Capítulo 4: i know you

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Y, dando pasos inseguros sobre la firme roca que iba reemplazando la arena conforme se acercaba al lugar donde rompían las olas, reconoció la figura de una embarcación pequeña que, muy probablemente, se había dañado golpeando contra la firme piedra.

Ese ruido él lo había escuchado; eso significaba que había ocurrido recientemente. La persona que se había estrellado, seguía ahí.

De un momento a otro, entre un vistazo hacia su destino y otro hacia las rocas donde iba dejando sus pasos, encontró la mirada perdida de un chico cuyos ojos, vistos a tres metros de distancia, relucían en un azul tan vivo, que el océano le quedaba corto.

Se acercó, considerablemente, a ese, ahora, pedazo de madera destrozada donde se encontraba ese muchacho de lindos ojos, aún teniendo que pudiese ser algún pirata, asesino, o cualquier mal y dañino oficio que pudiese existir, solamente porque sus ojos le llamaban; lo miraban como si de una criatura mítica se tratase, como si fuera tan impresionante que debería tener cuidado de que no se asuste y vuele, como cuando ves un ave hermosa que te roba el aliento.

—¿Hola?—pronunció débilmente, sin despegarle la vista de encima.

—Hola—contestó, nerviosamente, el marinero que acababa de arribar, por accidente, en aquella pequeña isla.

Se miraron por un momento, sonriendo, mientras las estrellas brillaban por encima de sus cabezas.

Hasta que volvieron a la realidad: no se conocían, eran extraños.

—Eh...—balbuceó el chico delgado—¿q-quién eres tú?

Los ojos de diamante del visitante se tornaron en un gesto de confusión, como si hubiese despertado de un desmayo:

—¡Oh, claro, claro...!—bajó de lo que había sido un bote, de un salto, para caer justo delante de la razón de su comportamiento torpe—. Mi nombre es Richard, Richard Starkey. Disculpe las molestias de mi inesperada visita, pero, como puede ver—señaló su bote—he quedado estancado aquí, al chocar.

—Bueno, yo... soy George Harold Harrison—dirigió la vista hacia el desastroso accidente del bote de su visitante—y pues... en efecto, veo que su bote ha quedado mal varado. Lo siento por eso. Y, bueno, ¿a dónde se dirigía, Richard?—cuestionó el joven.

—Iba de camino hacia el puerto de Liverpool, en Inglaterra; mi tierra natal, de donde llevo mercancía hacia otras ciudades del continente. Pero, vaya, no le interesaría saber sobre mis desastrosos viajes repetitivos.

—¿Qué dice? ¡Claro que si!—decía emocionado el pequeño Georgie—debe ser muy emocionante viajar por el mundo todo el tiempo, leer el libro del planeta entero—y mientras pronunciaba estas palabras, sus ojos brillaban hermosamente, tal como las estrellas que hace un momento había estado contemplando.

—Aprecio su entusiasmo, joven George—sonrió—, pero ahora mismo estoy perdido y necesito arreglar mi bote, cosa que no creo que logre en un tiempo muy corto. ¿Sería tan amable de hacerme saber en dónde nos encontramos?

—Por favor, háblame de tú; somos de una edad aproximada, ¿no es así? Así que, Richard, acompáñame a ver un poco de lo que es el pueblo, donde, por lo que veo, tendrás que habitar por un tiempo, mientras arreglas tu bote—dijo sonriendo al ojiazul—. Sígueme—y comenzaron a caminar lado a lado.

—Llámame Ringo.

Lost by the stars. [Starrison]Where stories live. Discover now