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-Catalina- entró mi madre a mi cuarto desprevenidamente

-Madre- suspiré sentándome en mi cama, dejando el libro que leía a un lado

-¿Me puedes explicar cómo es eso de que serás supervisora de la cocina?- preguntó acercándose a mí, parando justo enfrente y apoyando cada mano en su cintura

-No sé qué tanto tengo que explicar, parece que ya sabes todo- apoyé mi mentón sobre mi mano

-Me encantaría saber por qué- dijo ella levantando las cejas

-Porque me aburro en este lugar sin hacer nada y quería ver lo que se sentía trabajar de verdad- contesté parándome para tomar el libro y volver a ponerlo en su lugar

-¿Te parece poco ser reina?- preguntó mi madre desconcertada, caminando hacia mí

-Todavía falta para eso- aclaré- mientras tanto quiero hacer algo con mi vida- expliqué

-Hablando de tu coronación, ¿cuándo empezarás con los planes para la boda?- preguntó cambiando de tema totalmente

-No lo sé, madre- suspiré mirando a un costado, cruzando mis brazos

-Deberías empezar ya. Enrique me ha contado lo mucho que quiere empezar con los preparativos. ¿Has hablado con él?- me preguntó

-Hace unos días- contesté refregando mi cara con mi mano

-¿Días?- exclamó- es inconcebible que hables con tu prometido días de por medio- negó frunciendo su ceño

-Bueno, iría ahora, pero debo ir a la cocina- me excusé dirigiéndome a la puerta

-Tú y tu trabajo espantoso. No puedes dejar a tu prometido por ese trabajo- dijo ella con asco

-Ni siquiera planeamos hablar hoy, así que no creo que se desilusione- dije abriendo la puerta e ignorando los llamados de mi madre, me dirigí a la cocina

Llegué a mi destino luego de un rato caminando y entré.

-Buenas tardes- dije llamando la atención de todos

Todos me reverenciaron y continuaron con su trabajo.

-Hola- dije acercándome a Sebastián, quien estaba amasando

-Buenas tardes, su majestad- asintió él, aun mirando su masa

-¿Qué amasa?- pregunté apoyando ambas manos en la mesa donde él trabajaba

-Pan- contestó simplemente- ¿qué la trae por aquí?- preguntó levantando su vista a la mía

-Pues ayer noté el mal olor que tiene el lugar donde se encuentran los pescados, y si bien los pescados tienen olor, no es tan fuerte como el de ese lugar- expliqué- así que vengo a hacer una revisión de la comida- le aclaré

-De acuerdo, ¿quiere que la acompañe?- me preguntó

-Si lo desea- contesté comenzando a caminar hacia el cuarto

Entré y el horrible olor volvió a inundar mis fosas nasales.

-No sé cómo es que pueden entrar aquí y no morir por el olor- exclamé arrugando mi nariz

-Uno se acostumbra- dijo Sebastián levantando los hombros

-¿Nunca se quejaron de las condiciones de este lugar?- pregunté caminando con cuidado por el cuarto

-Sí, pero nadie nos escucha. No lo toman en cuenta- respondió apoyándose contra el marco de la puerta

-Bueno, definitivamente haré algo con esto- dije mientras tomaba un pescado con la punta de mis uñas y lo olía de cerca

Con una mueca de asco y una arcada, solté el pescado dejándolo caer en el suelo, ganándome una pequeña risa de Sebastián.

-Ya entiendo por qué no comemos pescado...- razoné- venga, ayúdeme- le indiqué

Él se acercó y le pedí que tomara unas cajas y las llevara fuera de la cocina.

Al volver, caminé hacia él con una bolsa de pescados, pero sin querer resbalé con el pescado que había tirado minutos antes. Cerré los ojos esperando la caída sobre el mugroso suelo, pero unos brazos sostuvieron mi figura.

Abrí los ojos viendo a Sebastián con una sonrisa mientras me sostenía.

-La tengo- dijo, su aliento moviendo mi cabello por su cercanía

-Gracias- susurré aún en sus brazos

Besos xo

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