PARTE XVI

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La noche no pudo llegar lo suficientemente rápido, solo que cuando lo hizo, Thomas se vio decepcionado. Gabriel tuvo una cena sorpresa con sus padres y no pudo asistir. Thomas padeció de un terrible caso de bolas azules, pero estaba tan molesto y frustrado que no hizo nada para aliviarse.

Y los días que le siguieron no eran mejores. Pues ellos se robaban besos en la escuela, se tocaron en un par de ocasiones, pero no fueron tan lejos como para llegar a ocupar el baño del tercer piso de nuevo. Por las tardes, era como si sus familias conspiraran en su contra, ya que les mantuvieron entretenidos con panoramas que les impedían la posibilidad de pisar el cuarto solos.

Finalmente, el día de la graduación estaba sobre sus cabezas.

Solo quedaba el juego de finales para Gabriel y al siguiente día recibirían sus diplomas.

—Estoy nervioso —dijo Gabriel saltando en su puesto. Llevaba ya el uniforme del equipo. Azul brillante y las zapatillas negras con los cordones bien atados.

Thomas le dio una mirada apreciativa.

—Nunca me había puesto a admirarte cuando tienes un juego; creo que me gusta.

Gabe le miró con perspicacia.

—¿El qué te gusta?

—La forma en que se te apega al cuerpo —dijo con un encogimiento de hombros. —Por no mencionar, como te hace lucir el trasero.

—¡Booth!

Thomas palideció dos tonos ante el grito del entrenador. Se volteó para encontrarlo justo detrás de él y por su gesto adusto, claramente había escuchado su comentario.

—A esto me refería —ladró el hombre mirando a ambos chicos, deteniéndose en su jugador. —Te dije que nada de distracciones, Gabriel y eso incluye a los novios. Fuera de aquí, ¡ambos!

Él no tuvo que decirlo dos veces. Ellos se arrojaron al campo.

—Eso fue mortificante —murmuró cohibido el moreno, escondiendo su rostro.

Gabriel soltó la risa que estaba conteniendo. Atrajo al chico bajo su brazo y le besó la coronilla de su cabeza.

—Te pasa por ser un pervertido. Con razón no venías a mis juegos.

Alguien se aclaró la garganta detrás de ellos, Brody pasó por su lado dándoles una mirada despectiva.

—Él está tentándome a que lo golpee de nuevo —Thomas comentó. Al ver a Gabe y su sonrisa, se encogió un poco.

—Eres adorable —El chico dijo, alzó por la barbilla a su amigo y lo besó castamente. —Tienes que admitir que tuviste algo de suerte con respecto a Brody. Aun no sé cómo lo tumbaste del modo en que lo hiciste, pero definitivamente no va a pasar del mismo modo dos veces. Y si él pone un dedo sobre ti, yo sí que tendré que golpearlo.

Tenía razón.

Caminaron juntos hacia las gradas. Pegaba el sol fuerte sobre sus cabezas y algunas personas ya se acomodaban también en sus puestos. El olor en el aire era a perritos calientes y palomitas. En las gradas, Thomas divisó a su hermano enfrascado en una acalorada discusión con Archer.

—¿Qué se traen esos dos? —Gabriel preguntó siguiendo su mirada.

—No lo sé, quizás Archer se ha cansado de esperar que Roland se asuma. —Archer se puso de pie y el hermano de Thomas lo jaló por el brazo para volver a sentarlo. Thomas entrecerró sus ojos. —Sé que están juntos, o al menos que se acuestan, lo que ya es complicado.

—Sí, pero el sexo no significa lo mismo para todas las personas. —dijo Gabe con un encogimiento de hombros. —Algunos son capaces de dejar sus emociones a un lado. —Tuvo el repentino deseo de tocar a Thomas allí mismo para recordarse que él sí podía hacerlo. Que lo de ambos no era algo solo físico, pero no lo hizo. El chico en cuestión se volvió a mirarlo, brindándole una sonrisa que le caldeó por dentro. El silbato para reunir al equipo sonó a sus espaldas. —Debo irme, te veré al final de esto.

—Claro, suerte.

Thomas vio a Gabe marchar, ¿era su idea o se había mostrado ansioso de pronto? Caminó hasta las gradas hasta alcanzar a su hermano; él y Archer estaban en un tenso silencio.

—Hola, chicos. —saludó. Ambos le dieron cabeceadas sin mirarlo. —Okey, yo solo voy a estar por aquí, así que pueden ignorarme.

La comisura del labio de Archer se inclinó hacia arriba, Thomas pescó a Roland mirando.

El silbato de inicio hizo eco en el lugar cuando ambos equipos se apostaron en sus lugares, Thomas podía ver a Gabriel con facilidad. Alto, delgado, su cabello brillante y ligeramente húmedo de anticipación. No había mentido al decir que le gustaba como lucía en el uniforme. Era curioso que ahora lo notara, quizás se debiera al hecho que sabía lo que había debajo; en su cama por las noches, había memorizado el camino en el pecho de Gabe. El tono rosado oscuro de sus tetillas. El lunar al lado del ombligo y la línea de vello marrón que se perdía en el elástico de su ropa interior, donde Gabe era particularmente sensible...

El bramido de la gente a su alrededor le hizo sacar la cabeza de sus pensamientos, Gabriel corría hacia adelante, el balón en su dominio. Empujado por la emoción, Thomas se aferró a la reja alzando la voz.

—¡Gabe! ¡Gabe!

Gabriel marcó un tanto, el primero del juego y se veía... radiante. Thomas lo vio saltar arriba y abajo, llevó sus manos a su cabeza y se sujetó el cabello permitiendo que sus compañeros de equipo le palmearan la espalda y le abrazaran. Incluso en la distancia, Thomas fue consiente de un cambió en él, vio a Gabe girar en redondo, absorbiendo todo el campo. Mirando al cielo y cerrando sus ojos; era de alguna manera extraño y perfecto. Se veía tan hermoso que el aliento de Thomas quedó suspendido. Y luego Gabriel estaba corriendo hacia él, con una sonrisa que dividía su rostro en dos. Había cierto salvajismo en sus ojos cuando le encontró, se encaramó a la reja y le estaba besando.

Thomas no cerró sus ojos y Gabe tampoco, se miraron entre medio de un beso dulce, con Thomas siguiéndolo cuando se separaron.

—Vámonos —dijo Gabriel.

—¿Qué? ¿Pero el juego...?

—Que se joda el juego, —Gabe pasó la baranda, quedando frente a frente. Su cara tenía sudor y sus manos picaban cuando tomó la de su amigo. —vámonos a casa ahora, no hay nadie allí.

Una chispa de fuego se encendió en Thomas. Vio que su hermano, su amigo y otras personas le miraban.

—¡Gabriel vuelve al campo! —gritaba el entrenador enfurecido desde la zona de descanso. —¡Estamos en pleno partido!

—Creí que querías guardar estos momentos, —Thomas se puso nervioso. —¡esperaste tanto por el último juego!

—Oye —Gabriel le detuvo. Apretó sus dedos centrándolo de todo. —haré mejores momentos contigo. Vámonos.

Era una locura.

Ellos caminaron fuera, el rugido de la gente detrás; gritos, protestas y alientos. Un silbido de Roland. Un "así se hace" de Archer y gruñidos imperiosos del entrenador. Gabriel le sujetó la mano más fuerte y echaron a correr. 

Lo que Thomas quería #1Where stories live. Discover now