Doce, 30 de marzo de 2015

678 93 19
                                    

Querida Lydia:

Las personas no somos perfectas. No es ningún secreto que todos cometemos errores y que de vez en cuando mostramos una faceta de nosotros mismos que solemos ocultar a los demás porque no queremos que vean que podemos flaquear y ser más débiles de lo que aparentamos. No creo que eso sea algo malo; somos humanos al fin y al cabo, está en nuestra naturaleza.

Siempre he sabido que una de tus mayores inseguridades es la confianza en la gente. No te resulta sencillo que los demás te conozcan de una manera más personal, por eso hace unos años te escondías tras la máscara de chica superficial que fingía no saber nada y a la que solo le importaba el qué dirían. Ya entonces sabía que esa no eras tú, del mismo modo en que ahora sé que hoy has dudado de ti misma hasta tal punto que has perdido la confianza en lo que tú creías.

Según tus sensaciones sobrenaturales, Barrow estaba en la escuela esta mañana. Así nos lo has dicho, y te hemos creído al instante, ya que no había motivo para pensar que no fuera así. Ya estamos acostumbrados a esta clase de situaciones, así que no era nada extraño o fuera de lo común para nosotros. Sin embargo, el problema ha llegado cuando, después de buscar por todo el colegio, no hemos encontrado ni rastro de Barrow. La policía ha desistido y a mí me han castigado por hacer saltar la alarma de incendios sin motivo aparente.

Luego, en mi casa, te veías ausente. Estabas preciosa, Lydia; relajada como prácticamente nunca te había visto en un entorno que unos años atrás habría estado fuera de tu zona de confort, tus grandes ojos verdes estaban perdidos en algún lugar de mi tablón, y tenías los labios apretados, como si quisieras decir algo pero no te atrevieras a dar el paso definitivo. Repito, estabas preciosa, pero no estabas conmigo. Al menos hasta que hemos empezado a hablar de lo que ha pasado hoy en la escuela.

Por lo que me has dicho, sentías como que habías hecho algo que no debías, que habías fallado. Habías tenido una corazonada que no hemos podido comprobar en el colegio, ya que no hemos encontrado a nadie, y no podías dejar de sentirte mal por ello. Era como si sintieras que habías decepcionado a alguien. Si ese ha sido el caso, que sepas que no podrías haber decepcionado a nadie, Lydia, y mucho menos a mí. Como te he dicho, estoy seguro de tus palabras y sé que tenías razón: si decías que Barrow estaba en el colegio, yo te creo.

Iba en serio cuando decía que, si me lo hubieras permitido, me habría levantado ahí mismo para ir a registrar la escuela de arriba abajo yo solo si hiciera falta en busca de pruebas. Todo para demostrar que has tenido razón desde el principio. Lo creo firmemente.

Pero no puedo dejar que pienses que algo de esto ha sido tu culpa. Sí, me han castigado, pero cualquier castigo vale la pena si con eso estamos más cerca de descubrir la verdad sobre el terror que amenaza este maldito pueblo. Y tú has contribuido a estar un paso más cerca, así que eso es lo que cuenta. No dejes que nadie te haga creer lo contrario, nunca.

Tienes una mente brillante; yo lo he sabido desde siempre, y ahora estás empezando a dejar que los demás también lo sepan. Resaltas por tu inteligencia y tus conocimientos, y me parece que hoy has dudado de ellos. Y, al hacerlo, has dudado de ti misma, cosa que jamás debería pasar. Podía ver en tus ojos que estabas asustada porque, aunque fuera por un momento, no entendías cómo podías no tener razón. ¿Quizá tuvieras miedo de lo que pudiéramos pensar de ti los demás al haberte equivocado?

Si es ese el caso, que sepas que nada podría hacer que pensáramos menos de ti. En todo caso, mostrarnos inseguros forma parte de ser humanos, y equivocarse (aunque si tú dices que Barrow estaba ahí yo te creo) no es algo que nos deba asustar. No somos más débiles por ello, Lydia, y tú menos que nadie.

En un momento me has preguntado qué significa el color rojo en mi pizarra y yo te he contestado que lo utilizo para los casos que están todavía sin resolver. Me he dado cuenta de que justo después has cogido el ovillo de hilo rojo que había sobre mi cama y has empezado a enrollártelo entre los dedos. No sé si lo habrás hecho de forma consciente o no, pero, de todos los colores, has cogido el rojo, como si tú en sí fueras un caso sin resolver.

Quiero que sepas que siempre estaré ahí para, como hoy, eliminar cualquier rastro de rojo que puedas creer que hay en ti. No eres un caso sin resolver, Lydia.

Por favor, recuérdalo.

Con muchísimo cariño,

Stiles

Para Lydia || StydiaOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz