Llorar ayuda

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  Tres días faltando a clases, sin salir de la cama más que para almorzar y cenar y sin cruzar más de una oración al día con sus compañeras de cuarto. Era la única estúpida Revenclaw de toda la historia. Le dolía demasiado lo que James había dicho, por más que no haya sido su intención el hacerla sentir así. Aunque no todo era culpa de él. Era culpa de la perra de Susan y de su estúpido amigo por no darse cuenta de sus sentimientos hacia él. ¿Como no se había enterado que ella solo necesitaba que le preguntasen si se casaría con él? Además ella contestaría que sí sin dudarlo.

  Estúpido, cabezota, e idiota. Lo odiaba, pero no mucho, pues su amor era mayor y sobrepasaba cualquier sentimiento contradictorio que pudiese tener.

  — Bella, no puedes estar encerrada ahí por siempre, cariño. Por favor, habla conmigo — dijo Lily Potter, mientras Bella cerraba sus ojos con fuerza antes de que sus lagrimas escapasen.

  — Es muy doloroso. Es humillante, Lily.

  — Dime quién fue y te prometo que lo lamentará, lo haré recapacitar, y le pegaré varias patadas. Lo prometo, pero dime que pasó Bell.

  Lily Luna Potter, dos años menor que ella, siempre había estado a su lado, por más de que pareciese estúpido o raro, ella la había apoyado completamente superando todas las espectativas. Corrió las cortinas de su cama mientras miraba los ojos de Lily. La pelirroja le sonrió y se sentó a su lado en la cama, la abrazó y acarició su cabello.

  —Dime que estás bien y me iré si así lo quieres. Pero no me mientas Bell. ¿Por qué estuviste llorando?

  Bella se sacó sus lentes de aumento y restregó sus ojos, los cuales comenzaban a picar por las lágrimas.

  — Él quiere a Susan, Lily. Él la prefiere a ella.

  La cara de su amiga se desfiguró ante el nombramiento de la pelirroja. No había ser más asqueroso en el planeta tierra que esa perra de cabello color fuego. Y Lily lo sabía. Claro que lo hacía.  

  — Bell estas confundida, eso es imposible. Albus te ama. Yo lo sé. Desde hace años que lo sé

  — No Lily, es ella, él es un Potter y ella una pelirroja. Hasta James lo ha dicho. Susan es tu cuñada.

  La chica menor frnció el entrecejo al escuchar el nombre de su hermano mayor. ¿Acaso había escuchado mal o James Sirius Potter estaba cagandola monumentalmente de nuevo? Si, al parecer lo había estado haciendo de nuevo.

  Lily se levantó de un salto de la cama y arrastró a Bella con ella, la metió en la ducha y por poco casi la beña ella misma. Por suerte no lo hizo. Cuando la de cabello rizado se había puesto en condiciones Lily la arrastró hasta el Gran Comedor, y luego hasta el lago negro. Buscó a James desesperadamente y, cuando por fin lo encontró, le dio una cachetada.

  — ¡Qué diablos hice ahora Lily Luna Potter!

  — ¡No te hagas el idiota James Sirius Potter! — respondió la pelirroja y luego arrastró a Bella por todo el jardín de nuevo hacia el Gran Comedor.

  Bella sintió unos brazos rodearla y levantarla en el aire con efusión. Y luego esos brazos la dieron vuelta y la estrecharon contra un pecho.

  — Jamás, en lo que queda de nuestra vida, vuelvas a desaparecerte de esa forma Bella Star. ¿Entiendes? Porque si lo vuelvas a hacer posiblemente me de un ataque cardíaco respiratorio de los altos nervios y el estres que me darán — Albus siguió parloteando por un par de minutos hasta que la soltó un poco, pero no del todo pues todavía la sostenía entre sus manos, y vio el rostro húmedo de la chica. — Oh por favor no llores ¿Te hice daño, te apreté demasiado? Me siento mal Bell. ¿Que hice? ¿Por qué no salías de tu cuarto? ¿Sabes que estuve ostigando a Clarie, tu compañera de cuarto, para que me dijera por qué no salías o si te sucedía algo en estos días? Porque estuve a punto de morirme.

  — Ya cállate Albus, demasiada información — dijo Lily yéndose y dejandolos hablar.

  — Bella — susurró al pelinegro

  — ¿Sí Albus?

  — ¿Por qué faltaste a clases y me ignoraste cuanto pudiste estos días?

  De pronto a la chica le entró un dolor en el pecho al darse cuenta que él realmente había estado demasiado preocupado por ella.

  — Una idiotez mía Albus. Perdóname — susurró la Bella.

  Albus se mordió el labio inferior mientras examinaba el rostro compungido de ella. Miró sus ojos rojos, sus palidas mejillas, sus profundas ojeras y, por último, sus rojos labios. Unos labios que desde lejos se podía apreciar que habían sufrido de largos mordiscos y torturas de esos blancos dientes. Y una vez más volvió a sus ojos chocolate, a sus pestañas finas, a sus hinchados párpados. En sus ojos, puertas al alma, se veía una timidez, una ternura y un dolor indescriptible. Pero tambien un cariño inigualable.

  Y Albus, débil como él mismo se describía, miró sus hinchados y rojos labios una vez más. Y no aguantó más, o no quiso aguantar, el dulce dolor que la vista de la apetecible piel quebrada de la chica en sus labios le producía. Así que hizo lo que tantos meses se había aguantado desde la navidad pasada, en la que su padre le había hecho caer en cuenta del amor que le profesaba a Bella. La besó.

  La besó frente a sus amigos, sus primos, sus hermanos, su casa, las casas. En sí, la besó frente a todo alumno y/o profesor que se encontrase en el Gran Comedor en ese momento. Y no se arrepintió. Fue el mejor momento de su vida. Y años después lo seguiría recordando como el mejor suceso de toda su vida académica y no académica.

  Desde lo lejos, lejos de la burbuja en la que esos dos se habían encerrado, se oían gritos de entusiasmo, aplausos ensordecedores, ánimos apabuyantes y muchas, muchas risas. Por fin, pensaban los familiares del Potter. "¡Por fin!" gritaba su amigo Scorpius. Por fin pensaba la pobre chica Clarie, compañera de cuarto de Bella. "Viva apostar" pensó la profesora McGonagall mientras recordaba los treinta galeones que el joven Teddy Lupin le debía.

  Por fin, pensó Bella.

Albus Severus Potter, eres un idiota ||HCWhere stories live. Discover now