Nubes en el horizonte

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El abrasador sol del verano se alzaba en lo más alto de los cielos, como desafiando al mundo entero a mirarle y no quedar cegados por su magnificencia cuando, mecido por el suave viento de levante, el Argo III entró en aguas estadounidenses.

Las predicciones de Leo no eran del todo correctas, habían llegado al punto indicado con un par de horas de retraso, pero igualmente llegarían a Long Island por la noche y a lo mejor hasta les daría tiempo a cenar de nuevo junto a todos sus compañeros de cabaña, aunque antes de lo que hubieran deseado en realidad.

El viaje original planeaba recorrer toda la costa este, parar en Miami y desde allí recorrer las islas del Caribe, desde Antigua y Barbados hasta Jamaica sin olvidarse de Cuba, más tarde sobrevolarían el estrecho de Panamá y tras visitar California pasarían una temporada en el campamento Júpiter; donde, Percy y Annabeth, por mucho que disimulasen, querían asentarse un tiempo y acabar sus estudios en la universidad especial para semidioses que allí se encontraba.

Los semidioses querían aprovechar ahora que eran tiempos de paz y no había más profecías. Se habían enfrentado al señor de los titanes, habían derrotado a la Madre Tierra y vencido titanes y gigantes; descendieron a lo más profundo de los infiernos, plantaron cara a Nyx y a todos sus horrores y salieron vivos. Ahora Percy y Annabeth, al igual que todos los demás, no ansiaban más que la paz.

—¿Cómo puede hacer tanto calor?— gritó Leo desde su puesto al timón— ¡Debe haber por lo menos 45 grados!

—Hala que exagerado eres— dijo Annabeth pasando la hoja del libro que estaba leyendo apoyada en el mastil—. Si solo harán 22 grados debilucho, si tanto calor tienes sigue el ejemplo de Percy y Frank y tírate al agua. Además eres hijo de Hefesto y controlas el fuego, esto no debería ser nada para ti.

—¡Pero la sensación térmica es de 26! Y que sepas qué, si esos locos se han metido y no tienen miedo a que les devoré un tiburón, es porque a uno le obedecen y el otro, de hecho, es un tiburón.

—Pues por lo menos quítate la camiseta y ponte un bañador, mira hasta Hazel va con bañador por ahí, un bañador del siglo XVII pero un bañador al fin y al cabo.

—Mira eso sí puedo...— Antes de que Leo pudiese acabar de hablar, fue interrumpido por un repentino chorro de agua helada.

—Ups, perdonad— se disculpó Percy asomándose por la borda subido en un torbellino de agua—. Quería darle a Jason con el agua en la cara pero parece que el tiro me ha salido un poco mal.

—No Percy, tú tranquilo —dijo Annabeth apenas conteniendo la risa—, solo le has dado a Leo y seguro que ahora está más fresquito ¿No Leo?

—¿Así que querías darme a mí Jackson? Te vas a enterar sesos de alga.

—Tranquilo Jason— se levantó Leo mientras crujía los nudillos—, yo te ayudo.

— ¿Qué creéis que váis a hacer?— Percy hablaba mientras se reía a carcajadas— ¿Soplarme? ¿Prenderle fuego al agua?

—Percy— irrumpió Annabeth—, no es por desilusionarte, pero el agua conduce la electricidad.

—Mierda, pero no se lo digas
Y así se desató una batalla naval entre Percy, lanzando chorros de agua y torbellinos; Frank, que intentaba atrapar a Jason transformándose ahora en águila ahora en calamar gigante; contra un muy cabreado Leo, que intentaba prenderle fuego a las plumas de Frank cuando este alzaba el vuelo y; un Jason que intentaba electrocutar a Percy desde el cielo, mala suerte para él que el chico pez desviaba sus rayo hacia el mar protegiéndose con masas de agua en las que la electricidad se desperdigaba tanto que al final resultaba poco más que un cosquilleo.

El gran ganador del combate fue Piper por su increíble demostración de embruja-habla para que dejasen de hacer el ganso después de que le tirasen un salmonete a la cabeza sin querer.

El Trono de OthrysTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon