#XV The Heat, pt2

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Había pasado una semana desde que toqué el hielo, aquella noche donde tuve un muy cercano encuentro con los labios de aquel Alpha. No lo había empujado, toda esa repulsión había desaparecido en ese momento; más al haberse separado, no pude evitar hacerlo.
Me miró confundido, la expresión en su rostro también había cambiado, no era momento para darle excusas vacías así que, por ahora, solo pensé en salir de allí.

Había perdido la cuenta de las veces que eh actuado como niño pequeño o como esa doncella de los cuentos que corría avergonzada, como si con eso sus problemas se alejaran, que irónico de mi parte.
Le conté aquello a Yurio a lo cual, recibí un leve golpe en mi cabeza, también recibí un regaño y palabras en ruso que aún desconocía, de seguro me estaba maldiciendo o deseándome la muerte; quién sabe.
–Espero y puedas cuidarte solo– ¿A qué se refería con eso? Mire hacia la cama, habían maletas y algunas aún estaban abiertas. Me tardé en averiguar que su objetivo era irse.
Lo sujeté fuerte, que él se vaya era algo que me costaría de aceptarlo, no había otra persona a parte de Yakov con la cual podía ser yo, podía ser "un cerdo" sin recibir nada negativo de su parte.
–¡Tks! Qué pesado eres– forcejeaba molesto, empujándome pero sin recibir algo positivo –No me iré para siempre cerdo. Tienes a Yakov y a ese estúpido de Victor para hacerte compañía– tras unas cuantas rabietas, lo solté. No me molestaba estar con Yakov, el problema era el Alpha del cual había besado, y más que todo el como lo había dejado esa noche.

Como todo lo que se va, algo nuevo debe venir para ocupar su lugar, un nuevo objetivo o destino que se debe encarar. Había llegado el trágico día de mi celo.
No me sorprendió que nuevamente empezara esta repulsiva etapa; contaba los días que restaban para "prepararme".
Quizá la razón por la cual Yurio se fue era en la cual estaba pasando yo ahora mismo, una manera rica de escapar de las garras de los demás; yo aún era un animal de baja clase, no podía darme ese lujo de tomar mis cosas e irme a donde se me antojara.
"Espero y puedas cuidarte tú solo", tales palabras resonaban en mi cabeza, un simple y bien cuidado Omega diciéndome tal mentira, que salida más fácil tuvo este.

Mientras no me acercara al Alpha podía estar tranquilo.
Pasé esos días encerrado en el cuarto, haciendo un pequeño nido en el armario, tomando todo lo que podía para sentirme cómodo; cada vez que escucho esa palabra saliendo de mis labios, no podía evitar reír desesperado.
El lugar del cual estaba no era tan lejano a como estuve esos días en el criadero, revolcándome en la inmundicia de los otros y como luchaba entre tanto coito para sobrevivir.
Los gritos de aquellos días me hacían sentir mal, aún podía sentir esas manos que me tocaban tan descaradamente, como me mordían y como intentaban besarme; mi cuerpo temblaba en calor y en miedo, mi nariz recordaba el olor amargo de ese lugar, mis ojos cerrados recreaban todo de nuevo; y aún estando abiertos lo hacían, estaba perdido.

Estaba aterrado cuando levemente escuchaba pasos fuera de mi cuarto, alguien sabía de mi existencia y de mi situación, no podía sentirme seguro pues la puerta era algo débil ante cualquier sucio deseo. Los pasos no cesaban, y el sonido del picaporte también, me asfixiaba el pensar que en cualquier momento alguien entraría y me haría su juguete sexual; ¿Pedir ayuda? Afuera solo habían criaturas sedientas de sexo que no lo pensarían dos veces en hacerme el amor.

La puerta se abrió, mis labios soltaron un leve jadeo, no tan sonoro como para encontrarme, pero si como hacer presencia de mi. –Yuuri– escuche mi nombre, desconocía al autor de esa voz, mi cabeza daba vueltas y no podía pensar con claridad. –No debes tener miedo, te ayudaré si estás en problemas. Déjame ver en dónde te encuentras– me retorcía entre las sabanas y demás que había usado para crear mi nido, el sonido de la madera delataba poco a poco mi escondite; rogaba al ser de arriba que me escondiera o que me mantuviera a salvo.
Los pasos cesaron, pero el leve aroma que el intruso desprendía era presente, estaba frente a mí.
–Yuuri, tú aroma esta por todos lados, es confuso pero divertido al buscarte.– la puerta del armario se estaba abriendo, con mis débiles manos traté de sujetarla pero no tardó mucho en hacer fuerza y abrirlas por completo.
Mi caluroso cuerpo, oculto entre las sabanas de lo cual solo mi rostro era visible, o quizá solo lo blanco de mis ojos; la noche ocultaba todo menos los sonidos y aromas del lugar.

Me contraje lo más que podía, era un cuerpo sudoroso y caliente en posición fetal. Temblé cuando las manos de este se paseaban por mis cabellos.
Levante mi mirada para saber quién era el lobo del cual devoraría a este cerdo en problemas, no era algo de sorprenderse.
–Parece que eh ganado este juego de las escondidas–
–Victor...– respondí, el miedo en mi voz estaba reflejado.
Me tomó del mentón con tal delicadeza que no parecía un mal tipo; en serio, el solo escucharme era como ver una comedia de mala calidad.

Lamió mis labios, lo mordí de manera involuntaria; apretó su mano de la cual aún sujetaba mi rostro, lastimándome y hacer que mis lágrimas salieran. Volvió a lamerme, probando cada parte de mi rostro, su viscosa legua me revolvía el estomago, tragué mi  propio vomito para evitar ensuciarlo, el solo sonreía ante lo que intentaba hacer. –Por favor, no me hagas nada– supliqué, a lo cual solo recibí un suspiro burlón como respuesta.
–Pero si hago tal cosa, entonces no podré ayudarte. No podremos ayudarnos mutuamente–

-Continuará-

You're not an animalWhere stories live. Discover now