Capítulo 1: La Tierra Prometida

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Una caricia, suave y lenta, que descendía desde sus espesos cabellos negros hasta su mejilla izquierda. Poco a poco, el tacto de esa mano le fue devolviendo a la vida. Le pesaban los párpados, y sobre todo, sus extremidades. Tras unos minutos dejando de lado su inconsciencia, Sharon fue capaz de abrir los ojos. Lo que vio la dejó sorprendida, pero más que nada confusa.

Yacía tumbada en el asiento trasero de un coche en marcha, y su cabeza se ladeaba en las piernas de Lara. La morena sonrió al ver que la niña estaba bien. Lentamente, Sharon procuró sentarse correctamente evitando sus mareos. Todavía veía manchas y borrones a su alrededor, y sus oídos seguían transmitiéndola un pitido incesante que no la ayudaba en nada a relajarse.

—¿Dónde estoy? —preguntó entre quejidos. Lara respondió.

—Camino de Dreamland. ¿No recuerdas nada, cielo? —la joven negó rápidamente con la cabeza—. Te desmayaste. En el hospital.

—¿Por qué? –Lara tragó saliva al recordar la escena. Toda esa sangre salpicando el suelo, rodeando los cuerpos inertes de tres personas, dos de ellas inocentes. Nunca acabaría de acostumbrarse a la muerte. Miró a Scarlett, sentada en el asiento del copiloto. Interpretó esta mirada como una pregunta, una del estilo: «¿Se lo digo?». Ésta negó con la cabeza.

—No tiene importancia —concluyó, rezando porque no pidiera detalles. Al ver que se mantenía callada, prosiguió—. Al salir de allí, y tras mucho esfuerzo, pudimos robar uno de los coches abandonados en el parking.

—No había vehículos en el parking... Eso sí lo recuerdo —Sharon llevó sus manos a la cabeza. Aquella jaqueca la estaba matando.

—No había coches en el parking del hospital del "paso", pero sí en el del mundo de los vivos —replicó Scarlett. Luego volvió a apoyar la cabeza contra el cristal e intentó dormirse de nuevo.

La niña plagió su idea y contempló el paisaje. A través de su ventana se extendía un páramo repleto de trigo hasta el horizonte del amanecer. La luz anaranjada y rosada resplandecía frágil tras vastas praderas. Miró el reloj del coche. Las 6:47. El día en el que debieron haber ido realmente a Dreamland jamás hubieran pensado levantarse tan temprano. Permanecieron unos minutos en silencio. A las 6:52, Scarlett lo rompió.

—¿Quieres una manzana? —ofreció a Sharon—. Había una bolsa llena en el maletero.

—¿Habéis forzado el maletero? ¿Y no había nada más útil que manzanas? —preguntó.

—Excepto comida, nada. Bueno, un par de arañas, pero dudo que las quieras de desayuno —replicó la anciana entre sonoras carcajadas. Sharon miró a su padre. Dedujo que había conducido toda la noche, y las grandes bolsas bajo sus ojos lo corroboraban. O al menos, en parte. No podía ni imaginarse a lo que tendría que enfrentarse dentro de apenas media hora. Intentó imaginar cómo sería Dreamland.

Un parque de atracciones gigantesco, repleto de atracciones infantiles, restaurantes de categoría, espectáculos, hoteles,... Nada más lejos de la realidad. Probablemente sería un lugar lleno de monstruos acechantes bajo el manto de miles de sombras macabras que reflejaban los cadáveres putrefactos que yacían colgados en los árboles. Esa visión hizo que se negara a echar una cabezadita.

—He tenido un sueño extraño —comentó, en un susurro. Esta frase captó la atención de Lara, que le pidió que se lo explicase—. Era sobre mí. Sobre mi nacimiento. Estaba papá, mamá, yo... y el Amo. Pasaron cosas extrañas. No recuerdo mucho más.

Hizo un gran esfuerzo para pronunciar estas palabras. Por cada una sentía como si un alfiler se le estuviera clavando en el cráneo. Fue como si algo etéreo e incorpóreo la reprendiera por sacar el tema. Sin embargo, eso en realidad no pasó. Los tres lo consideraron sólo eso, un sueño, y no le dieron mayor importancia. Sólo Sharon creía que guardaba algún tipo de correlación, pero claro, sólo ella lo vio.

Scarlett: Carnival Ride (Trilogía Scarlett n°3)Where stories live. Discover now