capitulo 2: Un Tango para empezar

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Lisbeth bajó las escaleras sin prisa. No observaba a las personas, solo los escalones que bajaba para no tropezar. Respiró hondo y en el último escalón, se atrevió a alzar la mirada y no reconoció a nadie por los antifaces.

— ¡Lisbeth! ¡Tu antifaz! —exclamó Tyra acercándose.

—Gracias —agradeció entre dientes.

Tyra le colocó el antifaz y le sonrió.

—Te queda precioso.

—Eso significa todo lo contrario —bromeó Lisbeth, haciendo una media sonrisa.

—Ahora tú colócame el mío —dijo entre risas Tyra.

Lisbeth alzó las cejas y Tyra puso los ojos en blanco.

—Por favor.

Lisbeth tomó de mala gana el antifaz de la mano de su hermana, se lo colocó pero tensó más la cinta y Tyra se quejó.

—Así no se te soltará en toda la fiesta —sonrió esta vez con ganas y le dio una palmadita en el hombro.

Lisbeth se acercó a la mesa más alejada, oscura y cerca de la ventana para no estar cerca de la influencia negativa de Seth y sus fieles seguidoras. La pobre ya no soportaba tanta degradación, solo porque Lisbeth gozaba de una que otra travesura. Además, la criticaban por su preferencia de colores. ¿Todos tienen libertad de decisión y elección? ¡SÍ! Se repetía a si misma continuamente, hasta que lograba creérselo.

Lisbeth notó que varias personas rodearon a un hombre que había llegado. No le dieron la oportunidad de visualizarlo.

—Todos los osos corren a un mismo panal… —masculló. Tomó un palillo rojo y empezó a romperlo en trocitos.

El tiempo transcurrió, pero Lisbeth ya había destrozado todo los palillos de colores. La distracción se había acabado. Solo sobrevivió un palillo verde oscuro que estaba entre el montón.

La música estaba aburrida, pero una cantante apareció y anunció que pondría a la gente a bailar con un sensual tango, por así decirlo.

Alguien carraspeó la garganta y Lisbeth alzó la vista bruscamente.

— ¿Te gustaría bailar?

Lisbeth se petrificó al escuchar la voz de aquel hombre alto, delgado, que sonreía encantadoramente y sus intensos ojos verdes le brillaban excitantemente. Era lo único que podía detallar de su rostro, ya que tenía puesto un estrafalario antifaz. Aunque no tenía comparación con el traje que llevaba puesto…

—Claro —respondió después de hacer su análisis.

El caballero extendió su mano, Lisbeth lo tomó, la ayudó a levantarse y la condujo al área de baile que Tyra había preparado para la ocasión.

—No suelo bailar. Discúlpeme si llego a caer en la torpeza —musitó Lisbeth.

—Yo antes era pésimo, pero aprendí por… ¿Conveniencia? Tal vez esa sea la palabra adecuada. Pero hoy, aprenderás a bailar —contestó con esa voz seductora que había llamado tanto la atención de Lisbeth la primera vez que la escuchó.

El tango que acababa de comenzar era lento y sensual, como la cantante había anunciado. Así que el caballero actuó como tal.

Lisbeth no dejaba de observar sus pies, midiendo sus pasos para no hacer una tontería y quedar en ridículo.

—No, cariño. Mírame —susurró con el mismo tono.

Y como si hubiese sido una orden, Lisbeth lo miró a los ojos para fijarlos allí.

El Misterioso Sr. LaufeysonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora