9. Deathly jealousy

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Observó por la ventana del bar a Yuri, charlaba con el chico tras la barra y parecía muy tranquilo, bebiendo de su cerveza. Suspiro, al menos ya no se las tomaba como desesperado
Entro sin importarle si llamaba la atención y revolvió el cabello del rubio para llamar su atención.

—Oh, ¿nos vamos ya?

Asintió sentándose a su lado.

—En cuanto termines tu cerveza.

—Está bien —bebió un trago y sonrío—. Dirk me estaba enseñando expresiones irlandesas, pero se desespera porque tiene que hablar lento.

—No está acostumbrado al inglés de aquí, pero vendremos seguido.

—Eso espero, Dingle es muy bonito.

— ¿De viaje de nuevo, Alek? —preguntó el pecoso tras la barra.

—Como toda la vida, solo que ahora soy niñera.

—No eres mi niñera —le dio un empujón suave que apenas y lo movió, provocando una risa baja y burlona en el cantinero.

—Está bien, diviértanse.

Otabek asintió y dejo un billete en la barra como pago, poniéndose de pie, Yuri tomó eso como señal para apresurarse a terminar y se lo acabo todo de una vez, volteándose algo mareado para alcanzar a su acompañante.

Se sorprendió al sentir la mano del azabache tomar la suya para guiarle y sonrío inevitablemente, subiendo al auto con entusiasmo.
El camino de vuelta a Dublín era largo y cansado, lento porque no tenían prisa y además había muchos animales que cruzaban sin prisa el pequeño camino que servía como carretera.

Yuri no supo cuando se quedo dormido, todo era tan tranquilo que se le antojo para algo cotidiano...sin quererlo comenzó a imaginarse una vida normal al lado de Otabek y no pudo evitar sumirse tanto en ello que cayó perdido entre todos esos bonitos sueños de un segundo a otro.

—Yuri.

Solo la mención de su nombre bastó para abrir sus ojos, de repente estaban en el aeropuerto y toda esa imagen de campos verdes y castillos a medio derrumbar quedaron atrás. Suspiro volviendo a la realidad, debían volver a Rusia un par de días por trabajo y salir pronto porque no querían que Viktor y Yuuri los encontrarán si seguían por ahí...lo que significaba que no irían a casa de su abuelo.

Se estiró y tomó sus maletas para encaminarse a donde esperaría tres horas para el maldito vuelo. El filtro de seguridad era un dolor en el trasero, pero le daba gracia como es que no lograban ver nada fuera de lo común en las maletas de Otabek, no tenía idea de que hacía pero viajaba muy tranquilo y sin riesgo a ser descubierto.

En el salón de espera las cosas fueron aburridas un rato. Había gente de todo tipo revoloteando por todo el lugar. Beka parecía dormitar a su lado y unos muchachos, a unas cinco bancas de donde él estaba, volteaban a verlo y lo señalaban, fingiendo luego que era otra cosa cuando los veía de frente, en un mal intento de disimular.

Rodo los ojos y soltó un suspiro que alzó su flequillo, se estaba cansando y no llevaban ni una hora ahí.

—Hola.

Vio al muchacho que se pasaba una mano por el cabello con nerviosismo, sonreía a medias y esperaba su respuesta. Hizo un movimiento con la cabeza, viéndole confundido.

—Eres... —carraspeo y señaló el asiento a su lado—. Me llamo John, voy a Canadá con mis amigos... ¿y tú?

—Anastasia —sonrió, tratando de no parecer forzado—. Voy a casa.

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