Capítulo 12

2K 179 7
                                    

Diciembre, 2009

El tiempo pasó tan rápido que ni siquiera me di cuenta de que ya había terminado mi primer año en este colegio. Definitivamente lo había juzgado mal, ahora no imaginaba mi vida fuera de ahí. ¡Qué cambiante puede resultar uno en plena adolescencia!

Mi hermana, Gabby, la amargada se había ido hace un par de días a su gira de «estudios», la verdad todos creíamos que no iría pero ahí estaba, subiéndose al avión junto con sus ruidosos compañeros. La gira es algo que todo el mundo espera desde que tiene unos catorce años. por lo general, los que tienen hermanos comparten historias haciendo que los demás deseen con más ganas irse pronto. Solo me faltaban dos años y podría hacerlo, llevaba esperando ese día desde que Serena me lo contó a principios de año.

Mi hermano se había ido de vacaciones a nuestra antigua ciudad, porque a diferencia de mí, él aún mantenía una relación con su novia y se veían bastante enamorados. Mi abuela estaba en un viaje al sur con su grupo de adultos mayores, papá estaba en la oficina y mamá estaba pasando por esos días insoportables mientras cuidaba al bebé.

Por mi parte, yo estaba en casa de Serena a punto de mostrar debilidad por primera vez frente a ella porque había tenido una discusión demasiado fea con Fernando. Ya ni siquiera recuerdo por qué fue que inició pero recuerdo que estaba devastada, en ese entonces, era lo peor que me había pasado.

Sí, éramos unos niños pero las palabras quedaron, nos dijimos cosas muy feas, dijo que era una niñita malcriada, que ahora entendía por qué no le agradaba a las personas y en pocas palabras, que no sabía en qué estaba pensando cuando me pidió que fuera su novia. En ese momento me guardé mis lágrimas, no iba a dejar que ese idiota viera cuánto me afectaba, aunque estaba destrozada no dejé que él lo viera, solo tuve fuerzas para decir cuatro palabras: «Bien, esto se acabó», a lo que él respondió con un: «Bien, tengo una fila de chicas esperando por este momento».

Creo que eso es algo que nunca le perdonaré, aún cuando pienso en esas palabras, se me eriza la piel aunque ya no siento ganas de llorar, siento ganas de golpearlo y de paso golpearme a mí por ser tan idiota.

En fin, en casa de Serena luego de contarle lo ocurrido sin derramar ninguna lágrima, bajé a buscar un vaso de agua mientras ella buscaba una película o algo para distraerme. No fue ni siquiera necesario alzar la vista para saber que Sebastián ya se encontraba ahí, intenté girar sobre mis talones lo más silenciosa posible para salir de ahí pero no resultó porque él ya me había visto.

—Sabes que no muerdo, ¿verdad? —preguntó y no tuve más opción que entrar a la cocina y enfrentarlo.

—Sí, pero bien que ladras cuando estás molesto.

Miré al suelo, no me sentía en condiciones de sostenerle la mirada, por alguna razón sentía que si lo veía a los ojos se daría cuenta de lo destruida que estaba. Sentí su risa por mi comentario y luego caminó hacia la puerta sin decir nada más.

—¿Sebastián? —lo llamé y él se giró, en el momento en que se volteó y nuestros ojos se encontraron, noté que se había dado cuenta de que algo no andaba bien—. ¿Me seguirás ignorando por mucho tiempo más?

Sinceramente no creí que fuera capaz de preguntarle algo así, pero lo hice.

—No te ignoro, simplemente me siento un poco decepcionado y no tengo ganas de hablar contigo.

¡Auch! Eso dolió.

—¿Decepcionado? —pregunté intentando fingir que nada me afectaba—. ¿Decepcionado de qué?

—De lo que te has convertido. Mírate, llegaste siendo una chica rebelde, a la que nadie controlaba, con las cosas claras y ahora no puedes hacer nada sin preguntarle primero a tu noviecito. Es patético.

—¡Eso no es cierto! —negué, aunque sabía que en parte tenía razón. Yo había cambiado pero, ¿quién no lo hace?—. Nunca me llegaste a conocer para decir algo así, estás diciendo estupideces y él ya no es mi novio.

—Eso explica los ojos rojos —respondió con una indiferencia que me llegó al alma y la aplastó. Ese ya no era el chico que se empeñaba en hacerme reír a principios de año—. En fin, espero que ahora que terminaron puedas hacer las cosas por ti misma.

—No hay necesidad de ser cruel.

—La verdad duele, ¿no?

—¡¿Cuál es tu maldito problema?! —grité furiosa—. ¿Qué mierda te hice?

—Lo elegiste a él —fue apenas un susurro pero lo entendí perfectamente.

—¿Qué?

—Escuchaste muy bien lo que dije, Marina. Lo elegiste a él, claro, el motoquero rebelde siempre ganará, ¿no? Debí saber desde un principio que no tendría oportunidad, así me habría evitado las decepciones.

—Estás diciendo estupideces, además, ¿con qué cara me dices todo eso si tú estás con la típica chica rosada perfecta, eh?

—La diferencia entre tú y yo, Princesa —hizo énfasis en el apodo que tanto odio—. Es que yo sí te hubiera escogido como primera opción, en cambio para ti, no soy ni la última.

Y entonces me dejó sola. Escucharlo llamarme otra vez por ese apodo que tanto detesto provocó muchas cosas en mí y la frialdad con la que lo dijo me terminó de romper, sin poder soportarlo más rompí a llorar con todas mis fuerzas. Sé que él me escuchó, sería estúpido pensar que no, pero aun así no volvió, siguió su camino mientras yo lloraba en el suelo de su cocina. Sebastián Eisenberg se convirtió en el primer chico por el que lloré con tanto dolor y ni siquiera éramos novios, ni siquiera habíamos estado juntos una vez y ya ni siquiera éramos amigos.

Serena me encontró en esa situación deplorable, recuerdo poco de cómo fue que llegamos a su habitación pero ahí estaba yo, sollozando en su cama, tapada hasta la nariz con una manta mientras ella intentaba hacer todo por consolarme. Me preguntaba qué pasaba pero yo no podía responderle, cómo decirle que lo que me dijo su hermano me dejó peor que lo que me dijo mi novio; cómo decirle que nunca había sentido un dolor igual en el pecho. Lo más fácil era decirle que mis lágrimas eran por mi ex, no tendría que dar más explicaciones después de eso y ya para esa fecha, me estaba volviendo una experta de las mentiras y lo peor de todos era que nadie parecía desconfiar de mí. Realmente lo estaba haciendo bien.

Al final, Sebastián no era el único que estaba decepcionado conmigo, yo también lo estaba y me odiaba por eso.

No me llames princesaDove le storie prendono vita. Scoprilo ora