2-Decisiones

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   Lucy no paró de hablar durante todo el trayecto. No le presté mucha atención, pero sé que nada de lo que estaba diciendo tenía algo de importante. Con todos los años de práctica ya se me daba bien el hacer como si le estuviera prestando atención.

Los Prince eran una de las familias más adineradas de la ciudad. El señor Prince, padre de los chicos, mejor conocido como Paul, era un destacado abogado. Carlie, la madre, era una excelente diseñadora; poseía unos magníficos programas de computadora con los que ni siquiera tenía que salir de la casa para poder trabajar; por lo general se dedicaba a hacer algunos diseños para marcas muy importantes. De ahí es de donde provenía el dinero de los Prince; aunque seguro una familia con un apellido tan importante debe tener un poco mas de historia.

Desde que me hice amiga de Lucy, fui un montón de veces a su casa. A veces hasta era como una más de la familia. Había simpatizado muy bien tanto con Paul como con Carlie. Una infinita cantidad de veces me pregunté qué hubieran dicho ellos dos al enterarse de cómo me había tratado su hijo la mayor parta del último año en el instituto; aunque claro, nadie se los iba a decir, ni yo, ni Lucy (claro que porque yo la obligué); este asunto era mío y de nadie más. Yo podía pelear y ganar mi propia batalla.

Recién cuando estacioné frente a la gran mansión Prince, mi amiga dejó de hablar. Ella sabía cuánto me molestaba estar ahí, y todo por una sola persona. En el último año solo me había acercado a la casa la cantidad justa y necesaria de veces, tareas, enfermedades, o tal vez porque el susodicho no se encontraba en casa.

Hoy iba a ser una visita especial por mi parte, siempre refiriéndome al hecho de que si mi amiga no me hubiera obligado yo no estaría ahí. Ya desde la calle se escuchaban las risas que provenían del interior de la casa. Si no me equivoca los padres responsables no estaban presentes. Perfecto. Podía soportar el ver a Nicholas (siempre y cuando no se le ocurriera hablarme), pero parecía que cuando estaba con esos tontos de sus amigos se potenciaban, y mucho más si se trataba de burlarse de mí.

-Lucy, ¿esto es realmente necesario? –susurré.

-Claro que es necesario. Por lo que me dijo hoy Nick esos dos no estarán en mi casa mucho más que media hora porque tienen que ir a hacer no se qué...

-Tal vez un lifting –bromeé.

Ambas nos reímos y las risas del interior de la casa se detuvieron.

-Sí, tal vez –dijo mi amiga.

Entonces nos dirigimos a la puerta.

-Buenas tardes –gritó ella para saludar.

-Buenas tardes –respondieron todos juntos.

Nos asomamos al salón de la casa y los vimos que estaban los tres desparramados en los sillones.

-Nicholas, nada de interrupciones, ¿sí? –dijo Lu.

-Sin problemas –respondió este mientras mantenía la mirada fija en mí.

Nos dirigimos a las escaleras y subimos al cuarto de Lucy. Era un cuarto bastante grande, muchas veces habíamos hecho nuestras piyamadas ahí debido al espacio que había: más espacio = mas desastre. Mi amiga poseía una cama de dos plazas, solo para ella; creo que después de todo lo que ella tenía, lo único que yo le envidiaba era la cama.

Nos sentamos las dos en el centro de la habitación en la alfombra sobre unos almohadones, y ella me miró de una forma... rara.

-Está bien –dijo-. Dame tu respuesta.

-No lo sé.

-¿Cómo que no lo sabes? ¿Acaso no quieres pasar estas vacaciones con nosotros?

El último veranoWhere stories live. Discover now