capítulo tres

6.4K 378 16
                                    

[ Lea ]

Después de haber tomado unos cuantos libros de la biblioteca, hice mi camino de regreso a casa. Encontrándome con mi madre al teléfono, hablando en su político y gentil tono, si tan sólo la persona al otro lado supiera que todo era una actuación.

Suavemente cerré la puerta a mis espaldas, sin querer llamar su atención. Gracias al cielo que lo logré. Traté lo más fuerte en ignorar su conversación y no escuchar a escondidas pero cuando escuché mi nombre se me hizo imposible.

Ella estaba en la cocina junto a la estufa haciendo la cena con una mano, en la otro tenía el teléfono pegado a su oreja, tomé una manzana y me senté en uno de los banquitos sin levantar mi vista del mesón, pero escuchando a la perfección lo que ella decía.

-¿Has dicho mañana?... No, no, es perfecto... ¿Cuál sería el precio? ¿Noventa mil? L-lo entiendo. Bien, te veo mañana. Igualmente.

Un irritante chillido de emoción salió de sus labios.

-¡Martin! ¡Ven aquí! -ella gritó emocionada. Me quedé quieta escuchando los pasos apresurados de mi padre mientras se acercaba a la cocina.

-¿Qué pasa, cariño? -su voz se escuchaba sorprendida y ligeramente molesta. En mi interior me entristecía escuchar cómo él la llamaba cariño, me pone enferma ver lo cariñoso y dulce que él es con mi madre en comparación con la manera en la que me trata a mí.

-¡Ofrecieron noventa mil dólares! -ella suspiró, había una gran sonrisa en su rostro. Mis cejas se fruncieron mientras comía mi manzana en silencio, intentando adivinar quién les había ofrecido una cantidad tan grande de dinero y para qué. Y lo más importante, ¿qué tenía que ver eso conmigo?

-¡Mierda! ¿Noventa mil? ¡Seremos ricos! -mi padre gritó, sus manos sacudiéndose con emoción. Me abstengo de soltar un resoplido ante su reacción.

-¿Por qué? -antes de que pudiera detenerme esa pregunta salió de mi boca. Los dos inmediatamente giraron su cabeza hasta donde yo estaba y sus expresiones cambiaron a molestia y disgusto. Luché contra el dolor que sentí.

-Eso no te importa -mi padre murmuró duramente, obligándome a guardar silencio. Como si se tratara de algún reflejo, alejé mi vista de ellos y miré a mi regazo.

-P-pero he escuchado mi nombre... -murmuré para mí misma, pero enseguida me arrepentí.

-¡¿Qué has dicho?! -mi padre cuestionó, su tono era peligrosamente molesto. En ese momento mi cuerpo comenzó a temblar en miedo y nerviosismo.

¡¿Por qué no podía mantener mi boca cerrada?!

-Y-yo sólo escuché... mi nombre -expliqué asustada. La manzana estaba en mi regazo y jugaba con las mangas de mi abrigo.

-Oh, ¿habías estado escuchando? -mi madre decidió unirse. Bajé mi cabeza con vergüenza, soltando pequeñas respiraciones.

-L-lo sie... ¡Ahh! -fui interrumpida por una mano que comenzó a jalar de mi cabello. Mi padre me estaba jalando tan fuerte de mi cola de caballo que hizo que cayera del banquito en el que estaba sentada.

Las lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos, sintiendo el punzante dolor que provenía de la parte trasera de mi cabeza.

-Pequeña perra irrespetuosa. ¿No te hemos enseñado modales? -la voz de mi padre se iba endureciendo conforme hablaba y al mismo tiempo jalaba con más y más fuerza de mi cabello. Me senté débilmente en el suelo, llorando y suplicando en que me dejara.

Arranged [ spanish version ]Where stories live. Discover now