-20-

754 91 1
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

UN MES DESPUÉS

Desperté y como todos los días las sirvientas entraron para abrir mis cortinas, vestirme y peinarme.

Una vez lista, salí de mi cuarto con una mueca aburrida y me dirigí al comedor para desayunar. Al llegar me senté y siguiendo la rutina diaria, conversé con mi prometido, padres y hermano mientras comía una rodaja de pan y tomaba té.

-¿Ya han hablado sobre los preparativos de la boda?- preguntó mi madre mientras se limpiaba la boca

-Todavía es muy temprano- interrumpió mi hermano y le sonreí en agradecimiento

-Ella puede hablar, Carlos- dijo mi madre con severidad pero sonriendo para alivianar su oración

-En realidad, concuerdo con mi hermano. Es muy temprano- asentí pinchando un trozo de fruta con mi tenedor

-¿Muy temprano?- exclamó mi madre- ya hace dos meses, casi tres, que Enrique está aquí. Además, aunque hubiesen sido pocos días, ¿por qué esperar más? ¿Acaso no estás emocionada por casarte con uno de los hombres más maravillosos del mundo?- rió desconcertada

Bueno madre, cásate tú con él en ese caso quise decirle pero obviamente no lo hice.

-Madre, deja de hablar como si no estuviera aquí- dije- no es que no quiera casarme contigo- me dirigí a mi prometido- es solo que todavía estoy asimilándolo todo- aclaré apoyando mi mano sobre la suya

-¿Y no puedes asimilarlo mientras preparan el compromiso?- interrumpió mi madre

-No es tan fácil- contesté comenzando a enojarme

No quería hablar más de esto.

-Yo creo que lo es- mi madre me contradijo- ¿Sabes qué? ya he esperado demasiado. Quiero que te cases antes de la coronación, así que yo me haré cargo y pediré a los sirvientes que empiecen cuanto antes con los preparativos- dijo severamente

Al sentir una lágrima rodar por mi mejilla, sin dejar que nadie diga una palabra, me paré del asiento dejando la silla caer y salí corriendo de ese lugar, sin importarme los llamados de mis padres.

Corrí y corrí por los pasillos ignorando a todo el que quisiese llamar mi atención o me mirara con intriga, dirigiéndome al único lugar donde sabría que me sentiría segura, donde sabría que no me juzgarían y tratarían como una cosa: la cocina, más específicamente, Sebastián.

Aunque no quisiera aceptarlo, aunque quisiera negarlo no podía hacerlo más. Sebastián era mi lugar seguro, mi lugar para llorar y reír, donde sabría que no me juzgarían o tratarían diferente solo por mi posición en la realeza de Francia.

Llegué tratando de ocultar mis lágrimas para que nadie me preguntara qué sucedía y fui a la parte trasera de la cocina, donde sabía que él siempre estaba.

Afortunadamente lo encontré sólo, separando trigo en unas cestas.

-Sebastián- dije con la voz entrecortada

Su cabeza se levantó en seguida y sus ojos llenos de confusión se juntaron con los míos.

-¿Qué le pasa?- preguntó parándose, frunciendo el ceño

Sin contestar, me acerqué a él y rodeé por primera vez mis brazos alrededor de su cintura.

Sentí su respiración parar, sorprendiéndose por mis acciones. Dejó caer el trigo de sus manos y su cuerpo quedó rígido.

-Majestad...-quiso decir pero lo interrumpí

-No digas nada- sollocé- sólo abrázame por favor- pedí apretándolo más contra mí

Tardó unos segundos, pero finalmente levantó sus brazos y los rodeó en mi cuerpo. Su agarre era fuerte, dejándome sentir lo más protegida que alguna vez me he sentido.

Besos xo

RoyalsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora