PARTE IX

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Una perra.

El concepto en sí mismo era ridículo. Y él comprendía que no había otra palabra que explicara lo mismo para aplicarse a un hombre.

Ser una perra hacía referencia a ser el baboso, el sobreexcitado, quien mendigaba por las caricias del hombre. En este caso, siendo ambos chicos, Thomas era quien recibía, el pasivo, el de abajo, quien mordería la almohada.

Las dudas, las palabras se seguían entremezclando en su cabeza. La Tablet estaba descartada a un lado de su cama, había intentado mirar algo de porno gay. Algo de información también y todo lo dejaba frío. Por no mencionar que los videos le habían asustado un poco y le habían acelerado la respiración si acaso algo.

Él no era gay.

Al menos, no lo creía así. No le gustaban todos los chicos, no le llamaban la atención, ni le provocaban nada sexual.

Ahora bien, si pensaba en Gabe, el calor llegaba fácil. Si ponía el rostro de Gabe en el de los chicos de los videos, con poca ropa, y tocándose por todas partes, él estaba jadeando de inmediato.

Golpeó la puerta de la habitación de su hermano. Había cosas que averiguar. Archer le miró enigmático, indicándole que pasara.

—Roland está abajo, fue por algo de comer. —El chico estaba tendido en la cama, como de costumbre, control de video juego en mano, aunque su atención estaba en Thomas.

El chico se estaba dando cuenta de que Archer no era tan malo como pretendía. Era llevadero, nunca se enfadaba por nada y tenía disposición para hablar con él cada que estaba enredado.

Y, de hecho, era más útil que su hermano, porque él sabía de lo que hablaba.

—Tengo preguntas.

—Me imagino que sobre tu amigo. Que pedazo de chico tienes ahí —comentó el amigo de su hermano sin ninguna vergüenza. —Le vi de casualidad el otro día.

Thomas se contuvo de golpearle la cabeza. Sí, había descubierto que era celoso. Gran cosa.

—No mires a mi chico.

Archer se veía felizmente sorprendido.

—Vaya, no sabía que ya es tuyo. Entonces, no eres tan lento como creí.

—Bueno, yo... por eso estoy aquí, hay algo que quiero saber.

—Dispara.

El menor se removió nervioso. No era un tema fácil. No estaba seguro de cómo sonaría una vez que dejara las palabras salir, así que solo las dijo.

—¿Cómo sabes cuál de los dos chicos ser... en una relación sexual? Me refiero, ¿Cómo sabes si te gusta estar arriba o abajo? —Su rostro era un tomate. Thomas podía sentir sus mejillas ardiendo, así como su cuello y sus orejas.

Intentando hacerle la tarea más fácil, el otro chico se concentró en su juego. El ruido de disparos proveniente de la pantalla hizo poco por ayudar a Thomas.

—Estás asustado.

—Demasiado. No había pensado en eso.

—Bueno, es curioso. Cuando tu amigo te besó, tu primera reacción no fue alejarte. —Archer racionalizó.

Thomas lo desestimó.

—Es mi mejor amigo, estoy bien con todo de él. No hay nada que me haría alejarme de Gabriel.

—Sin embargo, en vez de solo sentirte halagado y seguir, tú estabas interesado en repetir el beso. —Lo miró esperando una confirmación. Para Thomas no tenía sentido negarlo, así que asintió. Archer volvió a su juego. —Y más, ¿cierto?

Thomas se miró las manos.

Si se relajaba. Estaba descubriendo que había algo en Gabe... no sabía qué. No quería sonar absurdo y decir que miraba a su mejor amigo bajo una nueva luz desde que se habían besado por primera vez. Aunque así fuera. Gabriel era demandante; fuerte y abrumador. Cosas que Thomas no sabía que podía querer, mucho menos viniendo de un chico. Pero cuando Gabe iba sobre él, cuando lo sujetaba con sus manos claramente masculinas, firmes y con familiaridad, él se encontraba respondiendo a eso.

Para ser justos, siempre se había sentido cómodo con que Gabriel le tocara. Ellos eran bastante físicos con sus muestras de afecto. Abrazos, dormir en la misma cama e incluso, ocasionales besos en la mejilla. Reposar su mejilla en el hombro del otro, o abrazos desde atrás.

Pero los besos... estos eran otra cosa. Besar a una chica había sido bueno, pero hasta que Thomas no había tenido con que comparar, no había sabido la diferencia. Las chicas eran delicadas, pequeñas, suaves. No presionaban, no estaban sobre él de manera reclamante, yendo por encima de sus límites.

Thomas estaba seguro que había una veta masoquista en él.

Y no estaba compartiendo esa información con Archer.

—Siempre estás por aquí. Pensé que la universidad era algo pesado, pero tú lo haces lucir fácil. —dijo en lugar de lo que tenía en mente.

Archer peleó con palabrotas hacia la televisión.

—Estudio cada que puedo. —dijo sin más. —Y me gusta tu hermano, por eso estoy aquí. —Thomas guardó silencio. Suponía eso, pero era diferente escucharlo así. —A él también le gusto.

—Él se ve compungido.

—Aun no lo acepta. —El muchacho se rio relajado. Thomas no entendía cómo podía lucir así cuando él mismo estaba todo confundido por Gabe. —Está profundamente dentro del closet, lo que es gracioso en extremo.

Otra vez, Thomas no lo entendía. No le veía lo gracioso. Él estaba luchando con eso. Con aplicarse una etiqueta. Con entender donde calzaba y lo que quería. Y con lo que todo eso supondría.

Él siempre había querido enamorarse y sus sentimientos por Gabriel eran enredados e imperiosamente anhelantes. Lo habían sido desde que tenía memoria. Él era en gran parte suyo. No le importaba nada más y no estaba hablando como un novio ni nada por el estilo. Él no iba a poner un nombre a eso, porque sabía que Gabe lo entendía de algún modo. Ellos se pertenecían de una manera extraña. Eran el exacto punto opuesto del otro. Eran mitades exactas de un todo.

En cuanto a lo sexual, a lo romántico. Thomas se estaba adaptando a ello, no queriendo perder la cabeza respecto a que no respondía a los sentimientos de Gabe, sino que estaba generando unos propios. Fuertes, aterradores, que amenazaban con consumirlo en deseo, en tenerlo ya y sin importar nada, que Gabe solo tuviera ojos para él, que Gabe solo quisiera estar sobre él. Que lo tocara, donde fuese, pero que lo tocara y no dejara de besarlo, porque sus besos tenían algo que le volaban la cabeza.

Él había ido ahí por respuestas, cuando de algún modo, él ya las tenía.

—¿Dolerá? —preguntó en voz baja.

Archer hizo el juego a un lado para mirarlo.

—Lo hará, pero nadie ha muerto por ello. —dijo sincero. Se encogió de hombros. —¿No te has puesto a ver a todos los chicos que hay en pareja por ahí? ¿O simplemente en busca de sexo? Si fuera tan terrible, se forzarían a estar con chicas.

En eso tenía un punto.

Thomas se puso de pie y fue hasta la puerta.

—Thomas, espera por el final. Vale increíblemente la pena.

Thomas asintió y se retiró hacia su cuarto. Se cruzó con su hermano en el pasillo, pero no levantó su cabeza. Por las palabras de Archer, podía deducir quién era el que estaba debajo de los dos y sentía su rostro arder. 

Lo que Thomas quería #1Where stories live. Discover now