TU CARA ME SUENA

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De camino a casa nos encontramos con Robert, quien nos recogió en el coche y nos terminó de alcanzar.
—¡Hola papá! ¡Soy el capitán! ¡Soy el capitán!—Gritó Liam exaltado por la emoción.
—¡Hola mi capitán! ¡Qué bueno! ¡Me alegro mucho! ¡Felicidades! Cuéntame, ¿cómo te fue el día?
A continuación, el pequeño le empezó a relatar con pelos y señales todo lo que había hecho desde que se despertó. Siguió hablando incluso al bajarnos del coche y cuando entramos en la casa. ¡No paraba! Al final los dejé alegando en lo que iba a preparar la cena, aunque incluso en habitaciones distintas, seguía escuchando la voz de Liam que estaba como loco. Hice algo sencillo y rápido de cenar, y al cabo de poco tiempo estuvimos todos sentados en la mesa.
—Hola, Isis, ¿y tú cómo estás? Que con este pedazo de capitán hablando ni he podido preguntarte.
—Bueno, algo más calmada.
—Creo que se ha resfriado, papá. Cuando salí de entrenar tenía mala cara...
—¿Sí? ¿Estás mala?
—No, bueno... Cogí algo de frío, sí, pero estoy bien, de verdad. No es nada. —Prefería decirle eso y ocultarle que había hablado con Martín. Sin embargo, por la cara que puso Robert, no estaba creyendo mucho lo que le decía. Tenía la sensación de que siempre sabía cuándo le mentía, aunque se hiciera el loco.
—Mejor así, la próxima vez ya sabes, a llevar más abrigo por si acaso, que aunque sea verano a veces refresca por la noche. ¿Y cómo se ha portado el pequeñajo?
—¡Papá! No me llames así.
—Bueno, el grandullón.
—¿Liam? Genial, siempre se porta bien. Es un buen chico.
La conversación no se alargó mucho más, pues todos estábamos bastante hambrientos y cansados.
—Buenas noches, chicos, que descansen.
—Buenas noches, igualmente, —respondieron al unísono.
Como iba siendo costumbre, escribí un poco antes de irme a dormir. Por fin esta noche logré dejarlo a tiempo e irme a acostar en la cama, y no sobre el escritorio toda retorcida. ¡Qué cómoda y blandita estaba! Esperaba tener sueños agradables, aunque el haber hablado con Martín no sé si ayudaría a ello...
A la mañana siguiente, me desperté con buenas energías. ¡Qué bien había dormido! Por suerte no tuve sueños, no que recordara, lo que era bueno, al menos no tuve sobresaltos nocturnos y pude descansar bien. Tras dejar a Liam en el autobús, me dispuse a ir a la comisaría a entregar la cartera que había encontrado la noche anterior. Sin embargo, antes de salir miré en su interior, por si había algún tipo de documento de identidad. Tras mirar en cada bolsillo encontré el DNI. Me percaté que la dirección quedaba cerca, así que en vez de ir a la policía, decidí escribir una carta y dejarla en el buzón del susodicho:
"Estimado Sr. Ángel, me he encontrado su cartera en las gradas del campo de entrenamiento, espero que estén todas sus pertenencias y no le falte nada. Un saludo, Isis".
No sé por qué me dio por escribir una carta en vez de ir y tocar al portero directamente, supongo que me daba miedo, hay gente muy rara por ahí... Quizá si faltaba algo pensara que se lo había robado, ¡vete a saber!
Una vez escrita, cogí a Golfo y salí a buscar la casa, la cual encontré pronto. Era muy similar a la de Robert aunque un poco más rústica, pero muy bonita. Se me antojó entrañable, acogedora, con sus acabados en madera y su enorme porche. Me replanteé de nuevo lo de tocar la puerta por si se encontraba el inquilino, pero cuando estaba apunto de darle al timbre me arrepentí. Finalmente, seguí con mi plan inicial, dejé la carta que llevaba preparada y la cartera en el buzón de la entrada.
Como tenía todo hecho en la casa y no tenía nada qué hacer, decidí dar un paseo, así estiraba las piernas y Golfo hacía algo de ejercicio. Se había hecho un buen amigo perruno, me acompañaba todas las noches y me daba cariño. Fuimos al Parque del Retiro, ya que llevaba tiempo sin ir y lo echaba de menos. ¡Cuántas veces había acudido a él a evadirme de todo!
Hacía buen tiempo, los pájaros cantaban, las parejas paseaban cogidas de la mano... Estaba igual de bonito de como lo recordaba. Todo iba bien hasta que fui a ver la fuente donde tiempo atrás había llorado el fin de mi mundo. Donde todo se resquebrajó. Donde quedé postrada toda la noche llorando y sufriendo las vejaciones físicas, verbales y psicológicas ocasionadas por Martín... No pensaba que acudir a ese lugar me dolería tanto... No pude evitar derrumbarme y que las lágrimas empezaran a resbalar por mi rostro. Golfo, que pareció leerme la mente, tiró de la correa para alejarme de ahí. Mira que nunca tiraba, pero esa vez me arrastró con él hasta llevarme a un banco lejos de allí. Me senté en él, enterré la cabeza sobre las manos y lloré desconsolada mientras él no paraba de lamerme. No sé cuánto tiempo pasé ahí, perdí la noción del tiempo. Mi cabeza parecía proyectarme la peor película de terror de mi vida... Hasta que alguien me interrumpió.
—¡Hola, señorita! ¿Está usted bien? —Me preguntó un hombre cortésmente.
—¡Hola...! Sí, no es nada... Es solo un mal día. Perdone si le he incomodado con este panorama que tengo montado... y, gracias por preguntar. —Le respondí sin alzar la cabeza, me daba vergüenza que un desconocido me viera así.
El extraño que se había plantado ante mí, me dio un pañuelo que acepté. Lo cogí con una mano y me enjugué las lágrimas y me soné con él, aún con la cara escondida ¡Qué mal educada debería de parecer!
—Muchas gracias por todo. —Dije levantando por fin la cabeza. ¡Vaya! Juraría que era uno de los amigos de Robert, de los que se sentó con nosotros, el moreno. Estaba más guapo que la noche anterior, sobre todo porque las ojeras le habían desaparecido por completo, se ve que necesitaba dormir el pobre hombre. Ahora que lo miraba más de cerca me percaté que era atractivo. Inconscientemente lo comparé con Robert, donde éste, pese a ser guapo, salía perdiendo. ¿Qué hacía pensando en esto cuando no hacía ni un minuto que estaba llorando? Mi cabeza estaba fatal... Empezaba a preocuparme esta bipolaridad.
—Oye, perdone el descaro, pero me suena su cara... ¿No es usted la amiga de Robert? —Me preguntó escrutándome mejor.
—Esto... Sí, así decía yo que me sonaba usted también.
Hablamos un rato sobre temas banales y me fui tranquilizando poco a poco. Al final incluso empezamos a tutearnos. En un momento dado, el hombre del que no me acordaba el nombre y, que no me atrevía a preguntarle, hizo un chiste malo que me arrancó una sonrisa y me alegró un poco la mañana. Tras ello, nos despedimos, pues se acercaba la hora de llegada de Liam.
—Muchas gracias por todo, de verdad. Me has alegrado la mañana. Ahora tengo que irme, me están esperando.
—No es nada, me alegra verte sonreír un poco al menos. No me gusta ver a una señorita llorar así, espero que mejore tu día y que todo se solucione, sea lo que sea. Verás que lo arreglas de una manera u otra. Todo tiene solución en la vida menos la muerte, y tú tienes mucha vida por delante aún. Adiós, cuídate, saludos para Robert.
—Gracias de nuevo, has sido muy amable de verdad. Adiós, cuídate tú también. Le daré saludos de tu parte...
—Dile de parte de Ángel, Isis—me guiñó el ojo y sonrió.
—Sí, por supuesto, Ángel. Adiós.
¡Mierda! Se había dado cuenta de que no recordaba ni su nombre, y él sabía el mío perfectamente... Mira que anoche solo habíamos entablado conversación con él y otro hombre, y no me acordaba de ninguno, ¡qué desastre! Acababa de quedar fatal, con lo simpático y bien que me había tratado... Venga, Isis, ¿puedes centrar un poco esa cabecita loca que tienes? Estaba claro que no estaba en mi mejor momento, pero bueno.
El resto del día transcurrió con total normalidad, comí con Liam, lo acompañé a entrenar, cenamos los tres juntos, escribí un rato y dormí. Prácticamente todos los días repetía la misma rutina, estaba empezando a acostumbrarme a ella y le estaba cogiendo el gustillo. Era lo más parecido a tener una familia y hacía que me sintiera parte de algo.

 Era lo más parecido a tener una familia y hacía que me sintiera parte de algo

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