"Los secretos del indubitable Thranduil"

Capítulo 2.

Thranduil jamas mostraba sentimiento tales como tristeza, culpa o de inferioridad, mucho menos conductas compasivas. El único amor sincero extenuada por mi señor era dirigido para su pequeño hijo Legolas, pero ahora pareciera no importarle tal cariño.

Los ojos llorosos de furia y dolor del Rey Thranduil miraban a Sir Elrond, yo jamás había visto esa expresión, en muchas ocasiones si una de profundo odio, orgullo o rencor, se veía dolido y lastimado y si se prestaba más atención me atrevo a decir que hasta vulnerable, no es algo del que uno se pueda percatar a simple vista, su vulnerabilidad tiene que ver más con lo interno y, él, es experto en enmascarar sus endebles.

Conozco todo o casi todo de él; su pensar e ideologías, sus gustos que son superado por mucho por sus disgustos, sus fortalezas y sus debilidades, sus virtudes y sus múltiples defectos cuyos moldea y utiliza a su favor, su estupor por lo desconocido, el afecto inmenso al bosque y su gran cariño a la noche, a la luna y las estrella, sin miedo a equivocarme su punto más débil es corroer la herida creada por la muerte de su esposa y cualquier cosa que le cause daño a Legolas. Elrond sin arrepentimiento de haber tomado la decisión de llevar consigo al pequeño había encontrado ese punto sin afán 'necesariamente" a usarlo en su contra.

A pesar de las lágrimas de mi señor claramente visibles en ningún momento bajo la mirada en sinónimo de vergüenza en su defecto nos miraba retórico y enojado, su respiración era agitada como la de un animal embravecido, sentí el temor de Legolas hacia su padre y se que Sir Elrond también lo noto, Elrond tomo con mayor fuerza su pequeña mano para darle consuelo y quizás algo de valentía.

[...]

Desafortunadamente Legolas ya había visto con anterioridad furioso a su padre, ese día efectivamente estaba irritado. Él permanecía sentado en su trono imponente y con voz altiva mientras interrogaba a un súbdito que a pesar de sus claras, determinadas e innegociables ordenes las había desacatado. El joven elfo se había adentrado al bosque cuando las arañas más hambrientas estaban, en su defensa dijo haber tomado las precauciones establecidas y que en todo momento permaneció dentro de los limites, el problema no fue la desobediencia en sí, ya que si algo le hubiese ocurrido, Thranduil, sería el ultimo en preocuparse, sin embargo, el joven elfo no iba solo ni con cualquiera, él se había atrevido a salir con Legolas, ingenuo por su juventud creyó que con eso podría ganarse el reconocimiento de mi señor ya que el príncipe Legolas le había confiado que le haría muy feliz salir al bosque. Por desgracia, Legolas entro a la sala del Rey cuando su padre golpeaba con la menor delicadeza al pobre elfo al enterarse de que su hijo peligraba a muerte.

Recordándolo de nuevo pareciera bastante cómico pero para la visión de un niño debió de ser una crueldad.

A Thranduil seguramente debió aterrarle, pues las arañas no son fáciles de exterminar y crecen en masa sin mencionar los otros peligros que se encuentran en el bosque.

Es verdad que a Thranduil le motiva impartir castigos aunque se abstiene a realizarlos con "violencia física", según sus propias palabras es de bárbaros y para eso se ocupa algo más de sutileza, sutileza que olvido por completo al golpear al pobre joven.

[...]

Con brusquedad Thranduil tomo a Legolas, sosteniéndole desapacible uno de sus antebrazos a manera de advertencia hasta dejar una marca roja por la fuerza implicada, sus orbitas se expandieron de miedo y el dolor desato un sollozo en el pequeño príncipe. Mi señor jamás le había puesto una mano encima a su preciado hijo fuese las travesuras que este hubiese cometido, como el pedir al joven elfo salir al bosque cuando lo tenía estrictamente prohibido.

Se que fue un arrebato de ira y que intentaba autocontrolarse delante de Legolas, pero para su mal ya había perdido toda compostura desde el momento en el que vio a Elrond con su hijo y no fue hasta que se interpuso ante Thranduil que soltó al ya atormentado Legolas.