PARTE X

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El día no podía ser peor.

Thomas se levantó y se golpeó el dedo chiquito del pie cortándose en el proceso. Ahora su pie estaba vendado y apretado dentro de la zapatilla.

Llovía a cantaros y él estaba de pie del lado incorrecto de la calle esperando cruzar hacía veinte minutos sin ver solución. Iba a tener que arriesgarse a mojarse o se iba a quedar sin dar el examen y era el último que le quedaba para estar fuera.

En la acera, sus compañeros esperaban para tomar el bus e irse a casa. Había también unos pocos profesores con los maletines en sus cabezas. Thomas tenía abrigo, porque maldita fuese su suerte, él no podía haber tenido el examen de los primeros, él había quedado en el último grupo de los seleccionados.

Un silbido le hizo alzar la vista. Desde la puerta de la escuela, del lado correcto de la acera, Gabriel levantó ambos brazos llamando su atención.

—¿Por qué estás ahí? ¡Vas a llegar tarde!

—¡Ya lo sé! ¡Estoy buscando cruzar sin mojarme los pies!

Gabriel ojeó la calle arriba y abajo. Todo estaba cubierto de agua. En ese lado de la ciudad era común, nada más caían un par de gotas y todo se colapsaba. Él había estado en el primer grupo del examen y ya se iba a casa. Así que tomó una decisión.

Thomas vio a Gabriel dejar su mochila cerca de un árbol.

—Gabe... —llamó, pero su amigo tenía la mirada enfocada. Bajó a la calle con simpleza, de inmediato sus jeans oscureciéndose mientras se mojaba. Sus zapatos por completo cubiertos en el agua sucia. Y él caminó hasta cruzar y pararse frente a Thomas.

—Vamos —dijo ofreciendo sus manos adelante.

Thomas miró a las personas allí. Todos se miraban divertidos y estupefactos.

—¿Cómo se te ocurre hacer eso?

—Tienes que cruzar. Yo ya me voy a casa. Ahora vamos —Y sin dejarlo discutir, pasó un brazo por debajo de sus axilas y otro debajo de sus rodillas y lo alzó como si no pasara nada.

Thomas no sabía dónde esconder el rostro, mientras silbidos, gritos, murmullos y uno que otro "aww" los acompañaban al llegar al otro lado.

—Esto es tan vergonzoso. Me siento como una chica —dijo pegando su cara al sweater húmedo de Gabe.

—¿Por qué lo dices?

—Me has alzado como si fuese una princesa.

Gabriel le depositó en el piso. Él estaba mojado hasta sus rodillas. Sus pies botando agua por entre los cordones. Pero era su ceño fruncido lo que reclamaba la atención.

—No te veo como una doncella. Ni como a una mujer. Eres mi amigo, el chico que me gusta y era practico. —Recogió su mochila con gesto brusco. Él ni siquiera miraba al resto de la gente.

Thomas se dio cuenta de su error. Hizo una mueca intentando alcanzarlo.

—Gabe...

Gabriel negó.

—No caigas en estereotipos. No se trata de lo que un hombre o una mujer hace. Se trata de lo que sientes. Y yo me preocupo por ti.

Y dicho eso, se fue. Thomas se quedó mirando a sus zapatos que embarrados chapoteaban con cada paso, mientras que los suyos estaban secos e impecables.

Corrió hacia el salón con remordimientos. Parecía no hacer nada bien. Y Gabe había vuelto a señalar que él le gustaba. Era tal clase de lerdo.

Para rematar su humor, en cuanto la prueba estuvo sobre su mesa, supo que iba a reprobar. No tenía la menor idea de nada. Su cabeza cayó derrotada. Contestó lo que pudo, totalmente derrotado. Su día no podía haber resultado peor. Sacó su móvil y marcó a Gabe.

Sonó una, dos, tres veces y nada.

Gabriel siempre llevaba el celular encima, no había manera de que se pasara su llamada, excepto si lo estaba ignorando, cosa que se tenía merecida.

Para Gabe:

Lo siento, la he jodido. Aun no sé cómo reaccionar cuando hay más gente a nuestro alrededor.

Su dedo se detuvo en enviar. Era un mensaje simple, el de un amigo a otro y si él estaba en camino de algo más, o al menos quería estarlo, no podía dejarlo así.

Esquivó un bache, indeciso sobre contarle a Gabe sobre la nueva información que tenía. Al final, se atrevió:

Mis padres saldrán esta noche. ¿Por qué no vienes y pasamos el rato?

Envió y esperó.

De Gabe:

Está bien. Te veo esta tarde. Tengo un juego nuevo que puede gustarte. Papá me ha dejado BATTLEFRONT.

Thomas levantó su puño en el aire, celebrando como el pequeño nerd que era. Pero entonces cayó en la cuenta de que, si Gabe llevaba el juego, ellos no se despegarían de la consola y pasar algo de tiempo... solo siendo ellos, sonaba como música para sus oídos.

Para Gabe:

Creo que paso. Solo tú. Tengo ganas de que estemos solos.

Y se guardó el celular en el bolsillo, dispuesto a preparar todo para cuando se vieran. Sus entrañas se movieron y una sonrisa ansiosa lo acompañó el resto del camino. 

Lo que Thomas quería #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora