Eslovenia.

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Siete y media de la tarde. Habíamos llegado a nuestra nueva casa. Lo primero que hice fue observarla; aquella era bastante más espaciosa que la de Madrid. La habitación más grande era la mía, aunque me daba pena que la cocina hubiera dejado de estar a dos pasos de ésta. Cuando terminé de observar cada una de las esquinas de nuestra nueva casa, entré a mi nueva habitación, me quité mis nuevas alpargatas, y me tiré en mi nueva cama sin intención de despertarme hasta el día siguiente. Y así fue, no importaron los innumerables avisos de mi madre para que me despertara, no me levanté hasta las 15:23, hora de comer. En la comida mi madre nos comentó que en unas horas tenía la reunión de presentación en el nuevo Mercadona y que además iba a tener que acompañarla. En un principio me negué rotundamente, pero me ofreció un bote de hummus. Mi madre no es tonta, sabe mis puntos débiles.

Llegamos a la reunión bastante justos de tiempo, pero llegamos. Había gente muy distinta, de todos sitios, de todos tipos. Me fijé en una mujer que llevaba un pañuelo de colores pastel en su muñeca, tenía el pelo verde. Le hice una foto porque le conjuntaba con el delantal del uniforme. Era gracioso. Lo raro es cómo me fijé en ella antes que en el chico que se sentaba a su lado, el cual supongo que sería su hijo. Tendría mi edad, o quizá un año más. Pelo castaño tirando a rubio, barba y pendientes. Era bastante delgado y, para qué mentirnos, estaba muy bueno; se me estaba poniendo la picha contentita. Me miró: se dio cuenta de que llevaba 2 minutos y algunos segundos mirándole. Aunque intentara esquivar la mirada dirigiendo mis ojos hacia otro punto que no fuera su cuerpo, se dio cuenta y no pudo evitar reírse amistosamente. Le volví a mirar y le sonreí bastante sonrojado. Me quedé en una nube de la que pronto mi madre me habría bajado agarrándome el brazo y mandándome atender. No sé muy bien a qué tenía que atender, ni siquiera era mi reunión.

Tras 7 minutos transcurridos de aquella reunión, entró una mujer pidiendo perdón por la tardanza. Seguida de ella entraba... ¿Janet? No, espera... ¿Janet? La miré. Me miró. No hizo falta ninguna palabra para saber que ambos nos habíamos deseado la muerte. Pero espera... Si estaba ahí, en una reunión del Mercadona, era porque su madre... ¿también iba a trabajar allí? La verdad es que estaba deseando que fuera un sueño, pero después de pellizcarme 3 veces el brazo izquierdo me di cuenta de que no lo era. ¿Iba a tener que encontrarme con ella más de lo que solíamos hacerlo? No podía existir tanta casualidad, joder.

Se sentó al lado del chico de la barba y acto seguido, comenzó a hablarle. Lo máximo que oyeron mis oídos fue '¿Nos hemos perdido algo importante?' a lo que él respondió que no. Joder, me estaba muriendo de celos pero su voz le hacía todavía más sexy y me distraía.

Fui a enviarle la foto de la señora del pelo verde, a hablarle de lo bueno que estaba el chico, de la casualidad de que la madre de Janet fuera a trabajar ahí también y de cómo la zorra de la Janet se estaba intentando ligar al tío a Eva, pero recordé que se había enfadado conmigo. ¿Qué sería de ella? ¿Estaría grabando nueva música? ¿Estará escribiendo canciones en las que me pone a parir?

Amores que miran, amores que duran.Where stories live. Discover now