11. La felicidad y Asher Bullock

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Asher.

Hacía mucho tiempo no soñaba cosas bonitas.

En mi sueño está Miles, él me sonríe, solo se sienta frente a mí y me sonríe, me abraza y deja que me funja en nuestro abrazo, que me derrita dentro de sus brazos y que sienta la calidez de su cuerpo a mí alrededor. Solo me doy cuenta de que no se trata de un sueño cuando abro los ojos, extrañado porque la calidez de Miles cala en mis huesos y no se desvanece como en un sueño normal. Él está rodeando mi cuerpo con sus brazos, me aprieta y me ahoga. Resoplo, estirando mi mano sobre su pecho y dejándolo caer sobre su espalda, lejos de mí. Sus brazos se deslizan por mi cuerpo hasta dejarlo libre.

Intento incorporarme entonces y es cuando el intenso dolor de mi trasero me hace soltar un lastimero gemido que encima me empuja hacia atrás y me deja con la espalda contra el colchón. Cierro los ojos, aprieto los parpados y mis puños sobre la sábana. Porque lo sabía, sabía que esto sería así, sabía que iba a quedar inválido luego de acostarme con Miles porque era jodidamente imposible que una cosa tan grande cupiera en un espacio tan pequeño sin consecuencias. Fue delicioso mientras duró pero en este momento me siento como que voy a morir pronto.

—Miles... —estiro mi mano y lo golpeo en el pecho.

Él se mueve pero no se despierta.

—¡Miles! —cierro mi mano en un puño y golpeo con ella su pecho firme sin recibir resultados—. ¡Joder Miles, despierta, maldita sea! —golpeo una y otra vez en su pecho y abdomen hasta que él espabila e intenta incorporarse de golpe.

—¡Joder! —exclama al doblarse.

Luego cae hacia atrás de espaldas, en la misma posición en la que estoy.

—¿Estás bien? —pregunto frunciendo el ceño.

—Moví demasiado las caderas anoche y ahora me duelen —se queja él rodando los ojos—. ¿Tú estás bien?

—Pregúntale a tu monstruo-polla —espeto rodando los ojos—. Tienes que ayudarme a levantarme.

—No puedo levantarme yo mismo ¿Y te voy a ayudar a ti? —él deja salir una carcajada encantadora—. Es fin de semana, vamos a relajarnos en la cama.

—Lo terminaremos haciendo y estaremos muy adoloridos como para salir de nuevo, terminaremos muriendo aquí —le espeto—. Dios, como te odio ¿Por qué accedí a esto?

—Porque te gusto.

Él se mueve hacia adelante, empuja mi cuerpo contra el suyo y me muevo a pesar del dolor. Su mano acaricia suavemente mi costado, las puntas de sus dedos parecen transmitir corrientes eléctricas por donde pasan, me acarician en armonía, como si tocaran un instrumento con delicadeza, presionando en los lugares correctos, dejando salir las notas de una melodía perfecta. Desliza sus dedos por toda mi columna vertebral mientras me mira a los ojos, con esos labios carnosos entreabiertos y esa expresión de recién levantado que lo hace lucir tan sensual, su cabello alborotado, su piel brillando con su color caramelo exquisito y exótico... ¿Cómo yo, alguien tan miserable, puedo tener a este hombre mirándome como si fuera la única persona en mundo? ¿Por qué yo? ¿Realmente lo merezco?

Solo sé una cosa y es que... no me importa.

Lo merezca o no, estoy cansado, cansado de todo. Antes tenía la excusa, de que no conocía el amor de verdad, el tipo de amor que era dulce, no celoso, sin reproches, sin dolor insoportable, sin culpa... pero ahora que lo conozco, no lo quiero dejar ir. Y sé que aun hay cosas que tengo que resolver dentro de mí y con Caleb pero creo que está resuelto para mí, creo que puedo sentirme libre de amar a Miles y ansío decírselo... pero solo puedo abrir mis labios para gemir en ese momento cuando sus dedos se mudan a mi muy usado y agotado agujero.

Gato callejero |BL|Where stories live. Discover now