13.- Luna llena [2/3]

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"Un beso es un momento de una muerte momentánea por perderme en tu respiro..."

La facilidad tenida para hacerlo rabiar pareció compartirla con la excitación. Con el mismo ritmo en el que le hacia chasquear la lengua molesto ahora esa misma lengua recorría entre lamidas su vientre con extraña lentitud, tortuosa para él albino que siguió removiéndose inquieto. No le quedó alternativa que tomarlo desde la cintura, lo detuvo el tiempo en el que se dedicó a saborear su piel. Algunos botones de su camiseta acabaron perdidos entre los pliegues de las sabanas arrancados de tajo al desprender por su cuenta tan inútil ropa y descubriendo aún mas su torso.

En algún punto dejó de escucharlo, nada más allá de una pesada respiración.

--¿Hasta ahora tienes vergüenza, Moyashi? —lo notó al alzar el rostro en torno a él, el como reprimía sus sonidos. Después de prácticamente comerlo con la mirada contrastaba su nuevo pudor.

--No es eso... Bakanda --expulsó por completo el aire de sus pulmones, una nueva carga llegó a ellos junto con la iniciativa de desabrochar los últimos dos botones de su camiseta, los únicos que quedaban intactos. Cada extremo cayó a su lado como él quiso, dejó el camino libre hacia el japonés al no poder contenerse más. Por esa razón se calló, para no dejar escapar alguna petición en forma de ruego hacia Kanda para que continuase.

En respuesta el nipón bastó con inclinarse, atrapó entre su boca uno de sus pezones empezando un juego privado con su nuevo juguete. Aquel pequeño botón de cereza parecido a una flor no tardó en en endurecerse, tampoco en escuchar los gemidos de Allen.

La primera vez que ese pez intentó matarlo escuchó lo armoniosa que llegaba a ser su voz entre cantos. Recordó la fachada de su rostro sereno interpretando una canción tal cual como los mitos lo relataban, marineros cayendo ante los encantos de la sirenas, de una belleza sin igual, un cuerpo de tentación y una voz tan dulce que llegaba a ser su perdición al ser tomados desprevenidos y hundidos en el fondo del mar por tan hermosas y letales criaturas. En cambio su propia perdición se encapsuló en un sirenio con espíritu heroico aferrado a la vida, con un carácter de pólvora cuando él era fuego, dispuesto a hacer combustión en medio de los toques, deseando perderse en su voz, no de cánticos sino en monosílabos, en gemidos clamando su nombre.

--A-ah~ --al volver al hilo de sus acciones lo que quiso lo recibió, un gemido aterciopelado al morder aquel pezón y halarlo. Allen pareció ser receptivo ante ligeras muestras de dolor o solo fue producto de la excitación, cualquiera de estas razones le fascinó. Se dedicó a observarlo, cada reacción en su rostro; sus párpados yacian cerrados con fuerza , su boca entre abierta buscando aire y expulsando medias palabras. Sus manos siguieron aferradas a las sabanas hasta que se posaron sobre sus hombros... Y entonces abrió los ojos.

Las palabras fueron de nueva cuenta innecesarias. Pese al escaso tiempo ambos se amoldaron a los deseos del otro, a los propios en los que comerse la boca empezaba a ser unas de sus cosas favoritas por hacer.

--Ngh... --Allen sintió el bulto apresando los pantalones de Kanda pegar de forma insistente contra su propia intimidad. Olvidó en que instante abrió las piernas para él y las aferró como ganchos sobre sus caderas. Y no importó. La fricción se se sintió de maravilla y a la vez su ansiedad crecía.

Jamás había odiado tanto usar ropa.

Su propia hombría dolía y... Por Poseidon ¿Qué rayos era esa humedad en su zona baja? Pudo jurar que aumentó entre cada pequeño vaivén que el azabache generaba y rápidamente lo atribuyó a su goce... Entre más placer percibía su humedad se disparaba.

--¡Ka-Bakanda! --su propio monólogo se quedó a medias al exclamar sorprendido. Su tiempo de reacción fue lento o el nipón demasiado rápido ya que al momento de querer replicar habia sido privado de sus pantalones y en ese punto no supo si agradecer o maldecir el haberse negado a usar ropa interior, algo que Kanda no pasó de largo en cuanto lanzó la prenda lejos.

En su defensa era incómoda, más que toda la ropa que llegó a usar, apresaba su intimidad, algo que en todos sus años de existencia jamás tapó ¿Para que hacerlo? Si resguardaba a la perfección entre su cuerpo su virilidad sin la necesidad de utilizar terceras partes para cubrirlo. Sin embargo, aquello no se comparó en nada con... con esa cosa en su entrepierna, excitada y dura que clamaba atención.

Por reflejo juntó ambas piernas en la espera y rogando al dios del mar que Kanda no hubiese visto tal cosa, pero fue tarde. El  azabache observó todo en cámara lenta relamiéndose de forma inconsciente el labio inferior.

--Abre las piernas --ordenó con una voz tan grave que el cuerpo de Allen se estremeció.

--N-no --y él como todo buen suicida gustoso de llevarle la contra se negó aunque lo deseara.

--No es una pregunta, abre las piernas --sus órdenes seguían siendo pesadas, intimidantes y tan malditamente excitantes que un jadeo se escapó de sus labios incapaz de ignorar sus propios instintos. Y su instinto pedía tener a Kanda sobre él, aliviando todo lo que provocó en un principio como simples besos.

Aunque Simple sería la peor definición de todas.

Su gente no besaba. Las expresiones de afecto de basaban en caricias, abrazos... En nadar dentro de una corriente tomados de la mano. Pese a ello no fue impedimento el no saber lo básico sobre como besar, de tener un manual y recibir una pequeña introducción lo hubiese olvidado al instante en el que sus labios se conectaron con los de Kanda y perdió el aliento. Solo fue guiado por la naturaleza que resguardaba en alguna parte de su ser a su madurez, quizás llamada antes o expulsada a tiempo en el día de su cumpleaños, lista para ser utilizada, para ser guiado hacia lo que debía hacer.

Y esa naturaleza le dictaba seguir el flujo del momento.

Imitó el chasquido de lengua del mayor llevándose una expresión de sorpresa de este. Kanda planeaba abrirle las piernas a la fuerza como todo buen bárbaro o solo como un joven alborotado por las hormonas, en cambio el propio Allen fue separándolas hasta dejar de nueva cuenta expuesta su intimidad, llevando una de sus manos en un suave masaje hasta su hombría en un acto reflejo por satisfacerse, por erradicar en calor que le embargaba. 

--¿Tan ansioso estas? --un deje de burla se mezcló entre su satisfacción. Ver a ese brote de soja tocándose fue algo nuevo, cupo dentro de las cosas que le gustaría ver más de una vez.

--Calla... --su cuerpo empezó a generar los primeros espasmos placenteros conforme su mano apretaba su miembro entre ligeros movimientos--. Kanda... --pero no bastaba, tocarse solo producía un placer mínimo, nada a comparación con lo que anhelaba apagar en su interior.

--Lo sé --un nuevo tono de voz ¿Consideración, quizás? ¿Entendimiento? Lo que fuese le robó de nuevo el aliento. Si verlo desprenderse de su camisa fue glorioso ahora el verlo despojarse de sus pantalones le hizo ver en olimpo mismo.
Su anatomía no se comparaba con la propia, en ningún sentido, ni en mínimos detalles. Su miembro difería en tamaño, en grosor y estuvo seguro que podría catalogarse como algo extraordinario o digno de presumir y el albino solo atinó a mirarlo creando sus propias fantasías.

Sounds like Heaven   [ Yullen ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora