¿Una pelirroja para este Potter?

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  Bella estaba sentado al lado de Albus a la orilla del lago negro, cada uno con su libro. Ambos habían congeniado muy bien desde pequeños cuando su padre había invitado a cenar a una familia amiga del ministerio.

  Bella había heredado los ojos cafés, los pómulos marcados, su cabello oscuro, y sus labios gruesos de la familia de su madre, proveniente de latinoamerica, y su pálida piel y su cabello extra rizado de su familia paterna de Londres. Además tenía unas cuantas pecas en su nariz y pómulos. Al lado de Albus ella era el espécimen de ternura, pero siempre había cosnservado ese lado pervertido que a su amigo le faltaba y le faltaría siempre.

  El azabache suspiro negando con la cabeza mientras de reojo veía como su “amiga” se mordía el labio inferior y sonreía satisfecha al leer cierto párrafo de su libro que, él estaba seguro, era para mayores de veintiun años. Pero claro, el no tenia voto ni voz ante la curiosa selección de libros que ella mantenía.

  Le era deficultoso mantener sus pensamientos en la copia, autografiada y original, de literatura muggle que sostenía entre sus manos. El libro era fasinante, pero la joven de metro sesenta le distraía. Y lo hacia de una forma casi sobrenatural.

  — ¡SEVY! —su mejor amiga lo distrajo del escrutamiento de las delicadas manos de la joven a su lado.

  Con mucho disimulo Bella rodó los ojos, ninguno se dio cuenta, aunque le hubiese gustado que lo hicieran. Ella y Albus no habían tenido ni un solo momento juntos, aunque haya sido simplemente para sentir la presencia del otro mientras leían, como en ese momento. La chica pelirroja por pura casualidad, si claro, siempre llegaba en el momento en que ella se empezaba a ilusionar sobre un momento solos. Bella no era muy dada a expresar muy bien sus sentimientos, pero la presentcia del joven Potter alteraba todos y cada uno de ellos, cosa que se volvía insoportable guardar los todos en esa puta cajita de cristal que muchos llamaban corazón.

  Los dos Mejores Amigos comenzaron a hablar y la peliroja, por supuesto, la excluyó completamente de la conversación que mantenían. Ya hasta se estaba casi acostumbrando. Casi. Pero no.
 
  Bella estaba levantamdose lentamente para pasar desapercibida, cuando Albus la miró, ignoró a Susan —la endemoniada pelirroja-quita-futuros-novios — y la siguió hasta el castillo alegando que la acompañaría hasta su sala común.

  Mientras la ruluda gritaba de alegría internamente, el azabache no dejaba de pensar en que seguramente sus labios sabrían a néctar y ambrosía, que sus ojos oscuros ocultaban miles de sonrisas y carcajadas, y se preguntaba si verdaderamente la curva de su cuello, la que se escondía bajo su mentón, sabía a dulce miel y chocolate, tal y como olía. Si, estaba hecho todo un poeta cuando pensaba en ella.

Albus Severus Potter, eres un idiota ||HCWhere stories live. Discover now