estar a tu regreso le fue imposible. Pero ya verás que te trae algo chulo cuando vuelva, creo que está por Roma esta vez. —Su voz denotaba cierta tristeza.
—¡Jooo! La echo de menos, quería contarle todo lo que hice. Nunca está en casa, ¡jooo! —Parecía apunto de echarse a llorar.
—Tranquilo, ahora hacemos una videollamada y vemos qué tal está. Podrás contarle todo, ¿vale? ¿A que es una buena idea?
—¡Sí! ¡Genial! ¡Vamos a llamarla! ¡Vamos a llamarla!
—Ya voy, ya voy, déjame coger el ordenador, —rió.
Viendo el panorama me di cuenta de que sobraba en ese momento. Estaba fuera de lugar y solo sería un estorbo. Además me sentía incómoda de repente, así que les di una excusa y me fui a la casa de invitados:
—Chicos en lo que llaman a Daniela voy a cambiarme y ponerme cómoda. Enseguida vengo y hago algo de comer para los tres.
—Vale, hasta ahora, —respondieron padre e hijo al unísono sin hacerme prácticamente caso.
Mientras me alejaba podía seguir escuchando sus conversaciones, que se iban perdiendo a medida que la distancia aumentaba.
—Después de hablar con mamá, tengo un regalito para ti, a ver si te gusta.
—¿Qué es? ¿Qué es?
—¡Ah! Ya verás. Vamos a hablar con mamá primero.
Eso fue lo último que oí mientras me adentraba en el garaje para ir a la casa de invitados. Me volví a dar una ducha, aunque solo del cuerpo. No tenía ganas de volver a peinarme, además el pelo me aguantaría limpio unos días. Simplemente quería refrescarme. A continuación me puse una ropa fresca y cómoda para estar por casa. Para hacer algo de tiempo y darles un poco más de intimidad cogí el libro que tenía a medias y terminé de leer las últimas páginas que me quedaban. Tendría que preguntarle a Gómez sobre él, para saber si era suyo o si sabía de quién era. Sobre todo por si alguien sabía el maldito final.
—¡Dios! ¡Cómo se me pasó el tiempo! — Grité en voz alta para mí misma.
Pensaba que llevaba media hora en la casa, pero había pasado más de una. Me apresuré a ir a la cocina para hacer la comida. Todos debían estar hambrientos. Una vez regresé a la casa principal fui a dar con ellos.
—Chicos, perdonen la tardanza, lo siento mucho, me entretuve. —Me empecé a excusar. —Enseguida les preparo algo rico. ¿Qué te gustaría comer hoy Liam?
—No te preocupes, tranquila, no hay prisa. Estábamos entretenidos hablando con Daniela y abriendo el regalito de Liam.  —Sin embargo, tras acabar de hablar sus tripas rugieron delatándole, lo que produjo una sonora carcajada por parte de todos.
—¡Yo quiero pasta, pasta! ¡Yo quiero pasta, pasta! Yo quiero, ¡pasta! —Contestó efusivo y cantando el pequeño Gómez.
—Buena elección, enseguida me pongo a ello.
Acto seguido empecé a preparar el almuerzo. Liam salió de la cocina dejándonos solos, por lo que aproveché la oportunidad para sacar el tema del libro.
—Por cierto, Robert, he visto un libro que me ha gustado mucho. La historia, por desgracia, me representa... —añadí con tristeza. —Está inacabado y me gustaría conocer el final si está escrito o si sabes cómo acaba. Se titula "Psicología: María".
—Sí, sé de qué libro me estás hablando, lo escribí yo. Aunque más que un libro es una tesis sobre un caso de violencia doméstica que hice sobre una paciente, la verdad que nunca la terminé... El final... No creo que te guste... Por eso lo quité, no se me da muy bien escribir. Además, la protagonista se trata de... Bueno, nada, eso, que nunca llegué a terminarla. Lo siento. —Respondió con un nerviosismo impropio de él y muy apurado, como si tratara de ocultarme algo, cosa que me inquietó y preocupó.
—Pues es una lástima, Me parecía un buen libro y me estaba gustando mucho, pese al tema que trata. Quizá porque me veo reflejada y me siento menos idiota así. —Se me aguaron los ojos, así que traté de seguir hablando del tema. Tampoco quise indagar sobre qué había alterado tanto a Gómez al preguntarle por el final, por lo que no le insistí más.
—Pues gracias por tus palabras. Nunca he tenido por hobby escribir, la verdad. Ese caso fue una excepción.
—¿No? Pues a mí me encantaba, lo que a Martín no le gustaba mucho como escribía. Siempre me decía que no servía de nada y que perdía el tiempo en tonterías, por lo que dejé de hacerlo... Nunca me creí la mejor, pero pensaba que era buena. Cuando era pequeña escribía poemas, relatos cortos y cosas así. Solía ganar los concursos del colegio, por eso creía que no se me daba tan mal.
—¿Y qué importa lo que te diga nadie? Si te gusta, seas mejor o peor hazlo, pero hazlo por y para ti, no por o para otra persona.
—Ya, pero no sé. El tiempo que perdía escribiendo basura pues me dediqué a emplearlo más en él. Además, sus palabras hicieron que me desanimara. Yo creo que me abrió los ojos y me dijo lo que todos pensaban, que no valía para eso.
—¿No crees que igual te los cerró? ¿Qué te cortó las alas?
—No sé... no creo, él no es así... —Lo empecé a excusar con la voz rota.
—Debería retomarlo, es más, como parte de la terapia que tenemos pendiente quiero que escribas. Escribe lo que sientes, o lo que te apetezca. Déjate llevar y vuelca todo lo que llevas dentro.
—Vale, sí, lo intentaré. Si no sirve, luego no digas que no te avisé. ¿Sobre qué puedo escribir?
—Sobre ti misma, por ejemplo.
—Mi vida no es muy importante ni muy feliz como para que escriba sobre ella ahora mismo. Además no sé si podría... Al menos no en este momento.
—¿Y por qué no terminas mi tesis? Invéntate un final, uno feliz, por favor. —Sonó como si me estuviera rogando cuando me pidió ese final feliz. Me inquietaba cuando hablaba de la tesis, su semblante y actitud cambiaban. Su aura de positividad y alegría se esfumaban por completo.
—Pues no es mala idea, me lo pensaré.
Justo en ese instante reapareció Liam en la cocina. Me enjugué los ojos que aún estaban vidriosos y puse la mejor cara que pude para que no me viera mal. No quería disgustarlo ni que se llevara una mala impresión de mí.
—¡Ummm! ¡Qué bien huele, Isis!
—Gracias, Liam. Espero que te guste.
—¿Estás bien? ¿Estabas llorando?
—¡Qué va! Estuve picando cebolla y mira como me he puesto. Pican un montón en los ojos. —Mentí.
—¡Es verdad! A mí me ha pasado cuando mi madre ha estado cortando cebolla. ¡Es horrible!
—Bueno, ¿y qué hacías? ¿Estabas jugando al nuevo videojuego que te regaló tu padre? ¿Está guay?—Le pregunté cambiando de tema radicalmente.
—Pues, sí. ¡Es una pasada! Es el mejor juego del mundo mundial. ¡Guauuu! Ya lo verás.
—¡Qué bueno! Ya me lo enseñarás luego, ¿vale? Ahora vamos a comer que ya está todo listo y seguro que estáis muertos de hambre. Sobre todo tu padre, ¿oíste antes como le sonó la barriga? —Reí desganada.
—Sí, es verdad, —rió.
Nos sentamos todos en la mesa y disfrutamos, o al menos eso me pareció, de una magnífica pasta a la carbonara. Aunque no era propio de mí adularme, he de decir que me quedó exquisita, digna de cualquier restaurante italiano. Los chicos enseguida lo corroboraron. Mientras comíamos, Liam nos contaba con todo detalle cómo era el videojuego. La verdad es que habíamos conectado muy bien el pequeño y yo. Fuimos quienes ocupamos prácticamente toda la conversación durante el almuerzo. Robert casi no intervino, estaba taciturno y un poco más serio de lo habitual. Aunque quizá solo estaba hambriento y no podía pensar en otra cosa que no fuera en comer.

 Aunque quizá solo estaba hambriento y no podía pensar en otra cosa que no fuera en comer

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Ponte en mi lugarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora