Cinco, 12 de noviembre de 2010

758 99 45
                                    

Querida Lydia:

Espero que estés bien. Bueno, qué digo, no creo que ahora mismo puedas estar bien, pero espero que al menos estés mejor que esta mañana. No me gusta verte llorar, lo odio, y eso que hoy ha sido la primera vez en mi vida que te he visto hacerlo. Luego no me he podido quitar tu imagen de la cabeza, con los ojos rojos y las mejillas encendidas, y te prometo que habría hecho cualquier cosa para conseguir que volvieras a sonreír. Igual que tú hiciste conmigo el día del funeral de mamá.

Pero sé que no es fácil sonreír en situaciones difíciles como esta, aunque no se trate del mismo caso.

Lo cierto es que nada más verte entrar en clase a primera hora me he dado cuenta de que algo no andaba del todo bien. No llorabas, pero tampoco sonreías. Ni siquiera te has parado a saludar a tus amigos. Simplemente te has sentado en tu sitio y has esperado en silencio a que la clase empezara, con la mirada fija en el frente aunque delante de ti no estuviera ocurriendo nada.

Quería ir a hablar contigo y preguntarte si estaba todo bien. No, no quería preguntarte eso, porque ya sabía que algo fallaba, en realidad quería preguntarte si había algo que pudiera hacer por ti. Pero el profesor ha llegado y ni siquiera me ha dado tiempo a saludarte.

Cuando ha empezado la clase, he pensado que quizá me lo había imaginado, porque de repente volvías a estar animada. Pero ha durado poco, porque enseguida te has vuelto a apagar. A mí también me pasó con la muerte de mi madre que durante algunos ratos conseguía dejar de pensar en eso, pero los recuerdos no tardaban en volver a aparecer en mi mente. Así que he decidido que en cuanto acabara la primera hora iría a hablar contigo.

Pero nada más sonar el timbre te has ido corriendo sin hacerle caso a nadie, y ahí ha sido cuando me he empezado a preocupar de verdad. No sabía qué te pasaba ni si podía ayudarte, solo quería que estuvieras bien. Así que me he levantado y he salido detrás de ti para buscarte, pero no te encontraba por ningún lado. No sabía dónde te habías metido, Lydia, y me he puesto como loco a buscarte por todo el edificio. Incluso he entrado en los baños de las chicas, aunque solo he recibido unos cuantos gritos que me han echado...

Como no te encontraba dentro del colegio, lo he intentado fuera. He buscado por el patio y los jardines de detrás, pero no estabas. Solo me quedaba el campo de lacrosse, y cuando he acabado buscándote ahí ya había empezado a pensar que te habías ido a casa, dejándote todas tus cosas en clase.

Pero no, ahí estabas, debajo de las gradas y con la cabeza escondida entre las rodillas. Estabas llorando. Yo no sabía muy bien qué hacer, si acercarme o no, ya que no te habías dado cuenta de que te había encontrado y quizá no querías que nadie te molestara. Pero no podía dejarte ahí llorando, ¿sabes? Al menos tenía que asegurarme de que sabías que tenías un hombro sobre el que llorar.

He empezado a andar hacia ti, y ahí ha sido cuando has notado que había alguien más. Entonces has levantado la cabeza y me has visto, y tus ojos inundados en lágrimas se me han quedado mirando mientras asimilabas que había alguien contigo, alguien que te había descubierto. Me he preparado para que me echaras, que me dijeras que querías estar sola, pero en vez de eso has permanecido callada, todavía mirándome, y te has movido a un lado para hacerme entender que me podía sentar contigo.

Al principio nos hemos quedado así, callados, mientras tú todavía intentabas recomponerte del llanto. Quería limpiarte las lágrimas, pero no podía, Lydia, no somos tan cercanos como para que ese gesto hubiera estado bien. Así que he esperado pacientemente, igual que tú hiciste conmigo cuando yo estaba destrozado por lo de mi madre.

Y entonces has hablado. Mis padres se van a divorciar, has dicho. Una vez has empezado, el resto de la historia ha salido sola, como si solo hubieses necesitado un pequeño empujón para desahogarte. Contarlo la primera vez es la que más duele, es como tener que admitir algo que no quieres decir, lo sé por experiencia, pero también es la que necesitas para que algo dentro de ti se calme. Cuando la noticia ya no solo forma parte de ti, sino de alguien más, entonces algo cambia. Te sientes mejor.

Me has explicado que tu padre se iba de casa; tu madre lo había pillado en la cama con una compañera del trabajo. No has podido evitarlo y has vuelto a empezar a llorar, lo que me parece lo más normal del mundo, y yo me he atrevido a darte la mano porque, Dios, Lydia, estabas destrozada; necesitabas saber que no estabas sola. Y, aunque has mirado extrañada nuestras manos, enseguida has apretado con fuerza mientras más lágrimas te caían por las mejillas.

No me has contado mucho más sobre el tema o lo que había pasado en casa. Solo has dicho cómo te sentías y lo mucho que odiabas a tu padre en esos momentos por haceros algo así. Yo no podía hacer mucho más aparte de estar ahí y repetirte que todo iba a estar bien, al fin y al cabo, yo no he perdido a un padre de la misma forma, pero sé que el dolor termina por hacerse cada vez más pequeño.

Al final ya no llorabas, así que, sin saber muy bien si debía hacerlo o no, te he sonreído. He pensado que, del mismo modo que a mí me encanta tu sonrisa y me anima y ayuda, quizá yo pudiera causar algo parecido con la mía en ti. No sé si ha cumplido el objetivo, pero tú también has esbozado una pequeña sonrisa toda para mí, y para mí eso es más de lo que podía haber pedido. Ya sabes cuánto me gusta que me sonrías.

Justo después, te has acercado rápidamente a mí y me has dado un beso en la mejilla. Dios, todavía no me lo puedo creer del todo, pero así es. Ha sido un beso rápido y más bien húmedo, pero perfecto. No lo cambiaría por nada, y permanecerá entre mis recuerdos favoritos por siempre.

Ya estabas más calmada, así que hemos vuelto a clase en silencio, sin hablar de tus padres ni de nada de lo que había pasado ese rato bajo las gradas. Sabía que eso no nos convertía en amigos, claro, pero ahora tú has estado para mí cuando mi madre faltó, y yo he estado para ti cuando tu padre se ha marchado. Hemos compartido eso, Lydia, y yo creo que es algo que los dos recordaremos porque, de alguna manera, nos ha unido.

Me gustaría que supieras que puedes contar conmigo para todo. Sea cual sea el problema que te preocupe, yo voy a estar ahí para escucharte. Como si solo quieres llorar, yo estaré ahí.

Mientras tanto, me conformo con saber que hemos compartido esto.

Con mucho cariño,

Stiles

Para Lydia || StydiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora