35. Reencuentros.

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Sia-Helium

Mis ojos no podían creer lo que veían. Era ella, era Elena. Y estaba embaraza.

Lágrimas comenzaron a caer de mis mejillas sin poder evitarlo. Tantos recuerdos, tantos sentimientos... quise correr hacia ella, preguntarle como estaba, por él... pero no podía. No debía arriesgarlo todo ahora.

Esperé a que abordara, después lo hice yo.

No llevaba ni tres meses en la agencia y ya me habían enviado a varias partes del país. En esta ocasión tuve que ir a LA, Florida y se suponía que allí terminaban las visitas de la semana. Era jueves en la noche, solo quería ir a casa y descansar. Pero me habían llamado de última hora, me necesitaban en Seattle el sábado por la mañana, había problemas con una familia que ya tenía todo aprobado para la adopción de un pequeño, pero la abuela de este, de quien apenas se tiene conocimiento, no quería firmar para renunciar a la custodia del menor pero tampoco se quería hacer cargo de él. Me enviaron para llegar a un acuerdo con ella.

Mi vuelo salió el viernes después del medio día de Florida. Llegué un poco tarde a la sala de espera, ya había mucha gente allí.

Nunca imaginé encontrarla en este preciso lugar, fue una tremenda sorpresa. Me emocionó mucho verla en estado y estaba casi segura, que era de Leo, que estaban juntos, como tenía que ser... como hubieran sido las cosas con Gonzalo si nada de eso hubiera sucedido. Como soñaba una y otra vez, que sucediera. Pero no tenía tanta suerte.

—Señorita, su pase de abordar...—apremió la mujer.

Asentí y le entregué el pase con mi pasaporte. Apenas ingresé a la cabina, la vi de nuevo. Estaba sentada en las primeras filas y gracias al cielo, iba distraída hablando por teléfono y no me vio pasar.

Era lo mejor, pensé con tristeza.

Todo el vuelo estuve inquieta, me podía saber que tenía a una de mis mejores amigas y melliza del amor de mi vida, a poco pasos de distancia. Intente concentrarme en el caso, leerlo a detalle, pues apenas anoche me lo enviaron pero era imposible.

Fue un vuelo largo y no tanto por las horas que duró, sino por la incertidumbre que sentía. Moría por acercarme, pero al mismo tiempo mi parte racional me recordaba porqué hacía esto, porque debía mantenerme alejada.

Estábamos por aterriza, el avión había comenzado el descenso cuando las asistentes de vuelo comenzaron a moverse de prisa de un lado a otro. Algo sucedía. Una señora, sentada cruzando el pasillo, preguntó alarmada.

—Tenemos a una mujer en labor de parto—informó con rapidez, antes de seguir su camino.

¡Elena! Dios, seguro era ella. ¿Pero cómo se le ocurre subirse a un avión en su estado? No lo pensé dos veces y me quite el cinturón, no iba a ignorar lo que sucedía. Estaba sola, debía estar a su lado.

—No puede pasar, vuelva a su lugar—me pidió una de las mujeres cuando me aproxime.

—No, la conozco... por favor, solo déjeme ver si está bien—pedí.

Dudo un momento pero asintió finalmente, permitiéndome el paso.

—Elena...—murmuré cuando llegué a la altura de su asiento.

La sorpresa en su rostro al verme casi me hace reír, parecía que veía a un fantasma. Fueron segundos que todo quedó en silencio, hasta que un grito ahogado salió de sus labios, otra contracción.

—Florencia...—asentí y estiré mi mano para tomar la suya.

—Sí, ¿estás bien? ¿Qué sucede? —Cuestioné.

Chica Incorrecta ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora