36. Agónico sentimiento.

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When I look at you-Miley Cyrus

No sé cuánto tiempo me quedé viéndola dormir, en mi cama, como tantas veces soñé. Aun dudaba de mi suerte. Con suavidad, acerqué mi mano a su rostro y los delineé, intentando memorizar cada parte de él.

El sonido del teléfono me hizo volver a la realidad y corrí a contestar antes que el ruido la despertara. Era el portero del edificio.

—Señor Ferraez, llegaron un par de maletas del aeropuerto, ¿puedo subírselas ahora?

—Claro, le espero aquí, muchas gracias.

No tardo ni cinco minutos y ya lo tenía tocando el timbre.

—Buenos días, Sr., aquí le dejo las maletas. Son tres, dos a nombre de Leonardo Lara y una a nombre de Elena Ferraez.

—Gracias... ¿son las únicas?

—Sí, ¿faltó alguna?

No estaba la de mi chiquilla pero seguramente no la enviaron porque no tenía registrada mi dirección.

—Sí, pero no se preocupe, ahora hablo para que la envíen. Por favor, en cuanto llegue, avíseme y súbala de inmediato.

Hablé con mi asistente, que ya estaba en la oficina y le pedí que se comunicara a la aerolínea para averiguar que fue del equipaje de ella y si podían mandarlo cuanto antes a mi departamento. Ni media hora paso, cuando me informó que llegaría en un par de horas.

Eran pasadas las ocho de la mañana, había sido una larga noche y a pesar de que disfrute cada minuto por tenerla a mi lado, estaba cansado. Me recosté a su lado y caí profundo. Dormí como hace mucho no lo hacía, saberla a mi lado fue asombroso. Aunque creí que todo fue un sueño cuando desperté y no estaba a mi lado...

—Buenos días, bello durmiente—murmuró con una sonrisa, saliendo del baño.

No fue un jodido sueño, era realidad, mi realidad. Ella estaba aquí.

—Estas aquí... realmente estás aquí...—expresé con asombro.

—Sí...—se acercó y se sentó frente a mí.

No pude evitarlo y la rodeé con mis brazos, por el impulso, ambos caímos acostados en la cama, riendo. ¡Santos Cielos! Cuanto había extrañado ese sonido. Me perdí en la curva de su cuello, disfrutando de nuevo de ese aroma que me volvió loco desde aquellas primeras noches a su lado, en ese oscuro episodio de nuestras vidas. Ella enredo sus brazos alrededor de mi cuello, aferrándose a mí.

—Dios... no tienes idea de las noches que soñé con tenerte de nuevo en mis brazos—confesé.

Se separó lo suficiente para que nuestras miradas se encontraran y acarició mi mejilla con ternura. No puedo describir la sensación de ver aquella misma mirada de adoración con la que me veía antes, todo seguía allí, asombrosamente intacto, de ambas partes.

—Yo también soñé y anhelé tenerte junto a mí cada día en los últimos años, Gonzalo.

—Por favor, no me dejes de nuevo—supliqué.

No tenía idea de lo que había sido de su vida estos años, ni de si ya tenía a alguien más pero estaba dispuesto a luchar por ella. Era mía, tanto como yo era suyo y ahora que la tenía de nuevo junto a mí, no pensaba dejarla ir con facilidad.

—Por favor, no me dejes marchar de nuevo—murmuró ella, llorando.

—No lo haré, mi amor, jamás te dejaré marchar de nuevo.

Chica Incorrecta ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora