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Por supuesto, Lucía se marchó muy enfadada y juré que, si lograba vencer a los miedos de mi pasado, la volvería a buscar, para hacerla mi esposa. Casarme como hicieron mis padres. Aunque primero debía hacer algo muy importante para mi familia.
Esa noche había dejado a Rodrigo en casa. Tras caminar por las iluminadas calles del pueblo, vi el cementerio a lo lejos. Tratando de mantener la calma me dirigí al Necromonte. Llegar allí no fue un reto fácil. Los sonidos de la noche me hacían ver a la anciana escondida tras cualquier roca o tronco caído. La luz de la luna era muy oscura, ya que las nubes que dejaban caer los copos de nieve filtraban la luminiscencia de sus rayos. El cementerio estaba congelado, las rejas de la puerta principal se hacían más inexpugnables con la cantidad de nieve que se acumulaba a sus pies. Busqué la grieta por la que entraba a buscar a mi sombra cuando era un niño. Tuve que excavar en la nieve para poder encontrarla. Nada más entrar, mi sombra se separó de mí y, sin pensárselo dos veces, se fue directa a reconocer el cuerpo de la señora Josefa, madre de Joselito, recientemente fallecida.
En ese momento me di cuenta de que yo era un ser vivo capaz de visitar el mundo de los muertos. Las sombras de las ánimas de los difuntos salían de su descanso y se sentaban en sus cruces para observar mis acciones. Caminé con lentitud, sabiendo que cada sombra podía controlar los miedos de mi interior. Con parsimonia llegué hasta la tumba de mi padre. Tremendamente asustado, ahogado por una sensación incontrolable de pavor, saqué la carta y la navaja y las dejé sobre su lápida. Todas las sombras se acercaron y me rodearon. El silencio se hizo dueño de los segundos. Tras mirar fijamente a algunas de las ánimas, reconocí a Juan, el niño ahogado años atrás; no parecía él, no por estar azul y morado, sino por lo que decía su mirada. Todo se movió de repente, pude sentir como un temblor removía la tierra de la tumba de mi padre; a los pocos segundos, el agujero negro de su tumba estaba frente a mí, dejando a un lado su lápida. La navaja y la carta cayeron dentro. No podía esconderme en ningún lugar, debía afrontar lo inevitable. Me asomé a la tumba: aquel agujero no parecía tener final. Estaba seguro de que mi padre aparecería desde el inframundo. Miré con prudencia y, aterrado, noté como una sombra se me acercaba por detrás. Me empujó con fuerza hacia el abismo.
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💕CONTINUARÁ MUY PRONTO... estoy deseando conoceros. Escribo para estar a vuestro lado. Peter Olson☄️
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