HISTORIA DE UN ELEFANTE

754 35 2
                                    

...Martín, te quiero tanto... Me alegro de que hayamos vuelto. Sabía que todo había sido un malentendido y que tú también me querías. Le dije mientras me acercaba a su rostro para besarlo...
¡Pi, pi, pi! ¡Pi, pi, pi! El sonido del despertador irrumpió en el momento justo para evitar que besara en sueños a Martín. ¡Ufff! ¡Qué mal! Tras el desafortunado encuentro y la llamada de la noche anterior, me había pasado toda la noche soñando con él. Me encontraba muy confundida, tenía el corazón dividido. Esperaba conseguir respuestas con las terapias de Robert que empezábamos hoy, o iba a terminar volviéndome completamente loca, o peor aún, cayendo en las garras de Martín una vez más...
Apartando todo pensamiento de mi cabeza, entreabrí los ojos lentamente. Me percaté de que me había quedado dormida sentada en la silla, sobre el escritorio. Me había pasado buena parte de la noche escribiendo, tal como me había aconsejado Gómez, pero se ve que en algún momento que no recordaba caí rendida. Me quité una hoja que tenía adherida a la cara y me estiré cuanto pude, ya que me dolía todo el cuerpo de estar retorcida. Entonces me levanté y paré el maldito despertador ¡Pues sí que empezaba el día movido! Me fui a dar una ducha caliente, a maquillarme mi amoratado rostro, vestirme y a prepararle el desayuno a Liam. Hoy empezaba su jornada escolar.
—Buenos días, Liam. Veo que ya estás vestido y todo, ¿eh? ¿Con ganas de empezar?
—¡Sí! Tengo muchas ganas porque voy a ver a todos mis amigos y les contaré todo lo que he hecho y... —Empezó a hablar atropelladamente de la exaltación.
—¡Qué guay! Te voy a hacer unas tortitas para chuparse los dedos y un zumo de naranja para desayunar, ¿te parece bien? Desayunaremos juntos.
—¡Sí! ¡Tortitas! ¡Tortitas! —Empezó a canturrear.
—Me alegro que te gusten, les puedes poner lo que quieras. Incluso a una le podemos poner Nutella, pero no se lo digas a tu padre.
—¡Ummm! ¡Sí, Nutella!
Mientras preparaba el desayuno, el pequeño Gómez se puso a ver los dibujos, unos de esos que pese a ser infantiles eran muy graciosos. Me imagine una vida así para mí, con un buen marido, trabajo estable, una buena casa, un perro, un hijo... y no pude evitar que se me rayaran los ojos. ¿Por qué la vida me trataba así? Intenté pensar en otra cosa, y aunque me sabía de memoria la receta de las tortitas, leí lo que ponía el envase por detrás para ocupar la mente. Una vez terminé de preparar todo, llevé el desayuno a la terraza, ya que hacía buen tiempo.
—¡Dios, Isis! ¡Están buenísimas! Deberías enseñarle a papá cómo se hacen. Siempre se le queman y le quedan malísimas.
—Pues un día le explico, es fácil. Tiene su truco para que no se peguen y queden así de sabrosas, pero en cuanto le coges el punto es pan comido. Igual te enseño a ti también a hacerlas.
—¡Sí! Así puedo hacerle a mami unas cuando vuelva.
—La echas de menos, ¿no?
—¡No! —Dijo poniéndose colorado.
—¿Seguro que no? Anda, sabes que sí, di que sí. Admítelo. —Le dije mientras le hacía cosquillas.
—Bueno, un poco... ¡Para! Me haces cosquillas, rió.
Tras terminar de desayunar le di a Liam la fiambrera con la comida del colegio, la cual metió en la mochila con premura, y lo llevé a la parada del autobús escolar. No tardó mucho en llegar, esperé hasta que el pequeño se subiera. Una vez dentro y acomodado, el pequeño Gómez se despidió a través del cristal con la mano, a lo que le respondí con el mismo gesto.
Regresé a la casa, recogí todo y dejé preparado el almuerzo. Entre una cosa y otra se había hecho la hora de acudir a la primera consulta con Robert. La habíamos fijado para la una y eran las doce y media, y tardaría unos treinta minutos en llegar caminando hasta la consultoría. Me sentó bien caminar bajo el Sol y estirar un poco las piernas, la verdad es que el día estaba estupendo. El calor en el cuerpo, el buen tiempo y los pájaros cantando me alegraron un poco el alma herida.
—Buenos días, Robert.
—Buenos días, Isis. ¿Cómo amaneciste hoy? ¿Todo bien con Liam?
—Bueno, tuve bastantes pesadillas... además, me quedé dormida en la silla sobre el escritorio escribiendo... ¡Soy un desastre! Con Liam genial, tienes un hijo estupendo.
—¿Quieres hablarme de tus pesadillas?
—Yo... No me siento con ánimo para ello, si te soy sincera.
Robert intentó sonsacarme mis sentimientos, mi experiencia traumática, mis pesadillas, etc., pero estaba cerrada. No porque no confiara en él y quisiera abrirme, es que no era capaz de hablar de mi situación, porque ni yo misma entendía mis sentimientos. Me sentía mal porque estaba haciéndole perder el tiempo con todo lo que se estaba esforzando por mí. Me sentía mal porque aunque debería sentir rechazo y odio por Martín, aún lo amaba. Me sentía mal porque estaba perdida, rota, confundida, dolida física, pero sobre todo mentalmente. Me sentía tan mal... Que hubiera preferido dejar de sentir. Por suerte Gómez le dio la vuelta a la consulta y evitó hablar de mí directamente.
—Te voy a contar una historia que me contaba mi abuela de pequeño y que me dio mucho que pensar en mi adolescencia:
[...Había una vez un elefantito pequeñito, que fue arrebatado de su familia por un circo ambulante. El animalito fue atado con una cuerda a una pequeña estaca que enterraron a escasos centímetros en el suelo, lo justo para que no pudiera escapar. Los primeros días el elefante lloraba, pataleaba y tiraba con todas sus fuerzas una y otra vez, pero era incapaz de arrancarla. Con el paso del tiempo, fue tirando cada vez menos, y menos, y menos... Hasta que dejó de tirar, eso sí, todas las noches lloraba desconsolado. Cuando creció y se hizo adulto, tenía la fuerza suficiente para arrancarla sin apenas esforzarse, pero ya no lo intentaba, se había rendido. Ahora sí poseía la fuerza suficiente para salir corriendo, pero había perdido toda esperanza de lograrlo y se acostumbró a ello, incluso dejó de llorar. Ya no la veía como una atadura, como una privación de su libertad, como eso que lo alejaba de su casa y de su familia, lo veía como su nueva vida. El elefante quedó atado a esa estaca de por vida, trabajando para el circo, pensando que era su destino, que era lo que le correspondía y olvidando quien era...].
—Entiendo la metáfora... Pero, en mi caso, mi casa, mi familia, mi todo, era el circo, era Martín. Yo no quería huir de ahí. Hasta que pasó lo que pasó.
—¿Estás segura que no te pasó exactamente igual que al elefante? ¿Crees de verdad que lo que te pasó fue de la noche a la mañana?
—Yo... No... No lo sé... —Contesté con lágrimas en los ojos.
—Creo que en el fondo lo sabes, lo que te cuesta aceptar la situación y es totalmente normal, pero tienes que pararte a pensar bien en todo. Nunca te has atrevido a mencionar qué te pasó, ni por qué huiste, aunque me pueda hacer una idea. Antes de eso, ¿todo era perfecto? ¿O hacías cómo que lo era y lo dejabas estar?
—¡Ufff! No sé, Robert, yo... No puedo hablar, no estoy preparada para ello... Lo siento, —me disculpé, me levanté de la silla y salí corriendo.
—Espera, Isis, ven. No pasa nada. Siéntate, por favor.
Miré indecisa a la puerta y a él varias veces. Sus ojos mostraban compasión y comprensión infinita. ¿Por qué se empeñaba a ayudar a esta pobre idiota? ¿Por qué se esforzaba tanto? ¿A caso merecía a una persona así a mi lado? Agarré el pomo de la puerta y empecé a abrirlo, pero al volver a mirarlo a la cara vi su expresión, una expresión que denotaba fracaso y me terminó por romper. No podía hacerle algo así a la única persona que se había preocupado de esta manera por mí. Rompí a llorar de nuevo y fui hacia Robert y lo abracé. Necesitaba cariño y él me brindó un abrazo fuerte, de los que llegan al alma y te transmiten todo sin necesidad de palabras. Volví a mirarlo a los ojos, tan cerca como estábamos y le pregunté:
—¿Por qué? ¿Por qué te esfuerzas tanto? ¿Por qué yo?
—Porque lo necesitas, porque me recuerdas mucho a alguien... —se le aguaron los ojos y no terminó la frase. —Porque quiero ayudarte y que salgas bien parada de todo esto, —completó la frase, claramente cambiando lo que iba a decir inicialmente, aunque no me atreví a preguntarle a qué se refería.
—Gracias.
Me separé bruscamente de él, no estaba acostumbrada a esos acercamientos con otro hombre y lo había hecho sin pensar. Había actuado más bien por necesidad, esperaba que no se lo tomara mal, pero como acostumbraba a hacer, no pareció darle importancia al gesto.
—Robert, por ti prometo que intentaré no ser como el elefante. Intentaré no rendirme nunca ante nada y lucharé por lo que quiero y por lo que no quiero... Aunque me cueste.
Sin embargo, no me atreví aún a contarle que había visto a Martín, que había recibido una llamada suya, que había soñado que volvía con él, que aún estaba confundida con mis sentimientos, no sabía si lo amaba, o si lo odiaba, si había dejado de ser yo desde que empecé con él, o era verdaderamente... Tenía tantos miedos, tantas inseguridades, tanta confusión, tantas cosas que contarle... pero no sabía como... o más bien no me atrevía... Tenía miedo de que si lo decía en voz alta se hiciera más real todo y no sabía si podría soportarlo.
—No quiero que lo hagas por mí, Isis. Quiero que lo hagas por ti, porque vales mucho, porque tienes que aprender a quererte, a valorarte, a ser fuerte. Costará, claro que costará, y te será un largo camino, camino que haremos juntos, pero sé que lo lograrás recorrer, confío en ti. Has las cosas por y para ti, pensando únicamente en ti, da igual lo que creamos o pensemos los demás, ¿vale?
—Vale... Lo intentaré, no te prometo nada, pero al menos lo intentaré.
—Bueno, ya es un buen paso. Además, confió en que lo harás.
—Gracias, Robert, de verdad, gracias.
—No tienes que darlas, para eso estamos aquí.
—Ya... Bueno, perdona si sueno cortante. Tengo que ir a casa, en un rato llegará Liam.
—Nada, no te preocupes, nos vemos luego. Ahora intenta despejarte de todo esto por el camino y verás que poco a poco irás a mejor. Mañana seguiremos con la consulta, fuera de ella no te mencionaré el tema, seremos como dos amigos más. A no ser que lo necesites.
—Me parece bien, nos vemos luego. Que tengas un buen día.

 Que tengas un buen día

Ups! Gambar ini tidak mengikuti Pedoman Konten kami. Untuk melanjutkan publikasi, hapuslah gambar ini atau unggah gambar lain.
Ponte en mi lugarTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang