Capítulo 14 | Bajo las estrellas.

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Salí del local enojado, conmigo mismo por ser tan grosero, los chicos que se habían comportado conmigo como los mismos ángeles, y yo sólo le respondí de la patada.

¡Era un imbécil con certificado!

Nathalie recordó aquella guitarra clásica que decidí esconder en el sótano, no quería que los recuerdos de mis padres salieran a la luz, estaban muy escondidos, y quería que se quedaran en la penumbra, ya no quería pasar las noches llorando, recordando como mi padre se sentaba conmigo debajo del árbol del jardín a enseñarme con paciencia cada acorde. Antes de que nath naciere, solíamos cantar canciones los tres y la tradición siguió al nacer nath, incluso cuando Nathalie llegó a casa por primera vez, yo mismo le entoné su primera canción de cuna, la había ensayado durante meses, papá me hacía practicarla todos los días, recuerdo que se burlaba porque colocaba los dedos raros en los trastes de la guitarra.

Una vez más puedo ver a mi padre en mi reflejo, al mirarme en el espejo, puedo mirar a mamá en la esencia de Nathalie, puedo ver sus rostros en mis sueños y me siento miserable porque el que tenía que morir era yo, todo fuere más sencillo, Nathalie hubiese superado mi muerte con la ayuda de mamá, ella sí, sabía consolar.

Nath los necesita.

Los recuerdo cada puñetero día cuando me levanto en las mañanas, cuando Lucette me sirve el desayuno en la mesa y cuando nath me da un beso de buenas noches, ¿Cómo olvidar a las personas que mas amas en tu vida? A los que te formaron con paciencia y te dieron amor desde niño hasta ser adolescente ¿cómo enterrar sus recuerdos? ¿Cómo dejas de sentir dolor?.

Mis mejillas se humedecen, creando una tempestad en mi interior, los incontrolables sollozos salen de mí sin poder parar, y mis nudillos se vuelven blancos al notar que estoy llorando como una beba.

Odio llorar.

Siento una pequeña mano sobre mi hombro, que brinda una leve caricia y me encuentro con la mirada de Esther, la chica me mira y solo me da un abrazo muy fuerte sin decir una sola palabra, mis manos pican por abrazarla también, sin embargo no puedo hacerlo, lloro sobre su hombro y toma mis manos y la coloca sobre su cintura.

Quiere que la abrace.

Y lo hago.

-Todo está bien, se cuanto los extrañas.- susurró Esther sobre mi oído.- Yo también la echo de menos.

Los minutos pasan y seguimos en la misma posición, ya me he calmado un poco pero aún sigo sensible, estamos frente a las afueras del restaurant, a unos metros de central Park, Esther me invita a caminar por el parque y acepto con gusto.

Caminamos en silencio y visualizo a unos metros una banca, al estar cerca tomamos asiento, la mujer a mi lado suspira y mira al cielo.

- ¿Ves eso en el cielo? - cuestiona mirando el cielo, observo el cielo oscuro y miro la dirección que señala con su dedo índice, es una constelación y trato de adivinar cuál es.

-¿La osa mayor?- cuestiono confundido. Ella suelta una risita y me enfoca, sus ojos mieles brillan y me vuelven loco.

- Sí, es hermosa.- dice admirando el cielo. - Mi madre, cuando yo tenía más o menos siete años, me contó la historia de Abram; un hombre que añoraba un hijo, Dios le dijo que observara los cielos, y que contara las estrellas porque así sería su descendencia.- Sonrió- Recuerdo que le dije que era imposible contar las estrellas. ¿Sabes que respondió?- cuestionó, enfocándome con sus delicados y hermosos ojos.

Negué.

- Que para Dios nada era imposible.- miró al cielo de nuevo.- El cielo oscuro es como ese mar de problemas que a veces te agobian, pero sin embargo las estrellas siguen brillando sin importar que la oscuridad éste allí, incluso gracias a la oscuridad ellas pueden brillar más, así las podemos vislumbrar.- mojo mis labios, ya que están secos. Las palabras de Esther me hacen reflexionar y me hacen entender que todavía hay esperanza, ¿todo eso piensa con solo mirar las estrellas? - Dios siempre está allí en la oscuridad Nathen, y nos hace brillar en medio de ella, solo debemos creer.- finaliza.

-¿Te gustan las estrellas y esas cosas?- cuestionó.

- Las adoro, astronomía es uno de mis fuertes, es misteriosa e interesante.

- ¿Por qué no la escogiste? - pregunté curioso.

Chasquea la lengua y me observa.

-Si la escogí, desde los seis años observo las estrellas con mi telescopio desde el balcón de mi habitación.- suspira.- Pero luego que vi a mi madre morir por un cáncer, decidí estudiar medicina para ayudar a otros en su situación. Aunque me duele ver a tantos niños enfermos, quiero ayudarlos a luchar. Por esa razón veo él cielo y me recuerda a mi madre, puede ser que ella sea una estrella de esas. - Señala un punto luciente - A veces quiero ser como estrella fugaz.

- ¿Estrella fugaz? - la miro algo confundido, por su alocado comentario.

-Sí, que quiere perseguirla, es tonto. -bufa y ríe - sé que es imposible, pero si fuera una estrella fugaz alcanzaría mi destino en un dos por tres, y me encontrara viajando por el universo buscando mi lugar seguro.

Me arrimo un poco en la banca, hasta quedar un poco más cerca y la contemplo, sus palabras calan mis huesos y me hacen sentir escalofríos, siento que si la tuviera a ella no me faltaría más nada, sólo me bastaría mirar esos ojos mieles tan hermosos por el resto de mi vida.

- Seguramente te aburrí, a veces suelo hablar de más.- me mira y sus comisuras tiemblan.

-Para nada. - niego, sonríe y la imito - Quiero tener esa fe que tú tienes, estrella.- Observo el cielo para no mirarla a los ojos, se que si la miro de nuevo me convertiré en gelatina.

- Solo tienes que creer, nathen.

-¿Como creo en el alguien que no puedo ver? -cuestiono

Coloca su mejilla en mi hombro, y luego de varios segundos cuelo mi mano por detrás de su cintura.

- ¿Como no creer en un ser qué, hizo los cielos y la tierra, que nos formó y nos dio vida.- ¡Vaya! Suspiro al no saber que decir y mis manos acarician las suyas.

Quiero ser como ella, tener fe y vivir sin miedo.

- Quiero creer, pero me es imposible.

- Nada es imposible, nathen - murmura.

Me sobresalto al escuchar un timbrado, ella se aleja y saca de su bolsillo trasero su celular, desliza la llamada y contesta.

- Ajá, ¿Que ha pasado? - talla su frente con una mano libre.- sí, claro vamos enseguida.

La miro confundido y me pongo de pie al igual que ella, me observa melancólica y pronuncia:

- Es tu hermana, se puso mal.

Y el alma se me va a los talones, y mi corazón empieza a latir muy fuerte.

Otra vez, siento ese nudo en la garganta, de nuevo ese temor a perderle. 

Estrellas Relucientes©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora