La bestia NO duerme

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Evan se encontraba perdido entre sus pensamientos, solo una oleada de rabia que recorría su cuerpo y en lo único que podía pensar era en destrozar a aquel tipo, y su lado mas salvaje estaba a punto de despertar.

-Me encantó tu pequeña amiguita, se veía deliciosa

Eso fue todo, las palabras de ese tipo hicieron que ya fuese suficiente, lo miro a los ojos profundamente y le dijo:

-Sígueme, camina rápido, pero relajado, ve detrás de aquel edificio.

No le costó nada convencer a aquel hombre ya que con tanta rabia que sentía sus poderes estaban al máximo, solo pensaba en sangre y más sangre, pero Evan no se bebería por nada del mundo la sangre de aquel drogadicto, no involucraría a su estomago en esto, solo disfrutaría destrozándolo, llegaron a la parte trasera del edificio y con una rápida mirada Evan se aseguró de que no hubiesen testigos, quería disfrutar este momento, tomarse su tiempo sin interrupciones, sus ojos se encendieron, ese rojo intenso característico de los vampiros… ya era hora de atacar.

-No te podrás mover, no podrás gritar –le decía Evan mirándolo con sus profundos ojos rojos- sentirás un terror como nunca antes en tu vida.

El hombre comenzó a llorar de miedo arrodillado ante Evan sin poder moverse, y solo podía susurrar “no…no…por favor”, en sus ojos se veía el miedo enjuagándose con sus lágrimas, no podía parar de llorar, y temblaba incontrolablemente y seguía a Evan con la mirada mientras el caminaba de un lado a otro delante de él decidiendo que hacer

-Si me vas a matar. Hazlo rápido por favor…

Al escuchar estas palabras Evan sonrió, y se acercó a unos centímetros de su rostro, lo suficiente para que el tipo pudiera sentir su aliento.

-Voy a disfrutar cada momento de esto, así que no será rápido, tengo una eternidad para torturarte, te lo aseguro.

Evan le mostró sus dientes, y el hombre intentaba ponerse de pié, esfuerzo que le resultó en vano ya que no podía despegar sus rodillas del suelo, una fuerza magnética lo obligaba a permanecer allí a pesar de lo que pudiese intentar.

-Muerde tu lengua hasta que la cortes –Evan sonreía diabólicamente-

De inmediato aquel hombre comenzó a morder su lengua tan fuerte que sangraba, gemía de dolor, pero no podía parar de hacerlo hasta que finalmente un pedazo de lengua cayó al suelo toda ensangrentada.

-Así que te gustan los niños pequeños –Al pronunciar estas palabras Evan se encolerizó aun más- es una lástima, nunca debiste desear a la pequeña del parque para ti.

Evan tensó su mano y con el borde de sus uñas cortó la mejilla del hombre, bajó su mano a la altura del cuello e hizo un fino corte hasta la mitad de la garganta, para que sangrara un poco pero que le diera el tiempo de divertirse un poco más, quebró unos cuantos huesos lentamente, sintiendo como crujían entre sus manos, primero los del brazo, luego de las piernas, no vaya a ser que tenga la suficiente fuerza de voluntad de romper la orden que Evan le había dado y se apartó lentamente hasta sentarse en una banca.

-ahora mirare como te desangras hasta morir maldito infeliz

Pasados 10 minutos el hombre cayó al suelo y Evan dejó de escuchar su corazón, ya un poco más repuesto, salió caminando de aquel lugar y no se dio el trabajo de limpiar el cuerpo, lo dejo tendido a ver si es que los perros se lo comían porque él no pensaba tocarlo.

-Necesito come algo, aun siento esta rabia por dentro por culpa de ese desgraciado.

Mientras caminaba en dirección a su hogar escucho a alguien gritar

-Ayuda paren a ese ladrón-  Casi por instinto Evan se volteó cuando el ladrón pasaba a su lado y le dio un certero golpe en las costillas fracturándole un par, le quito las cosas que había robado a la mujer y se las devolvió, ella quedó perdida en los ojos de Evan mientras el ladrón seguía corriendo adolorido del golpe y agarrándose las costillas.

-Maldito parece que me ha roto los huesos, me vengaré de él a penas tenga la oportunidad.

-Muchas gracias no se que hubiera hecho sin ti- le decía la joven a Evan mientras le miraba, el notó como la muchacha se sonrojaba cuando él la miró a los ojos.

-No es nada, Me retiro…

Y así se dio la vuelta y camino en la misma dirección en la que había huido el ladrón

-Esta es mi tarde de suerte, nadie va a extrañar a ese imbécil y además puedo seguir su rastro fácil mente.

Caminó un par de manzanas y se encontró de frente con el ladrón que descansaba en un callejón lamentándose por el golpe cuando vio a Evan venir hacia él, sin dudarlo sacó un cuchillo y le dio un corte que le rozó el rostro y le produjo una pequeña herida.

-Te metiste con el vampiro equivocado esta tarde –Evan secó su sangre al momento en que desaparecía su herida.

-Pero que rayos… Ante la mirada atónita del ladrón

Ni siquiera le dejó terminar la frase cuando se abalanzó destrozándole mucho más de lo necesario el cuello con sus colmillos mordiendo y desgarrando, perdiendo la mitad de la sangre y tomándose la otra mitad, disfrutaba sentir como se bañaba en la sangre de ese hombre, desfrutaba arrancándole pedazos de cuello y escupiéndolos hasta drenarlo por completo, cada vez que se sentía un poco más calmado le venía a la mente la imagen de ese hombre al ver a Violeta y el aura que emanaba de el al desear a la pequeña u eso le hacía enardecer aun más.

Lo dejó sin una gota de sangre y su sed aun no se encontraba completamente saciada. Cuando se percató había una mujer que  lo miraba horrorizada sin gesticular palabra alguna, se veía un poco sucia y borracha así que Evan caminó hacia ella

-Córtate la garganta y ofréceme tu sangre -Le dijo Evan

Acto seguido la muchacha tomó un cuchillo de dentro de su bolso y se dio un limpio corte en la garganta y se acercó a Evan para que este pudiera beberla, a él no le gustaba mancharse las manos con mujeres por así decirlo así que hacía que ellas mismas le brindaran su sangre.

Esta vez no desperdició ninguna gota de sangre y se dispuso a caminar nuevamente, aun con ciertas emociones encontradas en su interior, ya no tenía sed, pero aun se encontraba molesto. La bestia en su interior aun no estaba tranquila.

Caminó un par de cuadras hasta darse cuenta que a su nariz llegaba un aroma peculiar, que lograba distinguir claramente del resto y se le hacía familiar, prácticamente corrió para alcanzar mejor ese aroma que se encontraba unos 500 metros y llegó en frente a una casa, simple pero bonita y se quedó parado frente a una ventana.

-Que demonio estoy haciendo aquí a estas horas – se decía a sí mismo-

Cuando de pronto se abrió la ventana y vio quien era dueña de ese aroma en particular…

Era Violeta quien le saludo con una amable sonrisa llena de cariño desde la ventana, al momento de verla, se calmó por completo, le devolvió el saludo y emprendió nuevamente rumbo hacia su hogar… mientras caminaba se dio cuenta:

Estaba decidido, desde esa noche Evan no permitiría que nadie le hiciera daño a Violeta

No hay TiempoWhere stories live. Discover now